Tuesday, May 7, 2013

Tres palabras

Tres palabras
Martes, 07 de Mayo de 2013 03:21
Escrito por Martin Añorga

Cuba actualidad, Miami, USA, (PD) Vamos a empezar este modesto artículo
mencionando tres palabras: disidencia, unidad y oposición. Disidencia.
No sabemos a quién o a quienes se les ocurrió la peregrina idea de que
ser disidente en Cuba perjudica al régimen castrista.

Etimológicamente un disidente es el que cambia de silla sin irse de la
reunión. La persona que en términos generales está de acuerdo con una
tesis o un plan, pero que difiere de algunos de sus puntos se declara en
disidencia.

Es algo así como sucedía cuando éramos niños y nos disgustábamos uno con
otro: "dame el dedito y no me hables más", decíamos, nos apretábamos los
deditos meñiques y a la media hora estábamos jugando otra vez.

No creo que porque seamos disidentes del tiránico dominio comunista
implantado por la fuerza y el engaño en Cuba, entremos en el compromiso
de derrocarlo. Hay matrimonios en los que a menudo se entra en
conflictos y diferencias; que en la mayoría de los casos terminan en el
placer de una reconciliación. Una situación parecida acontece con los
disidentes y la férrea dictadura de los Castros y compañía.

Recordemos un poco la historia. Fidel Castro no combatió a Batista con
teorías de supuesto alejamiento ideológico. Se vistió con el verde
uniforme de criminal y atacó el cuartel Moncada. Posteriormente llegó a
la Isla, no con un pliego de peticiones o un recital de quejas, sino con
armas que utilizó para sembrar el terror en las montañas orientales.

¿Podremos creer que a un sujeto como éste derrocaríamos diciéndole que
estamos en desacuerdo con sus crímenes y cruzarnos de brazos?

Entiendo que en Cuba no hay avenidas disponibles para que provoquemos
una confrontación armada; pero eso no significa que tengamos que
conformarnos con el hecho de que el régimen imperante en la Isla nos
disguste y que nos baste con decirlo. Cambiarse de acera no es una
solución definitiva.

Probablemente muchos lectores reaccionen diciendo que es muy fácil y
acomodaticio insinuar aunque sea una leve crítica contra el concepto de
la disidencia. Ciertamente -insisto-, ser disidente implica una serie de
concesiones que no contribuyen a la desintegración del anacrónico y
perverso régimen comunista. Los centenares de miles de compatriotas
supuestamente exiliados que visitan anualmente a Cuba, al ser
preguntados, confesarían que no simpatizan con la infame revolución. Son
"disidentes ideológicos"; pero "compañeros de viaje", inconscientemente
o voluntariamente.

La otra palabra que me inquieta es "unidad". Llevamos 54 años tratando
de "unirnos" y dándole vueltas a esa posibilidad y se nos han ido las
oportunidades de combatir al régimen de Castro. El día en que se
produzca un levantamiento serio en Cuba o surja un líder que sea capaz
de estremecer los podridos cimientos de la fracasada revolución,
comprobaremos que la unidad cambia de sueño a realidad.

La unidad es un concepto que confundimos con unicidad. Si unidad implica
que tengamos una organización única, una estrategia unánime, un ideario
inapelable, estaríamos cayendo en el mismo ámbito en que se desenvuelven
nuestros enemigos. No creo que haya que reclamar la existencia de un
"ajiaco político" para combatir a Castro. Esperar unos por otros para
entrar en acción dilata la posibilidad de actuar.

Con muy raras excepciones, en el exilio los verdaderos exiliados nos
sentimos unidos. Somos como familias: cada una en su casa, pero sin
enemistades, competencias o recelos. Estamos unidos por el sagrado amor
a la patria y por el compromiso de nunca abjurar de nuestra militancia.
Ahora bien, si se trata de la unidad entre el exilio y los cubanos
combatientes dentro de Cuba el tema requiere un análisis; pero podemos
señalar el hecho de que numerosas organizaciones del exilio mantienen
comunicación con grupos dentro de Cuba con cuyos ideales concuerdan , y
que esa comunicación incluye envíos de ayuda material.

Resumiendo, la solución del problema cubano no depende de la unidad del
exilio, pues de manera muy coherente todas las organizaciones están
equipadas con el mismo ideario patriótico. Martillar sobre el tema de la
unidad con el previo concepto de que lograda la misma se conseguirá la
libertad patria es retardar la conquista de esa meta. Primero, que se
provoque la acción y se mostrará la fuerza y la importancia de nuestra
existente unidad.

¿No nos llama la atención que una "prominente disidente" venga a
hablarnos de unidad cuando en Cuba no se ha logrado la unidad monolítica
entre los que de una u otra forma se enfrentan al sistema implantado en
la Isla?

La otra palabra –la preferida por mí- es "oposición". Con el régimen
castrista no creo en la posibilidad de un diálogo para discutir
diferencias ni en la utópica reacción positiva ante una lista oralmente
presentada de justas demandas. La repelente revolución entró por la
puerta de la fuerza, y no se iría jamás por la salida de emergencia a
menos que reciba un empujón de coraje y violencia.

No soy tan ingenuo como para pensar en una invasión armada con la ayuda
de países amigos, que lamentablemente son pocos; pero creo en el poder
de la ofensiva continuada. Al río Yumurí le tomó milenios erosionar la
superficie de la tierra para fabricar el valle que hoy lleva su nombre.
El mar y el viento reducen montañas y cambian paisajes con su permanente
golpear. Usamos el símil sin implicar que debemos esperar centurias para
rescatar a Cuba, sino para señalar que un procedimiento constante de
ofensiva tiene una poderosa fuerza destructora.

Los grupos opositores que se enfrentan a las fanáticas fuerzas
represivas, las Damas de Blanco con su caminata semanal desafiando a las
espurias autoridades, los valientes que destruyen los escasos recursos
de la tiranía y los bravos que no temen usar un micrófono para retar a
los opresores, corriendo el riesgo de ser encarcelados, son fuerzas que
privan de tranquilidad al régimen y lo debilitan. Lo que esperaríamos es
que en Cuba se extendiera esta oposición. Por supuesto, lo
imprescindible es superar el miedo; pero hay que entender que la
dictadura no es inexpugnable y que tiene grietas que pueden explotar los
que se le oponen.

Los que lo practican en serie y con brutal agresividad, se han encargado
de desacreditar hasta lo máximo el concepto de terrorismo. Llaman
terrorismo al acto de romper una vidriera, pintar una pared, desinflar
la goma de un vehículo oficial o repartir proclamas antigubernamentales.

Poner en práctica una oposición nacionalmente extendida no es
necesariamente terrorismo. Terrorismo fue el sucio camino que tomaron
los revolucionarios para apoderarse del poder: colocar bombas en los
cines, amedrentar a la ciudadanía con tiroteos públicos diseminados por
todos los rincones de la ciudad, fusilar indiscriminadamente a jóvenes
para exhibirlos como amenazas para los demás y despojar a otros de sus
posesiones por la fuerza. Esa no es la estrategia que sugerimos; pero
tampoco podemos resignarnos a que llamen terroristas a los que se
enfrentan con sus pocos recursos disponibles a la bestialidad de un
sistema oprobiosamente abusivo y criminal.

Tres posibilidades: la fácil práctica de la disidencia, la espera
elusiva de la unidad o la oposición frontal, cívica, agresiva y valerosa
son nuestras alternativas. ¿Por cuál de éstas se decide usted?

Para Cuba actualidad: primaveradigital2011@gmail.com

http://primaveradigital.org/primavera/politica/54-politica/7346-tres-palabras.html

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