Suicidios en Cuba. Apuntes para un SOS
Alberto Méndez Castelló | Puerto Padre | 21 Mayo 2013 - 10:01 am.
De cada 2.000 pacientes asistidos en consultas de medicina general por
lo menos uno se suicida durante los dos primeros años, 10 intentan
suicidarse cada año y alrededor de 50 tienen ideas suicidas.
La muerte por su mano resultó la última opción para un joven de 25 años
residente en un céntrico barrio habanero; hábil para los negocios, pero
que en menos tiempo del que lleva narrar esta historia acabó con sus días.
Según dijo la madre, su hijo había comprado una vieja motocicleta modelo
ETZ de 250 centímetros cúbicos de cilindrada, de fabricación alemana, en
Gerona, Isla de Pinos. Luego de algunas semanas de reparaciones, la
motocicleta quedó como nueva. Sin regateos, un comprador pagó 7.000 CUC
por ella, esto es 175.000 pesos cubanos en moneda nacional corriente,
una pequeña fortuna.
Aunque poco después de efectuarse la transacción el joven se lamentaba:
"No tengo amigos, mami, la amistad no existe". Al día siguiente, el
joven de marras pendía de una cuerda.
"Él salió con el dinero, quería invertirlo en un carro y hacer otro
negocio, era inteligente para eso. Entonces una mañana llegó buscándolo
su mejor amigo, dijo que estaban vendiendo un moscovich como el que él
necesitaba. Pero al otro día mi hijo regresó sin dinero, sin automóvil y
con el semblante más triste que usted pueda imaginar. Lo habían
estafado. Su propio amigo lo llevó a una encerrona entre jugadores.
Amaneció ahorcado, hice la denuncia en la policía pero después toda la
familia me obligó a retirarla. 'Ya él está muerto' dijeron, 'pero quedas
tú, todos nosotros, y esa gente es peligrosa'. En La Habana hay lugares
donde hasta la policía lo piensa dos veces antes de entrar", dijo la madre.
Haciendo un aparte, su esposo comentó: "ahora temo por ella, creo que va
hacer lo mismo que él".
No resulta extraño que el marido de esta mujer tema por el posible
suicidio de su esposa. Una joven de 33 años, con dos hijos, divorciada y
también de padres divorciados, intentó suicidarse prendiéndose fuego.
Aunque las quemaduras fueron atroces no murió, pero poco después lo
conseguiría ahorcándose. De igual forma procedió una mujer ante el
fracaso de su hijo, estudiante de Medicina. Otra señora terminó
suicidándose cuando su único hijo, de 17 años, murió en un accidente
mientras cumplía el servicio militar. Y un cochero, hasta entonces
próspero, concluyó sus penurias empleando la soga de uno de sus
caballos. Los cuatreros habían transformado los dos caballos con que
ganaba el sustento en carne para la olla.
Sin embargo, los suicidios en Cuba no solo son opción de madres
atribuladas o negociantes fracasados. El comandante de la Sierra
Maestra, Eddy Suñol, que fuera viceministro del Interior acabó
suicidándose. Igual camino siguió Haydée Santamaría, heroína del ataque
al cuartel Moncada y presidenta de la Casa de las Américas. Y suicidio
también cometió el doctor Osvaldo Dorticós Torrado, presidente de la
República desde julio de 1959 hasta que, con la Constitución socialista
de 1976, Fidel Castro ocupó el cargo.
Tendencia cubana al suicidio
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la conducta suicida
representa la mitad de todas las muertes violentas en el mundo,
traducidas en casi un millón de víctimas cada año, pronosticándose que
para 2020 esta cifra puede ascender a un millón y medio. En 2001 las
muertes por suicidio superaron en 500.000 a las ocurridas por homicidios
y en 230.000 a los fallecidos en las guerras.
Más preocupante resulta que en muchos países el suicidio representa la
primera o segunda causa de muerte de jóvenes de entre 15 y 19 años.
"Hay semanas que atiendo hasta 10 casos de intentos de suicidio en
adolescentes", dijo a este corresponsal, pidiendo anonimato, una
especialista en psiquiatría infantil y juvenil, que ejerce en una
pequeña ciudad de apenas 30.000 habitantes en el oriente cubano.
Obsérvese que según la OMS por cada persona que logra suicidarse entre
10 y 20 intentan la autodestrucción sin conseguirlo.
La necesidad de tomar medidas concretas para reducir la mortalidad por
suicidio en Cuba se hizo evidente en el primer lustro de la década de
los sesenta del pasado siglo.
Desde 1962 hasta 1970 el índice osciló entre 10,6 y 12,6 por cada
100.000 habitantes. Pero ya en la década de los ochenta la tasa de
autodestrucción entre los cubanos superaba los 21 suicidios por cada
100.000 habitantes y, aunque en el 2004 el índice descendió a 13,3 por
100.000 habitantes, compárese con el de Argentina —donde en 2008 el
suicidio fue la principal causa de muerte entre varones de 15 a 29
años—, que con una tasa de 19 muertes por cada 100.000 personas ocupa el
tercer lugar en la región entre las naciones con más elevadas tasas de
suicidio.
Según cifras del Ministerio de Salud Pública (MINSAP), de cada 2.000
pacientes asistidos en consultas de medicina general en Cuba por lo
menos uno se suicida durante los dos primeros años de haber sido
asistido, 10 intentan suicidarse cada año y alrededor de 50 tienen ideas
suicidas.
Cabe preguntarse: ¿Por qué esa tendencia al suicidio en Cuba si según el
Gobierno todos los derechos humanos básicos están garantizados?
En su libro Anatomía de la melancolía, ya Robert Burton (1577-1640),
definía el suicidio como expresión de un estado depresivo severo. Pero
quizás la mejor definición del suicidio llegada hasta nuestros días nos
la legó en 1856 Pierre de Boismont: "El suicida es un desdichado o un
loco". Tal concepto más tarde sería clarificado por Sigmund Freud desde
el punto de vista del psicoanálisis, definiéndolo como una manifestación
del alma inducida por el contexto o el hábitat del individuo.
Al conceptuarse el suicidio más que por factores genéticos por la
conjunción de un desnormamiento espiritual y material, valga decir por
una situación humana donde intervienen el ideal malogrado, la sensación
de fracaso y la reacción agresiva, solo el conocimiento de las
cualidades distintivas de los que triunfan pueden alejar el lastre de la
frustración que conduce a la autodestrucción.
Sin horizonte
Hace más de 50 años, científicos estadounidenses dieron por sentado que
más que la inteligencia es la persistencia lo que distingue la
realización de la frustración. "Lo que más a menudo impide al ser humano
distinguirse en su trabajo y en su vida personal es la pereza", confirmaron.
Según descubrieron en el Instituto Tecnológico del Illinois hay un
método infalible para identificar la inercia. Según esos investigadores,
toda persona que poseyendo un buen vocabulario presente una hoja de
servicios pobre en realizaciones da una indicación positiva de pereza.
Un buen vocabulario indica que se está bien dotado de inteligencia, de
aptitudes y actitudes. "Que alguien no adelante provisto de tan fino
instrumento, significa simplemente que no se aplica con diligencia",
aseguraron los investigadores.
Sosteniendo tal afirmación cual hecho científico comprobado, ahora nos
enteramos, nada menos que por medios oficiales, que si los cubanos somos
una tribu de holgazanes proclives a la demencia y al suicidio es por
nuestra incultura y falta de persistencia.
Entrevistada por el periódico Juventud Rebelde para el artículo titulado
"Saber concebir y defender los proyectos de vida", publicado el pasado 5
de marzo, la profesora e investigadora de la facultad de Psicología de
la universidad de La Habana Laura Domínguez dijo que los jóvenes cubanos
no tienen una previsión del plazo para alcanzar sus proyectos
profesionales, en los que no prevén los obstáculos que éstos puedan
atravesar o no son lo suficientemente persistentes.
Veinte días después el órgano oficial del Partido Comunista, "fuerza
dirigente superior de la sociedad y del Estado" en Cuba, publicó un
artículo revelador ya desde el título: "Instruidos sí, cultos no
tantos", decía Gramma.
Puesto que esta sociedad cubana poco persistente y no tan culta, valga
decir inepta para conseguir la realización espiritual y material, es
fruto de un sistema educacional y socioeconómico regido por el Partido
Comunista, solo por comunistas, a quién imputar la falta de buena fe,
valor, respeto, tolerancia, laboriosidad y cortesía de nuestros jóvenes,
que los hacen vulnerables al fracaso profesional y personal, llevándolos
a estados depresivos extremos, como el joven que perdió la vida a causa
de una motocicleta sobrevalorada, o la joven que no soportó la pérdida
de la familia, o el cochero quien perdió sus caballos a causa de los
calderos vacíos.
El Partido Comunista, valga decir el castrismo, debía comprender que una
nación no se manda como un cuartel, ni como una empresa monopolista; así
tal vez los cubanos seremos más saludables sin las tasas de suicidios de
las sociedades capitalistas que tanto criticamos.
http://www.diariodecuba.com/cuba/1369055121_3330.html
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