Ensueños dulces
Jueves, Mayo 23, 2013 | Por René Gómez Manzano
LA HABANA, Cuba, mayo, www.cubanet.org -Uno de los pasajes que más
recuerdo de El doctor Zhivago, la gran novela de Boris Pasternak, son
las líneas en que el protagonista, aludiendo a las declaraciones sobre
la falta de pan formuladas por las autoridades comunistas en medio del
caos ocasionado por la revolución y la guerra civil, hace un comentario
melancólico: Hablan de cosas que ya no hay como si todavía existieran…
Esa evocación acudió a mi memoria al leer el artículo intitulado "El
infinito mundo de los derivados", que fue publicado en toda la página
final del diario oficialista Granma el pasado viernes 17 de mayo. Su
autor es el conocido especialista en los temas azucareros Juan Varela Pérez.
En su trabajo, el colega hace una especie de apología de las actividades
desarrolladas, "a medio siglo de su creación", por el Instituto Cubano
de los Derivados de la Caña de Azúcar (ICIDCA). El texto comienza por un
ampuloso elogio: "Verdadero abanico de plantas basado en una estratégica
diversificación que enriquece las investigaciones sobre tecnología
azucarera, celulosa, papel y la esfera química, entre otras".
Varela señala, como uno de los sustentos de la labor de ese organismo,
"la creación de entidades independientes como el Instituto Cubano de
Investigaciones Azucareras (ICINAZ) y la Unión de
investigación-producción de celulosa y la de Cuba 9". Como él mismo
reconoce que esas entidades "desde el pasado año se reintegraron de
nuevo al seno del ICIDCA", uno no alcanza a comprender qué importancia
pudo tener esa temporal hipertrofia burocrática.
El informador castrista recuerda al precursor, el sabio cubano Álvaro
Reynoso. Acerca de los planteamientos de éste sobre "la necesidad de
encarar el cultivo de la caña de azúcar con un enfoque científico e
integrador", señala que "reflejó la importancia de acompañar todo lo que
conduzca a la racionalidad y la sostenibilidad". Y reconoce acto
seguido: "reto del cual no escapa hoy el sector cañero-azucarero de
nuestro país".
Varela cita a un "destacado investigador" de la hora actual, el doctor
Tirso Sáez Coopat, quien "considera que es hora de ver la caña de azúcar
como una sustancial cadena agroproductiva con la fuente de riquezas que
esta atesora". Por su parte, el director del Instituto, Luis Gálvez
Taupier, tras invocar el inevitable "bloqueo", afirma que éste no
detiene "nuevas iniciativas en la producción y automatización parcial de
los centrales".
No pongo en duda la competencia del colega especializado en estos temas,
de quien comprendo la situación difícil que confronta ahora cuando no
hay mucho que hablar sobre caña o azúcar. Aún menos cuestiono la
capacidad de los "destacados investigadores" del ICIDCA que él menciona.
Pero aquí se impone el recuerdo de Pasternak. ¿Es que ninguno de esos
expertos se ha enterado de que la agricultura cañera y la industria
cubana del dulce son hoy apenas un espectro de lo que fueron antes de la
trepa al poder de los castristas!
Pese a esto, el autor fustiga la etapa pre-revolucionaria: "Antes de
enero de 1959, sólo esfuerzos aislados encaminaron sus pasos hacia la
creación de una agroindustria de la caña de azúcar basada en la ciencia
y el conocimiento". Acto seguido cita a Fidel Castro y a Ernesto
Guevara, quien dijo: "Llegará el día en que los derivados de la caña de
azúcar tengan tanta importancia para la economía nacional como la que
hoy tiene el azúcar".
Si el médico rosarino logró "diversificar" la producción nacional
limitando la del dulce producto durante su reinado como zar de la
economía, es de suponer que ahora, al reducirse su fabricación a los
exiguos niveles de comienzos del siglo XX, sus palabras sobre el aumento
del papel de los derivados de la caña se hayan hecho realidad.
Lo mejor de todo el artículo de Varela es su párrafo final: "Es posible,
por tanto, llevar al clímax los sueños de Reynoso, de Fidel y del Che,
basados en los conocimientos, en una agroindustria de la caña sostenible
y competitiva, y mantenerla como parte de la cultura nacional".
Sólo me queda comentar: ¡Dios lo oiga! Pero a la luz del desbarajuste
entronizado en nuestra economía (y en especial en el sector azucarero)
por el sistema socialista totalitario, uno no sabe si ese luminoso
"clímax" del que él habla es el de una hipotética apoteosis productiva o
el de un acto de onanismo.
http://www.cubanet.org/articulos/ensuenos-dulces/
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