Wednesday, April 17, 2013

Fin del juego a lo Raúl Castro

Publicado el martes, 04.16.13

Fin del juego a lo Raúl Castro
José Azel

La sucesión de Fidel a Raúl Castro, fue eficiente, efectiva y sin
dificultades. Ahora, el general Raúl Castro está orquestando su propia
sucesión, pero ésta carece de los elementos de legitimidad histórica de
la revolución de 1959.

El reciente nombramiento de Miguel Díaz-Canel, un testaferro apparatchik
de 52 años de edad, como primer vicepresidente del Consejo de Estado, lo
ubica en la línea de sucesión de Raúl Castro en el aparato del Estado.
Sin embargo, esto no equivale a ser el número dos en el régimen, como
los medios internacionales parecen haber concluido.

El artículo 5 de la Constitución cubana deja claro que el Partido
Comunista es "la fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado".
El Buró Político del Partido Comunista, de 15 miembros, se mantiene
encabezado por Raúl Castro como Primer Secretario, y José R. Machado
Ventura, de 82 años de edad, como Segundo Secretario.

En ocasiones no se entiende que Raúl Castro dirige Cuba no porque sea el
presidente del Consejo de Estado, sino porque es el Primer Secretario
del Partido Comunista y el hermano de Fidel. Bajo el proyecto de
sucesión cubano, los militares que dominan el Buró Político propondrían
al próximo líder de Cuba.

El esquema de sucesión se complica cuando consideramos que,
constitucionalmente, el Presidente del Consejo de Estado es también el
Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. La historia de Cuba
no muestra tradición alguna de subordinación de los militares a la
autoridad civil. Sin Raúl Castro es difícil imaginar a viejos
comandantes como Ramiro Valdés, y a los generales de tres estrellas del
Buró Político, jurando lealtad y subordinación a un burócrata civil como
Díaz-Canel. Este comportamiento hacia una incuestionable jefatura civil
sobre las fuerzas armadas no está ni en los genes ni en las tradiciones
de los cubanos.

Cuando pensamos sobre cambios en Cuba es esencial tener en cuenta que la
historia de Cuba durante el último medio siglo es la de los hermanos
Castro y sus ideas. El círculo íntimo de Raúl Castro no lo conforman
demócratas agazapados esperando por el momento oportuno para poner en
práctica ideales jeffersonianos. Su mentalidad de gobierno es
intrínsecamente inseparable de su ideología. En una relación simbiótica,
el autoritarismo engendra una oligarquía corrupta, y esa oligarquía
corrupta se beneficia de la continuidad del autoritarismo corrupto.

Detrás de la designación de Díaz-Canel (asegurémonos que no llamamos a
eso una elección), hay una corrupta trama de maquillaje político.

El papel de las fuerzas armadas cubanas en la economía es extenso con la
élite gerencial militar controlando más del 60% de la economía. Por
consiguiente, desde una perspectiva estratégica la pregunta crítica es:
¿qué vendrá después del final de la era de Raúl Castro, con los
generales controlando a la vez el Buró Político y la economía?

Cuando las empresas son poseídas y dirigidas por el Estado, los
oficiales de las fuerzas armadas devenidos ejecutivos empresariales
disfrutan los privilegios de una elite dirigente. Su nivel de vida es
superior, se mudan a mejores viviendas, etc. Sin embargo, esos
beneficios son minúsculos si se comparan con la posibilidad de
enriquecerse significativamente poseyendo las empresas que controlan. La
élite militar entiende que dirigir empresas propiedad del gobierno
ofrece sólo beneficios limitados, y que poseer las empresas es mucho más
lucrativo.

En los próximos años la élite militar estará muy motivada para organizar
una privatización manipulada de la economía y poder convertir en dinero
sus posiciones. Desgraciadamente, esta corrupta pantomima de
privatización terminaría con los generales y coroneles posicionados como
los nuevos "capitanes de la industria" cubana.

Sin embargo, esto requiere el apoyo de la comunidad internacional de
inversionistas, y por eso el liderazgo cubano debe aparentar voluntad de
hacer cambios en el terreno político: de ahí la designación de
Díaz-Canel. Seguramente es capaz, obediente, disciplinado, leal al
Partido, y estará al tanto del funesto destino de civiles que le
precedieron en posiciones prominentes, como Aldana, Lage, Robaina y
Pérez Roque, cuando su lealtad fue cuestionada.

En el manicomio cubano el general Castro busca la continuidad del
régimen presentando una fachada de legalidad que posibilitará a sus
generales y a su familia convertir en dinero su lealtad. Para esto, las
fuerzas armadas supervisarán un sistema de partido hegemónico,
ofreciendo un barniz de legitimidad política que la comunidad
internacional encuentre aceptable.

No tienen importancia las caras que ocupen los puestos civiles. Después
de todo, el emperador romano Calígula, por locura o perversión,
pretendió nombrar cónsul a su caballo favorito, para "demostrar" que un
caballo podía cumplir las obligaciones de un senador.


jazel@miami.edu

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