Tres meses de desempleo
marzo 11, 2013
Daisy Valera
HAVANA TIMES — Por estos días recuerdo con frecuencia una película
italiana del año 1971 que me dejó pegada a una butaca del cine Chaplin:
La clase obrera va al paraíso.
Al personaje principal lo despidieron de una fábrica de piezas de auto y
yo ya no me siento en una silla de oficina de de 7:50 am a 5:15 pm.
Lo recuerdo intensamente porque mi reacción ante el despido ha sido
exactamente opuesta a la suya.
Él, derrumbado sobre un butacón, con la mirada fija en un reloj que le
muestra como se evapora una jornada de trabajo sin que mueva un músculo.
Yo planeando comerme La Habana de un bocado.
Cualquiera podría decirme: —Claro mijita, si su salario le alcanzaba
para comprarse hasta un carrito y tus 335 pesos al mes convertían en un
lujo comerse un par de tamales en F y 23.
Cierto, pero la diferencia principal creo que reside en que el sentido
de su vida derivó en hacer círculos de acero en una máquina y yo veía
como un total sin sentido rellenar papeles durante ocho horas,
terminando con las fuerzas justas para cocinar e irme a la cama.
No imagino un salario que compense engavetar cualquier proyecto para
"mañana". No se puede comprar la posposición constante de inquietudes y
deseos.
Ya llevo 3 meses sin trabajo y las preguntas que no me responden en el
Ministerio de Ciencias, la falta de una nueva ocupación, los llámame la
semana que viene son solos tragos amargos que mezclo con el jugo que
guayaba que prepara Eduardo para el desayuno.
Tampoco dejo que me enloquezca mi tambaleante economía, me las arreglo.
Me enamoro de los fotomontajes del amigo Adrián, de una cabeza de Lenin
clavada en el suelo lunar, de su libro imaginario sobre sinopsis para
películas por hacer.
Me hago una mejor idea de cómo poner a funcionar una cooperativa de
traducción o una de agricultura.
Paso horas en la biblioteca leyendo un libro olvidado de un surrealista
cubano de los años 40.
Consigo un ejemplar de Digital Art Photography for Dummies e intento
lograr algo mejor con este regalo maravilloso que es un cámara.
Les pego un susto a Pilu y Xise en Madrid con un mensaje sobre besos a
las dos de la madrugada.
Hago aretes para regalarle a Lisis que en dos días se va a Berlín y
aunque sea de visita nunca se sabe.
Aprendo a jugar frisbee con Graham al mejor estilo tejano (creo que no
existe tal cosa).
Ruth me ayuda a que se conviertan en costumbre y espacio común las
tertulias donde mis amigos puedan hablar de filosofía hasta las 6 de la
mañana.
Leo antes de dormir, arreglo un par de zapatos, cocino para más de dos,
me corto el pelo….
Se ha detenido la sensación de encierro e inevitabilidad.
Mi tiempo me pertenece, por ahora soy un poco más yo y menos una
marioneta del Estado.
http://www.havanatimes.org/sp/?p=81522
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