Miénteme más, que me hace tu maldad feliz…
Publicado el 8. marzo 2013 por Miriam Celaya
La visión de las manifestaciones de duelo de los venezolanos que apenas
cinco meses atrás votaron por la presidencia de quien ahora mismo
protagoniza el final de su propia y absurdamente dilatada muerte,
despierta a la vez respeto y compasión. Respeto, porque toda expresión
de pesar auténtico lo merece, más allá de nuestras particulares
ideologías. Compasión, porque las multitudes luctuosas que en Caracas
desfilan ante nuestros ojos se comportan como la amante engañada, que
aún ante la evidencia de infidelidad insiste en negarla.
Tal como anunciara el pasado viernes 1ro de marzo en su cuenta de
twitter el líder de la oposición venezolana, Henrique Capriles, ha
quedado al descubierto que Nicolás Maduro y demás miembros del gabinete
de gobierno mentían sobre el estado de salud del mandatario. El estado
irreversible de la gravedad del presidente y su inminente muerte se
mantuvieron ocultos en los informes y partes médicos amañados, turbios y
llenos de incongruencias, destinados a mantener a toda costa el control
político pese a la ya inevitable extinción del caudillo.
Por otra parte la prolongada ausencia y la invisibilidad del presidente
resultaban tan escandalosas que numerosos sectores de la oposición
exigían una fe de vida, factor este que debió influir decisivamente en
la declaración pública de su muerte. Resulta curioso que a partir de las
crecientes manifestaciones de la oposición y ante lo justo de su reclamo
se precipitaron los partes. Apenas en un par de días ajustaron al
programa previsto la gravedad extrema por "el surgimiento de una nueva
infección respiratoria" y casi de inmediato la defunción de Chávez.
Probablemente, tal como ha ocurrido en la historia con la muerte de
otros caudillos, nunca sepamos con exactitud en qué fecha murió el
presidente venezolano. De hecho, la serenidad de sus hijas durante el
velatorio sugiere un conocimiento muy anticipado del suceso, más allá de
que lo esperasen como un desenlace lógico.
Pero hay otras grandes mentiras en esta saga. También en su momento
Chávez mintió con alevosía cuando se declaró curado como por milagro,
tras dos operaciones del mismo mal, para poder aspirar a la reelección y
asumir la campaña electoral que lo colocaría nuevamente en la
presidencia de Venezuela. Mintió con todas sus energías y a costa de su
propia vida, por mantenerse en el poder, dando pruebas de una
irresponsabilidad mayúscula, porque a fin de cuentas los electores, sin
saberlo, votaron mayoritariamente por un prospecto de cadáver. Si, como
sostienen algunos, el finado caudillo seguía orientaciones de La Habana,
la aceptación de tal injerencia solo demostraría un engaño mayor a su
pueblo.
De la noche a la mañana el rey ha quedado desnudo y resulta obvio que
"la derecha, la oligarquía, el imperio y los enemigos de Chávez" decían
la verdad. Sin embargo, decenas de miles de venezolanos lloran su
muerte. Muchas veces antes en la historia otros pueblos han llorado a
sus dictadores para después olvidarlos rápidamente. Los pueblos son
veleidosos, porque necesitan perdurar por sobre todos los conflictos
coyunturales. A fin de cuentas, también una buena parte del pueblo
venezolano miente –quizás de buena fe– cuando asegura que defenderán con
sus vidas el socialismo estilo chavista, paradigma de justicia del siglo
XXI.
Así también el cadáver embalsamado de Hugo Chávez, que tendrá un lugar
permanente en el nuevo Palacio de la Revolución será, además de una
retorcida y enfermiza percepción de culto, una manera de mantenerlo
entre los vivos, aunque sea de mentiritas.
Por mi parte, cuando por estos días he visto pasar por la pantalla de mi
televisor tantos rostros llorosos, tantas consignas y tantos testimonios
de fidelidad al chavismo, no he podido menos que recordar aquel viejo
bolero que muchos años atrás tocaban las victrolas en los bares de mi
Habana Vieja: "Y qué más da, la vida es una mentira… Miénteme más, que
me hace tu maldad feliz"."
http://www.desdecuba.com/sin_evasion/?p=2271
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