Sunday, March 17, 2013

Chavismo, no castrismo

América Latina

Chavismo, no castrismo
Roberto Álvarez Quiñones | Los Ángeles | 15 Mar 2013 - 1:08 pm.

Chávez ha sido posible gracias al fracaso histórico de la receta
'revolucionaria' de Castro y del Che Guevara.

Quienes en América Latina afirman que Hugo Chávez fue el heredero
natural de Fidel Castro se equivocan. Al igual que Nicolás Maduro, Evo
Morales y Daniel Ortega cuando dicen que el dictador cubano es su padre
político e ideológico, o Rafael Correa cuando asegura que el comandante
barbudo fue el inspirador de la "revolución ciudadana" ecuatoriana.

Mal hacen también los actuales gobernantes de Argentina, Brasil y
Uruguay cuando rinden pleitesía al anciano barbudo como presunto
precursor del izquierdismo y el populismo (constante apelación al
"pueblo" para mantenerse en el poder) que hoy campea en América Latina.

Es todo lo contrario, ello ha sido posible gracias al fracaso histórico
de la receta "revolucionaria" de Castro y del Che Guevara. Los
gobernantes de izquierda en América Latina llegaron al poder por la vía
de las urnas y no como guerrilleros, ni con atentados terroristas, o
asaltos a bancos.

Fue repartiendo millones de petrodólares y no fusiles que Chávez logró
tener una influencia política en América Latina que nunca tuvo el
dictador cubano, por dos razones: 1) no tenía petróleo, ni tampoco
dinero debido al desastre económico comunista; y 2) porque era alérgico
a las urnas y se aferraba a su tesis —compartida con el Che Guevara y
Mao Tse Tung—, de que "la liberación de los pueblos" solo era posible
mediante la lucha armada y el derrocamiento violento de las burguesías
nacionales aliadas al "imperialismo yanqui".

Castro jamás habría podido formar una alianza de varios países
subordinados a él políticamente como el ALBA , creada por Chávez a
billetazos y petróleo gratis, todo succionado del Tesoro de Venezuela.

El chavismo y el boom populista latinoamericano constituyen una
elocuente expresión del fracaso de Fidel Castro y del Che Guevara como
estrategas de la izquierda continental.

Chávez, un 'flojo'

Ambos acusaban de traidores a los partidos y líderes de izquierda que
participaban en los procesos electorales democráticos. "Le hacen el
juego a la burguesía y al imperialismo", gritaba Castro. Y proclamaron
el dogma de la lucha armada como única vía revolucionaria para llegar al
poder. Recordemos que el Che lanzó la consigna mundial de "crear dos,
tres, muchos Vietnam", para acabar con el imperio estadounidense y
liberar a los pueblos oprimidos.

Cuando recientemente Mariela Castro comparó a Chávez con el Che Guevara
mostró una asombrosa ignorancia sobre la obra y el pensamiento
político-ideológico del argentino. El líder venezolano habría sido para
el Che un enemigo de la revolución, o en el mejor de los casos, un
"flojo" que no merecía mucho respeto.

Por suerte para los latinoamericanos la teoría guevarista-castrista del
"foquismo", o sea, crear focos guerrilleros rurales o urbanos que se
multiplicarían como un incendio planetario (lo mismo que pensaba
Trotsky), fue solo apoyada por grupúsculos sin calado político y no por
la izquierda socialdemócrata, y ni siquiera por los partidos comunistas,
que calificaban de nacionalistas pequeño-burgueses a Castro y el Che.

Muy poco respaldo popular tuvieron aquellos focos insurgentes urbanos
manejados o apoyados por La Habana, como Tupamaros, Montoneros, el
Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Chile, o Acción
Libertadora Nacional de Carlos Marighela (Brasil); y las guerrillas
rurales en varios países.

Alergia a las urnas

El segundo factor que impidió a Fidel Castro influir de veras en el
escenario político regional fue su fobia patológica al voto popular, un
mal que arrastraba desde la Universidad de La Habana. En 1947 quiso ser
presidente de la Asociación de Estudiantes de la Facultad de Derecho y
fue derrotado por su colega Freddy Marín. Luego aspiró a secretario
general de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), segundo
cargo más importante luego del presidente estudiantil, y fue vencido por
Alfredo Guevara. Dado su ego napoleónico, aquellas dos derrotas lo
marcaron para siempre.

El golpe de Estado contra Salvador Allende en 1973 sirvió a Castro para
reafirmar que la vía electoral no era viable. Y en julio de 1979
presentó el derrocamiento de Anastasio Somoza por los sandinistas como
muestra de que su teoría apocalíptica era válida. Eufórico, el tirano
aumentó su apoyo de todo tipo a las guerrillas en El Salvador y
Guatemala en los años 80. Estas, sin embargo, terminaron por aceptar las
reglas del juego "burguesas" y se convirtieron en partidos políticos. La
guerra fratricida alentada por los Castro dejó cientos de miles de
muertos, destrucción y dolor.

No es cierto el argumento de que Fidel y el Che exportaban la violencia
en los años 60 porque había en Latinoamérica dictaduras militares de
derecha. En los tres países intervenidos con guerrilleros cubanos,
Venezuela, Argentina y Bolivia había gobiernos elegidos
democráticamente. Incluso el nacionalista René Barrientos, llamado "El
general del pueblo" por su popularidad, y presidente de Bolivia cuando
el Che fue allí para "liberarla", fue electo por amplia mayoría en las
elecciones de 1966.

Luego de los años 70 y parte de los 80, con la llegada de la democracia,
la piromanía de Castro, sin embargo, se mantuvo intacta hasta el
surgimiento de Hugo Chávez. Al quedarse sin los subsidios de Moscú
entonces se subió al tren de la "pluriporquería electorera", como
calificaba a las elecciones con varios partidos.

Tan pronto Chávez salió de la cárcel en 1994, amnistiado por el
presidente Rafael Caldera (el mismo error de Batista, que amnistió a
Fidel porque no lo tomaba en serio), fue a La Habana y le explicó al
comandante que era tan grande la frustración de los venezolanos con los
partidos políticos tradicionales que él sería el nuevo presidente del
país en las próximas elecciones. Todo dependía de una buena campaña y un
discurso atractivo para las masas. Y nadie mejor que un dictador
marxista con décadas de experiencia para ser el consejero del futuro
nuevo mesías revolucionario, a cambio de que bombardease con subsidios y
petróleo regalado a la Isla.

Así vio la luz el chavismo, una versión más autoritaria del viejo
populismo latinoamericano tipo peronista o varguista (el de Getulio
Vargas en Brasil en los años 30, 40 y 50), y esta vez consistente en un
coctel de nacionalismo, marxismo, autoritarismo, fascismo, castrismo
"internacionalista", y fervor antiestadounidense, que se pueden mezclar
todos a la vez, o por separado, a gusto del consumidor.

En resumen, aunque no por razones político-ideológicas, sino por la
fuerza irresistible de sus petrodólares, Hugo Chávez tuvo y tiene en la
realpolitik latinoamericana más protagonismo e influencia que Fidel Castro.

Hay más chavismo que castrismo en Bolivia, Ecuador y Nicaragua, cuyos
gobiernos no han estatizado por completo la economía, hay partidos
políticos de oposición, sindicatos libres, y medios de comunicación
privados, libertades inexistentes en Cuba. Y políticamente están más
cerca de Chávez que de Fidel, o su hermano Raúl, los gobernantes de
Argentina, Uruguay, Brasil, Perú y El Salvador, aunque en privado
rechazasen el autoritarismo y la subordinación del teniente coronel a La
Habana.

La influencia regional del chavismo, que nunca fue demasiado lejos,
comenzará declinar hasta desparecer al faltar el caudillo megalómano que
firmaba cheques sinfín para sus vecinos y compraba compromisos políticos
"bolivarianos" continentalmente. Eso sí, va a seguir causando mucho daño
a los venezolanos.

En cuanto al castrismo, aunque no lo admitan públicamente, los líderes
latinoamericanos lo perciben como un fósil jurásico. Ni los chavistas lo
quieren para Venezuela.

http://www.diariodecuba.com/internacional/1363349291_1459.html

No comments:

Post a Comment