Publicado el jueves, 03.14.13
Castro, el enterrador
Pedro Corzo
El escritor José Antonio Albertini tiene una novela titulada El entierro
del enterrador, un oficio que Fidel Castro ha cumplido a cabalidad,
superando sin dudas a cualquier profesional del giro, incluido los de
camposantos tan significativos como el cementerio de Colón en La Habana
o La Chacarita, en Buenos Aires.
La novela parece inspirada en las actividades mortuorias de Fidel
Castro. Muchos han sido los que ha sepultado en sentido figurado.
Un número notable de jefes de estado o dirigentes políticos que en
alguna medida estuvieron asociados con Fidel Castro han desaparecido por
problemas de salud o como resultado de la lucha política.
El primero de todos los jefes de gobierno aliados a Castro en perder la
vida fue Patricio Lumumba, Primer Ministro de la República Democrática
del Congo, asesinado por sus enemigos a los 36 años.
El último, hasta el momento, Hugo Chávez, de 58 años, que será
momificado, pero si le permiten a Nicolás Maduro y sus seguidores son
capaces de reclamar a la Iglesia Católica que inicie un proceso de
beatificación a su favor, aunque tal vez hayan llegado a la conclusión
de que no es necesario porque según el presidente iraní Mahmoud
Ahmadinejad, que lo publicó en su página digital, el presidente Chávez
regresará junto a Jesucristo y el imán Mahdi, un dirigente religioso chiita.
En un rápido recorrido de una esquina a otra del planeta los aliados
sepultados por el dictador cubano suman docenas, sin señalar a los miles
que murieron por enfrentar su régimen.
En América Latina recordemos al general panameño Omar Torrijos, 52 años,
que condujo su país con mano de hierro por 13 años. La muerte le
encontró en un accidente aéreo que nunca ha sido esclarecido. Unos
afirman que fue un accidente y otros, un sabotaje al avión que lo
transportaba.
El también general, el peruano Juan Velasco Alvarado, 67 años, un
militar golpista de claras tendencias populistas, estableció estrechas
relaciones con Cuba y la Unión Soviética, a quien compró grandes
cantidades de armas. Militares peruanos participaron en maniobras
militares en Cuba. Su gestión gubernamental fue un fracaso,
particularmente en el aspecto económico.
Otro desaparecido fue Salvador Allende, 65 años, uno de los amigos más
fieles del castrismo. Antes de llegar a la presidencia Allende defendía
la dictadura cubana con una devoción digna de mejor causa. Cierto que en
Cuba le trataban a cuerpo de rey. Primero se dijo que había sido
asesinado; ya se sabe que cometió suicidio.
Viajaba a la isla con mucha frecuencia. Tenía asignado uno los carros
más lujosos de la época. Un chofer particular y todos sus deseos eran
satisfechos.
Durante su mandato contó con total asistencia del régimen cubano. Castro
visitó Chile durante un mes. La presencia en su país de agentes de la
inteligencia, asesores militares, de gobierno y el cuerpo diplomático
cubano era de proporciones gigantescas. La intromisión cubana en los
asuntos chilenos nunca llegó a los niveles de la que tiene lugar en
Venezuela.
Maurice Bishop, 39 años, líder del movimiento granadino Nueva Joya, fue
primer ministro de la isla de Granada. Su alianza con el castrismo fue
muy estrecha. Fue derrocado y fusilado junto a varios de sus partidarios
por uno de sus colaboradores más próximos.
La mala sombra de Fidel Castro, como pudieran decir los supersticiosos,
acabó con la vida de varios dirigentes africanos que fueron sus aliados
más estrechos en la época dorada del caudillo isleño.
Agostinho Neto, 57 años, primer presidente de Angola, enfermó de
gravedad y falleció en Moscú. Otro de sus amigos más allegados, Amílcar
Cabral, 49 años, fue asesinado. Sekou Touré, 62 años, dictador de la
República de Guinea, murió de un ataque al corazón. Más recientemente
otro de sus aliados, el dictador libio Muamar Gadafi, 67 años,
ajusticiado por su pueblo, después de una revuelta contra su régimen.
En Asia su sombra también ha producido bajas. El déspota iraquí Saddam
Hussein, compañero de faena de Castro, fue ahorcado a los 69 años de
edad y el dictador sirio Hafez Al-Assad, que murió a los 70 años.
Esta relación podría ser más extensa pero es suficiente para concluir el
decir popular de quien a mal árbol se arrima mala sombra le cobija.
Fidel Castro tiene un mal de ojo que es particularmente sensible con sus
compañeros de ruta, lo que se confirma, aun para los más escépticos, con
la reciente muerte de su idólatra más genuino, Hugo Chávez Frías.
Periodista de Radio Martí.
http://www.elnuevoherald.com/2013/03/14/1431152/pedro-corzo-castro-el-enterrador.html
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