Thursday, October 18, 2012

Reos de leso crimen político

Reos de leso crimen político
Jueves, Octubre 18, 2012 | Por José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -Quedó dicho ya que la
política no es más que una torpe simplificación de las cosas. Pero ojalá
no fuera más que eso. Suele ocurrir que esa torpe simplificación se
proyecte con malsanos propósitos. Entonces el ejercicio de la política
deriva en fundamento sine qua non de corrupción. Y es un delito muy grave.

Tal vez nunca veamos comparecer ante un tribunal, como reos de leso
crimen político, a los responsables del siempre creciente arruinamiento
sufrido por Cuba a partir de la segunda mitad del siglo XX. Pero ello no
significa que no lo merezcan.

Devastar las estructuras económicas de un país por haber supeditado
todas sus bases, todas sus acciones y proyecciones a un estrecho trazado
político, o aún peor, a caprichos y dislates dictatoriales esgrimidos
bajo el disfraz de un trazado político, representa un delito no menos
siniestro que bombardear ciudades.

Ya que es así (y nadie con ojos en la cara tendría razones para
dudarlo), entonces, a quienes hoy llevan la sartén por el mango en
nuestra isla también sería pertinente juzgarlos por reincidencia en el
crimen, con premeditación y felonía.

Sobran las pruebas. Pero para no ir lejos, bastará con reproducir la
descerebrada perorata que en este mismo mes de octubre dirigió nuestro
ministro de Relaciones Exteriores a un grupo de cubanos del exilio,
reunidos en Nueva York.

Pasando por alto, desfachatadamente, la importancia que para la
reanimación de la economía en la Isla puede tener hoy la pequeña y
mediana empresa privada (una lección china y vietnamita que a nuestros
caciques no les conviene aprender); e ignorando con el mayor cinismo que
la mayoría de los empresarios extranjeros que se han instalado en Cuba,
en los últimos tiempos, son pelagatos, pobretones y pícaros rufianes,
que vinieron a multiplicar ganancias a cambio de míseras inversiones, el
canciller dijo que no creía plausible que nuestros emigrantes y
exiliados pudiesen invertir aquí, pues, para ello, el régimen les exige
desembolsillar entre 200, 300 o 500 mil millones de dólares.

Por supuesto que sólo en los Estados Unidos hay muchos cubanos que
disponen de cifras semejantes y que muy posiblemente estarían dispuestos
a invertirlas en la tierra de sus ancestros, en el caso, improbable, de
que el gobierno les ofreciera las garantías de rigor. Pero es que ni
siquiera ese es el punto.

Ya que no quieren cambiar la realidad, los caciques del régimen optaron
por cambiar el tema de conversación con la diáspora. Entonces,
simplemente, le ordenaron a su infeliz recadero que pusiera la cara para
incurrir en declaraciones públicas cuya esencia perversa y fascistizante
no despertó (vaya usted a saber por qué) la perspicacia de los medios
informativos internacionales. No obstante, sí debe haber ocasionado un
gran boquete en las ilusiones de algunos cubanos de allá, que aun contra
toda lógica, querían ver solidez en el globo de las reformas raulistas,
aceptando incluso que no trascendieran el plano económico.

Antes no se les permitía invertir, por absurdo y cruento decreto
dictatorial. Ahora tampoco se les permite. Sólo que se han sacado de la
manga un argumento que, sin ser menos cruento, resulta más absurdo que
el decreto anterior.

En suma, si a los cubanos de la diáspora se les impide participar en la
recuperación económica de su tierra, y los de adentro no pueden hacerlo,
por formar parte intrínseca de la ruina, el cuadro queda pintado para
que los caciques sigan campeando, sin competencia, sobre los restos de
su reino. Mientras, al pueblo le saldrán telarañas en el trasero, a la
espera de un nuevo milagro, contenido quizá en la formación de la Unión
de Repúblicas Soviéticas Suramericanas.

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