Cuba 2012-10-17
Los cubanos quieren viajar y pasear
Zoé Valdés
Los cubanos, esos seres humalos, digo humanos, quieren viajar y pasear,
según confirma una miniencuesta publicada por BBC Mundo. Los cubanos no
quieren ser libres, no. Sólo quieren, lo reitero, viajar y pasear.
A partir del 16 de enero próximo se eliminará la Tarjeta Blanca, que
constituía una visa de salida que otorgaba el régimen castrista a los
ciudadanos cubanos mayores de edad (con los menores todavía no hay
libertad entera de viajar), pago mediante. Para los salarios medios del
ciudadano cubano, el costo de esos trámites de viaje, en los que se
incluye todavía la famosa Tarjeta Blanca hasta enero, resulta
extremadamente caro.
El anuncio dio la vuelta al mundo. Y los medios de prensa lo adoptaron
sin leer la letrica pequeña de la nueva ley del raulismo light. La
bloguera Yoani Sánchez soltó un ¡hurraaaaaaaaaaa!, así de extenso y
orgásmico en Twitter.
Y ahí quedó todo hasta nuevo anuncio. Incluso la señora Sánchez declaró
que eso significaba el fin del fidelismo, avalando así los "cambios
superfluos" del hermano Raúl, y sin cuestionar qué hay o habrá con los
exiliados que querrán entrar en el país libremente, si también
eliminarán la visa de entrada en su propio país para los ciudadanos
cubanos y para los exiliados. Pero eso a ella no le importa mucho.
En verdad es que no todos los cubanos podrán viajar. Lo podrán hacer
aquellos que no sean considerados cerebros por el castrismo, cosa de
impedir lo que ellos llaman "robo de cerebros" por el capitalismo. O
sea, que aquellos que sean graduados universitarios no podrán salir ni
de allí a la esquina, salvo si pagan los ocho mil euros que exige el
régimen por la libertad de cada esclavo graduado en una facultad
castrista, como pago a los estudios gratis, que nunca han sido para nada
gratis, porque mucho que tuvimos que trabajar en el campo y en lo
militar (los que lo hicieron, yo nunca hice nada militar, aunque sí
trabajé como una perra en el campo, era obligatorio, de lo contrario no
se tenía derecho a una carrera universitaria).
En ese caso, los que podrán viajar son aquellos que representan para el
castrismo lo peor de la sociedad, los que no tienen estudios, ni carrera
universitaria, seguramente estarán desempleados y habrán vivido todos
estos años del robo y del mercado negro, como potencialmente la mayoría
de los cubanos, incluidos los universitarios. O sea, los considerados
por ellos mismos inútiles, y considerados trabajadores medios dentro de
la perspectiva de una sociedad democrática y trabajadora.
A la mayoría de esos cubanos no les interesa esforzarse, no tienen como
prioridad número uno el trabajo, y piensan que viviendo del bizne y del
negocio sucio pueden conseguir aquí lo mismo o más que lograban en Cuba.
Habiendo más –pensarán-, conseguirán mucho más.
Acostumbrados a que les manden el dinero de afuera, a que los familiares
exiliados los mantengan, y hasta que los inviten por breves períodos, o
incluso largos, conozco de quienes se han quedado durante seis meses en
el extranjero sin disparar ni un chícharo, no verán ningún reparo en que
el saqueo, porque se trata de un verdadero saqueo, se siga produciendo,
sin que ellos aporten nada más que la sonrisa y la mano extendida en
señal de pedigüeñería. Otro descaro implantado por el castrismo.
La indigencia mental de los cubanos ha llegado a niveles tan bajos, tan
rastreros, que creen que vivir recostado, pegando la gorra aquí y allá,
es lo más normal del mundo. De este modo, ¿cómo van a querer ser libres?
¿Libres para qué, para qué democracia? ¿Para tener que trabajar, y tener
que pagar impuestos? No, señor, de eso nada, monada. Mejor vivir al
garete y que trabajen los bobos del exilio, los tronco e' yucas a los
que un día ellos mismos llamaron gusanos, pin, pon, fuera, abajo la
gusanera, y así por el estilo.
No, los cubanos quieren viajar, pasear, lucirse, y regresar a la
ciénaga, al barracón. Y es que, como ya lo planteó en una película
sumamente sobrecogedora la cineasta italiana Liliana Cavani, las
víctimas, después de haber pasado largo tiempo bajo la bota del opresor
y sojuzgadas por el verdugo, terminan dependiendo irremediablemente de
ellos. No pueden vivir sin ellos. No sabrían vivir en libertad y sin que
los machaquen a diario.
Estas víctimas cubanas tienen algo curioso, les fascina el martirio,
pero también la pacotilla, la ropa de marca, conocer el mundo sin pagar
un centavo por ello, dar conferencias (a lo que aspiran unos cuantos
inventados), cobrar y volver al redil a pagarle al amo, como los
carneros que son. Oh, no, pobres carneros, no puedo rebajarlos a tanto.
http://www.libertaddigital.com/opinion/zoe-valdes/los-cubanos-quieren-viajar-y-pasear-66011/
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