La nueva muerte de Fidel Castro
[21-10-2012]
Carlos Alberto Montaner
Escritor y periodista y analista político
(www.miscelaneasdecuba.net).- Cada cierto tiempo se esparce el rumor de
la muerte de Fidel Castro. Es casi una costumbre. Rutinariamente, los
medios de comunicación ponen al día sus obituarios y se preparan para el
gran entierro. Esta vez "la noticia" partió de Venezuela y parecía
verosímil. Fidel llevaba varios meses en silencio total y se decía que
era la consecuencia de un severo episodio cerebro vascular que casi lo
había liquidado. .
Como se trata de un anciano de 86 años gravemente enfermo, no era nada
sorprendente. A estas alturas, lo extraño no es su muerte, sino su terca
insistencia en mantenerse vivo. Parecía acertado morirse en el 50
aniversario de la Crisis de los Misiles. Todo un amable detalle histórico
Al fin y al cabo, se sabe que su mausoleo está listo en el cementerio de
Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, a 765 kilómetros de La Habana, muy
cerca de la tumba que guarda los restos mortales de José Martí. Se sabe,
también, que el muy previsor Raúl Castro tiene escrito el parte de
prensa y muy ensayada la liturgia del esperado deceso. Si hay algo que
no va a sorprenderle es la muerte de su hermano. Él es una persona
organizada. Siempre ha estado pendiente y dependiente de Fidel, y así
será hasta el último minuto. No ignora que Fidel le moldeó totalmente su
existencia desde que era un adolescente. Cuando Raúl piensa o dice que
"le debe la vida a Fidel" es algo rigurosamente cierto. Fidel "lo hizo"
de punta a rabo, como el escultor que talla una figura de madera. Como
Gepeto hizo a Pinocho.
Probablemente, primero el féretro será velado en La Universidad de La
Habana o en la Plaza de la Revolución. Le harán guardia de honor algunos
de los más vistosos veteranos de Sierra Maestra que lo sobrevivan. Luego
el cadáver recorrerá la carretera central desde la capital hasta
Santiago de Cuba, la ciudad de donde partió a hacerse cargo del poder el
1 de enero de 1959. A Fidel, muy cauteloso, le tomó una semana hacer ese
recorrido rodeado por multitudes entusiastas. Desandar ese camino, ya
muerto, pero cubierto por la bandera cubana, le tomará algo menos, pero
también será una marcha lenta. Si examinan el ritual comprobarán que los
muertos, en todas partes, siempre van despacio. Dentro de la
escenografía revolucionaria, ese último acto, cargado de simbolismos,
tiene cierta importancia. Genio y figura, nunca mejor dicho, hasta la
sepultura.
No tiene sentido suponer que Raúl Castro esconderá la muerte de su
hermano. ¿Con qué objeto? Él tiene en sus manos todos los resortes del
poder. Cuando ocurra, a las pocas horas de ser notificado el
general-presidente, las emisoras de radio comenzarán a tocar marchas
militares y temas fúnebres, y algún locutor consternado anunciará con
voz engolada la hora en que el portavoz del gobierno, o el propio Raúl,
se dirigirá a la nación para hacer un anuncio importante. En ese
momento, ya todo el mundo supondrá de qué se trata y la noticia,
deliberadamente filtrada, será recogida por todas las agencias de prensa
internacionales.
Desde el punto de vista psicológico el suceso tiene mucha importancia.
Tres generaciones de cubanos han nacido y crecido a la sombra de Fidel.
Aunque todo el mundo espera su muerte, la noticia será un mazazo y el
régimen hará todo lo que esté a su alcance para subrayar el dolor de la
población, como hicieron en Corea del Norte cuando murió Kim Il Sung o
en España tras la muerte de Franco. El duelo, piensan, sirve para
cohesionar a las masas.
¿Y qué va a pasar entonces? Sin duda, seguirá, inexorable, el proceso de
abandono y negación del caudillo muerto. Ocurre siempre. Si no lo hace
el propio Raúl, lo hará su sucesor. Stalin, que era como Dios en la
URSS, se murió en marzo de 1953 en medio de un millón de promesas de
adhesión eterna a su memoria. Su gloria sólo duró hasta febrero de 1956.
Durante el Vigésimo Congreso del Partido Comunista hicieron trizas su
memoria. A Fidel le ocurrirá lo mismo.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=37421
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