Publicado el jueves, 07.12.12
Tábula rasa
Alejandro Ríos
En cierto momento inquietante del documental Espacios inacabados,
estrenado con éxito durante el pasado Festival Internacional de Cine de
Miami, nos enteramos de que uno de los arquitectos de las legendarias
Escuelas de Arte de Cubanacán, comenzadas a construirse en los años
sesenta sobre el terreno usurpado al Country Club de La Habana y nunca
terminadas, fue detenido y expulsado del país, por entonces acusado de
agente de la CIA.
Con el paso del tiempo se supo que era una de las tantas inculpaciones
infundadas del joven gobierno castrista que ya se especializaba en este
tipo de descréditos para desembarazarse de los indeseados.
Las escuelas que habían sido ideadas por el propio Fidel Castro y su
camarada de armas Ernesto Guevara, un día de asueto donde intentaron
jugar golf en aquella verde campiña de la próspera burguesía cubana,
contaron con el concurso de dos arquitectos extranjeros, simpatizantes
de la revolución, y un cubano que, a la sazón, también se encontraba
trabajando en otro país.
En un principio recibieron el espaldarazo del régimen, mientras la idea
les servía de pura propaganda internacional para sus designios. Los
arquitectos no repararon en la eventualidad de dicha circunstancia,
cegados por la malsana seducción de los guerrilleros de la Sierra
Maestra, echaron a volar sus más imaginativos sueños de diseño y no
escatimaron recursos e inventiva hasta que cayeron en cuenta que la
escasez e indolencia, caras al socialismo, comenzaban a horadar sus
potencialidades creativas.
Las Escuelas de Arte de Cubanacán terminaron como la "fiesta del
Guatao". Se interrumpieron las obras por inoperantes y pretenciosas,
"faraónicas", según los burócratas del régimen. Al final, uno de los
arquitectos fundó familia en Cuba y vivió años marginado, el otro fue
expulsado por "agente" y el criollo se exilió en París.
Al defenestrado, Vittorio Garatti, de 85 años de edad, nadie le ha
ofrecido disculpas públicas por la calumnia y, de hecho, ha regresado
tan orondo a la isla y hasta hace poco pretendía participar en las obras
que concluyeran su parte en el conjunto de edificios, específicamente la
Escuela de Ballet, para lo cual no ha escatimado en decir que debido al
"bloqueo" de Estados Unidos a Cuba la institución educacional nunca pudo
terminarse.
Hijo del maltrato casi patológico, Garatti ha debido escribir tres
cartas, sin respuesta, a los dictadores Castro en términos muy
revolucionarios y adulatorios para que no lo dejen fuera de la
reconstrucción que, según noticias llegadas de ultramar, ha caído en
manos del famoso arquitecto británico Norman Foster y su compañía, a
solicitud del bailarín cubano del Royal Ballet de Londres, Carlos
Acosta, quien desea crear un Centro Cultural en la accidentada Escuela.
Garatti presume que lo van a dejar fuera, otra vez, aunque un
funcionario de la empresa cubana ATRIO ha declarado que lo mantienen al
tanto de todos los pasos que se toman al respecto, lo cual no parece ser
cierto cuando el agraviado ha enviado la correspondencia a sus otrora
verdugos y concede una entrevista a Diario de Cuba donde declara,
iracundo, que tiene el derecho de autor y no se pueden hacer
modificaciones sin su consentimiento.
El régimen parece estar apostando a la vejez y deteriorada salud de
Garatti para acometer la transformación del "monumento nacional", sin
mayores consultas. Ahora mismo miembros de la intelectualidad cubana
intercambian airados e inútiles emails por no haber sido tomados en
cuenta en el proyecto.
Al igual que hiciera el arquitecto italiano en los años sesenta, cuando
aceptó, sin chistar, construir sobre terreno robado, los nuevos
implicados vuelven a seguir los preceptos de la dictadura de irrespeto
por la propiedad ajena. Mañana le echarán la culpa a los enemigos de la
revolución por haber tomado tan desacertadas decisiones.
http://www.elnuevoherald.com/2012/07/12/1250328/alejandro-rios-tabula-rasa.html
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