Crítica
Por una esfera pública cubana
Gerardo Muñoz
Gainesville 16-07-2012 - 11:20 am.
A propósito del más reciente libro de Rafael Rojas: Cuba tendría que
aprender tanto de las tradiciones democráticas-liberales como de la
nueva diversificación de gobiernos progresistas latinoamericanos.
Rafael Rojas. (EL PAIS)
La máquina del olvido: mito, historia y poder en Cuba es el más reciente
libro de Rafael Rojas. Luego de su premiado Las repúblicas de aire
(Taurus, Madrid, 2009) que aborda críticamente la historia de las
independencias latinoamericanas, Rojas ha resuelto retomar la discusión
sobre Cuba en esta publicación que recoge ocho ensayos sobre los temas
más diversos de la vida intelectual y cultural cubana.
La metáfora que da título al libro (máquina del olvido), y que proviene
del Discurso sobre el colonialismo (1955) de Aimé Césaire, condensa una
de las ideas que atraviesa todos los ensayos de este indispensable
libro, y que desde ya podemos acotar en forma de pregunta: ¿es posible
rescatar del olvido esa memoria de los pasados cubanos luego de su
confiscación por el Estado cubano a partir de la Revolución de 1959?
La respuesta del historiador cubano, como veremos, será positiva, y para
ello interviene en múltiples áreas del saber, disciplinas sociales,
discursos y tradiciones intelectuales. La gran diversidad y el aliento
intelectual que destila esta colección de ensayos radica, por encima de
la ideología que uno suscriba en el tema cubano, en la marca decisiva
que la escritura y pensamiento de Rojas ha dejado en el campo
intelectual cubano, así como en las discusiones políticas que en los
últimos años han comenzado a brotar sobre el futuro de la Isla.
La mayor parte de los ensayos que integran La máquina del olvido han
sido publicados anteriormente en revistas, esbozados en conferencias, o
bien en forma de intervención pública, aunque en el libro se presentan
como una constelación de temas contiguos que activan discusiones e
interrogaciones de toda índole.
De la historia intelectual al debate constitucional, de la historia de
la diplomacia a la discusión de las normas de la discusión intelectual,
la propia manera en que Rojas ha interpelado el relato oficial cubano y
sus dispositivos simbólicos aparece inmediatamente desde un abanico de
estrategias y disciplinas. Aquí encontramos una marca que, para los que
hemos leído las obras anteriores del historiador cubano, lo separa de
sus previas publicaciones. A diferencia de Tumbas sin sosiego (Anagrama,
Barcelona, 2006) o Motivos de Anteo (Colibrí, Madrid, 2008), es mérito
de Rojas presentar la fragmentación de la cubanidad actual desde la
pluralidad de discursos y saberes. Por eso a quienes señalen que el
libro carece de organicidad, puede replicárseles que justamente esa
falta es uno de sus méritos colaterales.
Al discutir a un ensayista de la envergadura de Rafael Rojas, quien ha
atravesado la historia intelectual cubana durante las últimas tres
décadas dejando amplias resonancias, es difícil no leer su nueva obra a
la luz de sus previas publicaciones y sus conocidos ademanes. Por eso
comenzamos en el orden las novedades. Ensayos como "Soledad
Constitucional" o "El derecho de nacer" sorprenden, no por los manejos
que Rojas hace de saberes disímiles, sino por trascender lo que ha sido
su propio marco de referencias (la historia intelectual y la alta cultura).
En el caso de "La soledad constitucional", Rojas se aproxima a la
disciplina del derecho constitucional comparado y desde allí interroga
la excepcionalidad del régimen cubano durante las últimas cinco décadas.
"El derecho de nacer" —quizás el ensayo mejor pensado de la colección—
trabaja sobre los dilemas de la construcción simbólica de la legitimidad
durante los años previos a la Revolución Cubana de 1959 y sus efectos
posteriores. Aunque las referencias intelectuales en este ensayo siguen
siendo claves (la poesía de Nicolás Guillen, un ensayo de Félix Pita
Rodríguez, o el diario de Lorenzo García Vega), el núcleo de la
discusión aparece de pronto a través de una inteligente y poco común
discusión del impacto simbólico que generó la radionovela El derecho de
nacer, y la manera en que construyó el paso de la ilegitimidad cultural
del nihilismo republicano a la legitimación inmune del nuevo proceso
revolucionario. Es una lectura sustentada tanto desde una aguda
teorización (Esposito, y los discursos sobre la comunidad) como desde un
profundo trabajo sobre materiales y voces culturales.
Además del estudio que se preocupa sobre el derecho constitucional, la
mirada sobre la cultura popular amplía el foco del debate y marca una
diferencia substancial con los previos estudios republicanos de Rojas
que, desde la alta cultura, hicieron legibles los imaginarios de la
historia política cubana del pasado siglo.
Ensayos como los dos previamente citados o incluso los que cierran el
libro ("Lenguas prohibidas" y "Futuros de Cuba"), pudieran leerse como
respuestas implícitas a quienes han leído al autor de El arte de la
espera como historiador solo interesado en la historia republicana,
poseedor de único discurso liberal, o portador de credenciales de una
elite letrada. La pluralidad que imagina y que discute Rojas a lo largo
de este ensayo no aparece solo dibujada desde áreas temáticas, sino
desde la multiplicación de gestos de la escritura y desde la inclusión
de tópicos y discursos intelectuales contemporáneos.
Es el caso de las referencias comunistas y neo-marxistas, quizás por ser
la estrategia más notable y sintomática de los más recientes ensayos de
Rojas. Sin estar propiamente ceñido a ninguna de las voces que
predominan en el debate de la izquierda contemporánea, Rojas ha cedido
un espacio muy notable en la discusión a los teóricos neo-marxistas
(Alain Badiou, Slavoj Žižek, Jacques Ranciere, o Ernesto Laclau) a la
hora de abordar las discusiones del socialismo cubano.
La escasa circulación de estas voces teóricas en el interior de la Isla,
así como la continuidad de la ideología del partido único, es una de las
formas que Rojas ha desarrollado para interpelar de una manera
categórica —con las mismas armas del enemigo, dirían algunos— esa
máquina que tonifica el discurso oficialista. Así, Rojas ha puesto sobre
la mesa de la discusión, no solo la tradición liberal, sino también las
tradiciones plurales del marxismo que circulan en el debate intelectual
en muchos países de Occidente. Esta importante matización termina
favoreciendo tanto a la tradición liberal como a los marxismos
contemporáneos, quienes merecen dialogar y canjear lo mejor de de sus
tradiciones.
Sin embargo, el gran tema de este libro no es propiamente el
neo-marxismo o el comunismo en su versión marxista-leninista en Cuba,
sino las fisuras que el relato simbólico de la Revolución ha comenzado a
manifestar en los últimos años. En los ensayos "Contra el relato
oficial" y "Dilemas de la nueva historia", Rojas muestra la manera en
que la construcción histórica de la Revolución ha topado un llamativo
cansancio en las recientes publicaciones biográficas (La victoria
ofensiva y La contraofensiva estratégica, 2010) del propio Fidel Castro.
En su reverso, se explicitan avances en la nueva historiografía cubana,
que ha venido estudiando la diversidad del pasado republicano y
autonomista, los desmanes teleológicos de la historia, y la propia
revalorización de los actores de la Revolución de 1959 (aunque en esta
última, Rojas no vacila en subrayar que la mayor parte de las
investigaciones se están llevando a cabo fuera de la Isla).
Ante este nuevo escenario, pudiéramos decir que el debate sobre los
pasados y futuros en Cuba ya se han comenzado a perfilar desde las más
diversas afinidades teóricas y compromisos ideológicos, pero con la
diferencia de que se aíslan de los intereses que han marcado y
empobrecido el debate sobre Cuba, no solo por parte del Estado
unipartidista, sino también de los oscuros intereses foráneos que
normalizan la distribución de saberes y sus sentidos comunes.
Debido a ello, la pregunta lógica que se deriva de estas nuevas
prácticas historiográficas e intelectuales interroga la posibilidad de
una esfera pública cubana más allá de las categorías de nación,
diáspora, e ideologías opuestas.
Bajo el signo de la pluralidad y diversidad, Rojas piensa que la merma
simbólica del poder en Cuba pudiera hacer posible una diversificación
inteligente y normativa de estos saberes tanto sobre los pasados como
sobre los futuros. Esta pregunta se coloca como la alternativa que Rojas
sugiere a partir de las lecturas de la historia y los distintos modos de
deconstruir el relato oficial, aunque también como punto central de
polémica ante sus lectores.
La pregunta acerca de una esfera pública global ha sido tema de densa
discusión intelectual en los últimos años, pero en algunos casos (léase
por ejemplo Susan Buck-Morss en "A global public sphere?") es la unidad
de un nuevo cosmopolitismo, y no la diversidad de opinión, lo que genera
la posibilidad de un diálogo que logre superar las lógicas de las
diferencias culturales, raciales, o postnacionales. Por eso habría
también que pensar la manera en que este debate "diverso y plural" del
caso cubano, a la manera que quiere Rojas, se vincule con lo mejor de
los procesos políticos de unidad popular latinoamericano, o que discuta
sobre las insuficiencias que el capitalismo en su fase neo-liberal ha
dejado en el seno de las sociedades postindustriales.
¿Podemos acaso pensar nuestra diversidad dentro de una unidad que se
enfrente críticamente a los retos de la ciudadanía global, ahora que
cada vez es más frágil tejido de la sociedad civil en el centro mismo de
las democracias occidentales? Esta sería tan solo una de las preguntas
para expandir un sano debate con la fórmula que genera el argumento de
la diversificación política e ideológica en el libro de Rojas.
Por eso, a la par que llevamos a fondo la crítica del aparato simbólico
por el cual el relato oficialista ha encontrado fuentes de legitimación,
debemos incluso extender nuestra crítica más allá de la crítica de
Estado, y situarlo en el seno mismo de la herencia que hoy va dejando el
neo-liberalismo y la globalización en buena parte del planeta. De este
modo, junto con la crítica de la soledad constitucional cubana,
tendríamos que agregar lo muchísimo que Cuba tendría que aprender de los
proyectos populares latinoamericanos que han "descubierto", al decir de
Álvaro García Linera, otras formas de pensar la relación Estado y
sociedad civil, nuevas subjetividades políticas y participación popular.
En un no muy lejano futuro de Cuba —y mucho más en un presente de cara a
las medidas del raulismo— no se podría ignorar la enorme ebullición del
debate en la esfera pública latinoamericana frente a los medios de
comunicación, los movimientos sociales, y la disputa de los mercados.
Este espacio pudiera activar cajas de resonancias interesantísimas para
repensar los contornos de una América Latina plural y acorde con los
problemas de la pobreza y redistribución de la riqueza.
Como parte integral de América Latina, Cuba tendría que aprender tanto
de las tradiciones democráticas-liberales como de la nueva
diversificación de gobiernos progresistas latinoamericanos y de los
discursos que emanan de ellos. La tarea quedaría incompleta si Cuba no
vuelve a ser situada en la recomposición del nuevo mapa geopolítico
latinoamericano.
La escritura de Rafael Rojas nunca nos deja indiferente, y eso habla de
la manera en que estilo y pensamiento, como quería buena parte de la
tradición letrada moderna, se funden en lo que es hoy una de las
propuestas ensayísticas más profundas de las que contamos para las bases
de nuestro debate. Algo de eso tiene también un libro como La máquina
del olvido, ya que puede ser leído por estudiosos, así como por lectores
interesados en la actualidad de los debates cívicos, culturales, e
intelectuales del ámbito cubano.
Lo importante es que las bases ya están dadas, así como el énfasis sobre
el lenguaje y sus formas expresivas. Como todo gran debate, éste
ocurrirá sobre los modos del habla, y mediante nuestra capacidad de
poder activar nuevas lenguas e incluso emancipar otras viejas. Solo
quedaría pasar de lo imaginario a lo actual con el deseo de materializar
esa transformación que Rojas augura y que recogemos con el mejor de los
entusiasmos: "De producirse una apertura de la esfera pública en la
Isla, donde puedan circular todas las lenguas políticas contemporáneas,
no sería extraño que más de un marxista y más de un liberal se ponga de
acuerdo en la reforma de ese Estado".
Rafael Rojas, La máquina del olvido: mito, historia y poder en Cuba
(Taurus, Ciudad de México, 2012).
http://www.diariodecuba.com/de-leer/por-una-esfera-publica-cubana
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