Payá sabía que su vida estaba en peligro
Durante más de medio siglo tanto Fidel como Raúl Castro siempre han
encontrado la forma de fusilar, encarcelar, o desaparecer a los que
cuestionan su derecho a gobernar de por vida.
Guillermo I. Martínez / Especial para MartiNoticias
julio 25, 2012
La noticia de que el disidente Oswaldo Payá Sardiñas había muerto me
pegó como si me hubieran dado una patada en el estómago. Por segundo año
consecutivo un disidente cubano galardonado con el prestigioso premio
Andrei Sajarov por su lucha por los derechos humanos moría en Cuba.
El año pasado fue Laura Pollán, fundadora de las Damas de Blanco. Ella
murió de un ataque al corazón, poco después que un auto chocara contra
su automóvil. En el caso de Payá fueron dos choques.
El primero ocurrió en La Habana el mes pasado y Payá salió vivo según él
"de milagro". El segundo cerca de la ciudad de Bayamo fue el domingo
pasado. En esta moriría Payá, fundador del Movimiento Cristiano
Liberación (MCL), y Harold Cepero, un joven miembro del mismo partido.
Otras dos políticos, el español Angel Carromero y el sueco Jens Aron
Modig, sobrevivieron. Sólo ellos podrán decir si el incidente fue
provocado por un auto patrulla del gobierno que los embistió hasta
sacarlos de la carretera, como dice Rosa María la hija de Payá, o un
accidente como dice el gobierno.
Lo único cierto es que hoy el régimen de los hermanos Castro tiene a un
disidente menos con quien lidiar. Durante más de medio siglo tanto Fidel
como Raúl Castro siempre han encontrado la forma de fusilar, encarcelar,
o desaparecer a los que cuestionan su derecho a gobernar de por vida.
En los primeros años la revolución cubana fusilaba o encarcelaba por
décadas a sus enemigos. En un momento Amnistía Internacional llegó a
decir que Cuba tenía más presos políticos per cápita que ningún otro
país del mundo.
Después vinieron las turbas del gobierno. No importa si los que
protestaban eran blancos o negros, hombres o mujeres. Si hacían mucha
bulla, las turbas les entraban a palo y pedrada. Ahora los oponentes
del régimen mueren en huelgas de hambre en las mazmorras cubanas, o
tienen trágicos accidentes.
Hace años que Payá no era de los que más llamaban la atención pública.
En el 2002 Payá creó el Proyecto Varela y consiguió más de 25,000 firmas
para pedirle a la Asamblea Nacional que le diera más libertad al pueblo
cubano. No le hicieron caso.
Al año siguiente la Asamblea Nacional decretaba que el sistema
socialista de Cuba era "irrevocable" y en abril del 2003, muchos de los
miembros del MCL fueron encarcelados por el régimen en lo que se llamó
la "primavera negra". La mayor parte de ellos fueron liberados y
forzados a irse de Cuba con sus familiares.
Payá nunca quiso vivir en el exilio. A él le dieron permiso a salir de
Cuba a recibir el premio Sajarov. Vio a gobernantes en Europa y en
Estados Unidos se reunió con el Secretario de Estado Colin Powell.
Estuvo en Miami donde algunos grupos del exilio no confiaban en su
esfuerzo por dialogar el cambio en Cuba en forma pacífica. Payá prefirió
volver a la isla; a las constantes pesquisas y a un gobierno que
vigilaba todos sus movimientos.
El sabía que su vida estaba en peligro. Se lo había dicho a su esposa
Ofelia Acevedo Maura hace poco. Lo que no sabía es las enormes
repercusiones que su muerte ocasionó en Cuba y en todo el mundo. El
Cardenal Jaime Ortega, a quien Payá había criticado fuertemente, por ser
demasiado débil en sus posiciones frente al régimen, pronunció la
homilía a Payá en la Iglesia de El Salvador del Mundo, en el barrio
capitalino de El Cerro, donde el disidente oía misa todas las semanas.
Cientos de cubanos se congregaron en la iglesia y gritaron a voz en
cuello "Libertad, Libertad, Libertad". Afuera del templo, agentes de
seguridad del gobierno repartían golpes y arrestaban a más de 50
disidentes, a quienes montaron por la fuerza en dos autobuses para
sacarlos del lugar. Uno de ellos era Guillermo Fariñas, el único
disidente cubano en haber recibido el premio Sajarov que aún vive.
El presidente Barack Obama, su rival el republicano Mitt Romney, el
líder del Movimiento Solidaridad de Polonia, Lech Walesa, el primer
ministro de España Mariano Rajoy y hasta el Papa Benedicto XVI elevaron
sus voces en protesta por la muerte de Payá.
Carlos Saladrigas, co-presidente del Cuba Study Group que respaldó a
Paya en llevar a cabo el Proyecto Varela, dijo: "Payá era un patriota y
un amigo personal su independencia era admirable. El era el disidente
más importante en Cuba".
Miles de exiliados cubanos se congregaron el martes en la noche en la
Ermita de la Caridad del Cobre en Miami a orar por Payá. Al morir logró
lo que no pudo hacer en vida: unir el sentir de un pueblo a ambos lados
del Estrecho de la Florida que reclama la libertad de Cuba.
Guillermo I. Martínez reside en el sur de la Florida. Su dirección
electrónica es: Guimar123@gmail.com
http://www.martinoticias.com/content/article/13114.html
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