Opinión
¿Mafia blanca vs. Mafia verdeolivo?
Miriam Celaya
La Habana 20-07-2012 - 7:31 pm.
La detención del director de un hospital habanero lleva a preguntar por
la utilización política de la medicina.
El más reciente entre los muchos silenciados escándalos de corrupción
que por estos días recorre las redes noticiosas informales es la
detención del director del hospital Calixto García, de la capital
cubana, quien —se dice— no solo encabezaba una pequeña agrupación de
médicos que realizaban intervenciones quirúrgicas "por la izquierda" en
el mencionado hospital, cobrando en divisas a los pacientes que
utilizaban dichos servicios, sino que además había instalado toda una
clínica privada en la que se realizaban cirugías estéticas, ya fueran
implantes de senos, de glúteos y de labios, o liposucciones.
A falta de más datos, solo se puede especular, con todos los sesgos que
suelen tomar los comentarios cuando no existe confirmación ni negación
de los hechos por parte del monopolio de los medios. Así, hay quienes
dicen que se trata de un grupo de médicos que utilizaban los recursos
del propio hospital para atender a los pacientes; otros, por el
contrario, aseguran que existía toda una red de proveedores que, desde
el extranjero, garantizaban lo necesario para el sostenimiento de la
clínica y la calidad de las intervenciones.
Hasta el momento, solo se trata de rumores, aunque tampoco hay que
descartar que si éstos desbordan demasiado las cotas de la realidad
probablemente los medios oficiales se permitan una escueta y oblicua
nota sobre los hechos. No obstante, la experiencia demuestra que las
autoridades siempre han preferido no informar de lo que afea el mito más
conspicuo de la revolución: la salud pública. Baste recordar que solo
unos meses atrás —por la misma causa— hubo una purga en el hospital
Hermanos Ameijeiras, también de la capital.
Ahora bien, más allá de lo punible del caso en sí en un país donde no
existe posibilidad alguna de establecer una demanda contra la mala
práctica médica en caso de complicaciones post operatorias o incluso
cuando se produce la muerte del paciente —es sabido que en Cuba no se
conoce de un solo ejemplo en que un médico haya sido llevado a juicio o
haya perdido su licencia para ejercer la medicina por responsabilidad en
la minusvalía, limitación absoluta o fallecimiento de un paciente—, este
acontecimiento vuelve a poner sobre el tapete la cuestión de la medicina
pública y la pertinencia de introducir la medicina privada como
alternativa, a fin de garantizar determinados controles sanitarios y
obtener los beneficios que se derivan, tanto de un servicio que se
pagaría legalmente como de los impuestos que dicho sector tendría que
aportar, y que bien podrían revertirse en función de mejorar el servicio
de la medicina pública.
Tampoco sería una novedad. La República, llamada "mediatizada" por los
más enconados servidores de este medioevo instaurado en 1959, fue
testigo de considerables avances de salud, tanto en la medicina pública
como en el sector privado. En este último caso existieron servicios de
clínicas de diferentes niveles y para todo tipo de servicios, por lo que
muchos hijos de obreros y de amas de casa (incluyendo los que nacimos en
el fatal año del "triunfo", y también algunos de los que llegaron poco
después) vimos la luz en clínicas privadas.
Las cooperativas médicas prestaban entonces un servicio completo de
diagnóstico, tratamiento y atención general o especializada, además de
realizar operaciones, con una calidad que distinguía a la medicina
cubana entre las mejores de este hemisferio.
De cualquier manera, si alguien debería ser juzgado y condenado es el
Gobierno que convirtió la medicina en el vehículo más expedito para sus
intereses políticos y en las últimas décadas en uno de sus rubros
económicos. Los especialistas de salud son hoy por hoy el sector más
manipulado y explotado de todos los empleados cubanos.
Poniéndonos ahora del otro lado, es decir, del que ocupan los miles de
médicos que trabajan en pésimas condiciones por un salario misérrimo;
que se enrolan en "misiones" político-sanitarias impulsadas por el
propio Gobierno, arriesgándose a contraer enfermedades o incluso a
perder la vida, aportando —de paso— pingües beneficios económicos al
Estado; resulta natural que los profesionales que tienen la posibilidad
y el talento de ganarse la vida ejerciendo sus especialidades lo hagan.
¿Condenable el caso del director del Hospital Calixto García? Sí, si esa
práctica implica afectar la asistencia a los más desposeídos o si
existió algún riesgo para la salud o la vida de los pacientes atendidos
fuera del sistema.
Tampoco debemos olvidar que ser pacientes "dentro" de éste no supone
garantía alguna. Pero la condena mayor debería recaer sobre las
autoridades, en especial sobre la casta de las charreteras, ésa que
medio siglo atrás se apropió absolutamente de todos los recursos del
país, de vidas y haciendas, incluyendo en el botín a esos propios
médicos; la casta que mutiló la capacidad de los cubanos para producir
su propio bienestar.
Los médicos cubanos son, con mucho, los esclavos más valiosos de esta
plantación, moneda de cambio para comprar combustible y para la
propaganda política, rehenes permanentes del Gobierno.
Todavía veremos muchos más casos de corrupción e ilegalidades, sobre
todo mientras en Cuba haya más prohibiciones que leyes u oportunidades.
El desorden que vive el país en medio de la descomposición del "modelo"
hace pensar en una especie de toque a degüello en el que cada quien
procura una tajada, principalmente los supuestos árbitros del orden, que
han guardado para sí la mayor y más jugosa.
Por mi parte, ante la frecuencia y generalización del desastre, suelo
recordar a mi difunta abuelita y uno de sus más usuales chascarrillos:
"Ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón".
http://www.diariodecuba.com/opinion/12158-mafia-blanca-vs-mafia-verdeolivo
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