La isla de los legrados
Viernes, 15 de Junio de 2012 02:46
Escrito por Víctor Manuel Domínguez
nefasto_lg5-copiaCuba actualidad, Centro Habana, La Habana, (PD) El club
reproductivo Salvar la especie humana: ser madre y no morir en el
intento, fundado por los funcionarios masculinos de la ONG londinense
Save the Children, prepara una gira de promoción por las salas de
maternidad cubana, con el objetivo de que sus esposas y hermanas vengan
a parir a la isla.
Deslumbrados por los niveles de salud y educación, además de las
posibilidades económicas y los derechos políticos que disfrutan las
gestantes en Cuba, aseguran que no existe un mejor lugar para ser madre
en América Latina que acá en la isla de los legrados.
Y está demostrado que no existe país, islote o callejón con más enjundia
para parir, criar una prole o envejecer y gozar que acá en Cuba.
Nadie en sus cabales revolucionarios o en sintonía satelital con los
funcionarios de la ONG británica, puede negar los chances, filones y
otros sinónimos de la oportunidad para disfrutar a plenitud la bendición
de ser madre.
Si la mayoría de las cubanas se niegan a parir no es porque compartan
por obligación un cuchitril con tres generaciones familiares, el salario
le alcance sólo para comprar un paquete de pañales al mes, porque
adquirir la cuna requiera un año de empleo y raterismo infructuoso, o
porque al niño le suspendan el derecho a compotas y leche entre los once
meses de nacido y los siete años de edad.
Tampoco por temor a la falta de hierros para la criatura, pues la cuota
de polvo de cabilla que proveniente del techo consumen estas mujeres
cada día en su mazmorra-hogar, es suficiente para vivir saludable al
menos por ciento veinte años, por supuesto, si antes no le cae el techo
en la cabeza.
Según el sicólogo Bienvenido Masoch, si las cubanas no paren es porque
son solidarias con el sufrimiento de las aborígenes que encontró Colón
pariendo encima de una cama de yagua, o a la orilla de un río en la
entonces isla de Guhanahaní, sin tener siquiera una shopping donde
comprar lo imprescindible para el bebé, y menos una cartilla de
racionamiento que les garantizara la alimentación.
"Es duro disfrutar de la maternidad cuando ellas conocen que sus
tatarabuelas tenían que lavarse en un arroyo sin la facilidad que existe
hoy de andar con un pomo de agua en el bolso para el aseo personal en
cualquier sala de maternidad, ante la obsesiva tupición de los
inodoros", indicó el también obstetra.
Además, agregó que se sienten abrumadas por el excesivo apoyo del médico
y en especial la enfermera de la familia, que las visita y vuelve a
visitar para decirles: "Mañana entra de Venezuela el estetoscopio para
tomarte la presión." "Me dijeron que el jueves habrá reactivo en
Jaimanitas para tu placa de la cervical", o "En el policlínico de
Fontanar dicen que funciona el aparato de ultrasonido", algo que lacera
la privacidad y toma de decisión de las gestantes.
Como si fuera poco, saber que durante su ingreso en un hospital materno
sólo tendrán que llevar un ventilador para refrescarse, una cuchara y un
tenedor por si pueden comer el engrudo cocido que les sirven; un cubo
para bañarse, una sábana con qué cubrirse, y una colchoneta por si se
han robado el colchón y el alambre está frio, el complejo de culpa que
sienten por la atención primitiva -¡perdón!, primaria- que les prestan,
es imparible.
Y ni hablar del rubor que las cubre al tener la seguridad de un futuro
glorioso para sus hijos, con educación obligatoria y gratuita en todos
los niveles, yogurt a partir de los catorce años de edad, diez huevos
para crecer, un pantalón y un par de zapatos cada tres años, y un DVD
para ver Esta Noche Tonight, con Alexis Valdés y sus invitados.
Pero lo mejor es verlos alcanzar una carrera de médico, profesor o
ingeniero que poco tiempo después, y si los dejan, cambian por las de
chofer de almendrón, chef de una croquetera por cuenta propia, o jefe de
mantenimiento de las máquinas de churro y rositas de maíz, hasta que, ya
jubilados, puedan dedicarse a vender periódicos.
Después de conocer estos avances en la atención materno-infantil cubana,
las condiciones pre y pro partos de las gestantes, el desvelo estatal
por facilitarles lo que necesiten siempre que tengan divisas, familiares
en el extranjero, o un gerente que las inmunice contra el exceso de
confort en que vive una mujer en la isla, ¿quién niega que Cuba es el
mejor país para ser madre y no morir en el intento?
Es decir, que si desean dar a luz en una balsa camino a los Everglades,
en un refugio para inmigrantes en Madrid, bajo una mata de coco en
Tonga, o en un garaje en Estambul, es por rendir homenaje a sus
predecesoras, que parieron, sin quejarse, en medio de la manigua redentora.
Eso se los aseguro yo, Nefasto "El ginecólogo"
Para Cuba actualidad: vicmadomingues55@gmail.com
http://primaveradigital.org/primavera/cuba-sociedad/humor/4339-la-isla-de-los-legrados.html
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