Publicado el lunes, 06.18.12
Fidel Castro y su problema chino
Alejandro Armengol
A la salida del salón principal del restaurante Quanjude en Pekín hay
una gran tarja de bronce, que recuerda al visitante una anotación en el
diario de Mao Zedong. El Gran Timonel señala que el Quanjude es una
gloria de China y como tal debe existir por siempre.
Así que uno respira tranquilo y confiado, porque en la próxima visita a
la capital china es seguro que lo estará esperando un suculento pato
pekinés, la especialidad de la casa, en el restaurante más famoso del
país. El camarada Mao, gran previsor, lo dejó así dispuesto, tanto para
naturales como para extranjeros. Gloria eterna a su nombre y gusto
culinario.
Fidel Castro –quien por cierto ha comido en el Quanjude– ha decidido
seguir tras las huellas de Mao, y presentarnos un pensamiento, una
reflexión, una sugerencia diaria. Al menos hasta el momento. Así que no
es de extrañar que pronto veamos uno de esos breves mensajes suyos
sugiriendo una cafetería, recomendando un restaurante, convirtiendo en
plato nacional cualquier asado.
Podría pensarse que esta modalidad de mini-reflexiones sería la versión
de Twitter adaptada a la mentalidad de Castro. El mundo del tuit es
ajeno a un personaje que ha confundido durante toda su vida la
personalidad pública y la privada. El Twitter es demasiado individual
para él, alquilen que no escribe sino promulga. Por eso el enorme campo
y el limitado espacio de una cuenta de Twitter le es completamente ajeno.
Bajo el manto de productor de máximas, Fidel Castro ha comenzado la
entrega de una serie de expresiones que aparentan encerrar un contenido
moral, en que se sintetiza una norma de conducta, sea como consejo a los
ciudadanos o en la forma de ejemplos de la actuación de líderes
políticos o deportistas. Destaca en ellos esa búsqueda de la síntesis,
casi el ideal del haikú.
En esta labor, Castro asume el disfraz de viejo sabio, consejero de la
tribu, caudal de sabiduría. Pero basta leer un par de estas
mini-reflexiones, para descubrir que la validez universal propia de cada
sentencia se ha transformado en un juego burdo para influir en la actual
situación cubana.
El 11 de junio de este año, al que la prensa llama "ex gobernante
cubano" escribe: "El alemán más revolucionario que he conocido fue Erich
Honecker". Aquí se evidencia el carácter reaccionario de Castro. El
mandato de Honecker fue particularmente represivo para los alemanes
orientales, que sufrieron los rigores de una Stasi más poderosa.
Sin embargo, a los efectos de la situación cubana actual, lo más
interesante viene después, cuando añade:
"Me correspondió el privilegio de observar su conducta cuando este
pagaba amargamente la deuda contraída por aquel que vendió su alma al
diablo por unas pocas líneas de vodka".
¿A quién se está refiriendo Castro? Por la época, y por las diferencias
de entonces, entre los gobiernos de la República Democrática Alemana
(RDA) y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), es
indudable que se refiere a Mijaíl Gorbachov. Pero la acusación de
borrachín a quien cuadra es a Yeltsin.
Es difícil precisar si este mezclar dos políticos tan disímiles obedece
a un desliz o a una actitud soez, aunque resulta totalmente secundario.
Lo importante aquí es que Fidel Castro elogia al retrógrado y denigra al
reformista. Hay que recordar que Honecker siempre se negó a poner en
práctica las reformas que propugnaba Gorbachov.
Más claro aún es el mensaje antirreformista en el texto que Castro
publica el 14 de junio. Al referirse a Deng Xiaoping dice:
"Presumía de hombre sabio y, sin duda, lo era. Pero incurrió en un
pequeño error. 'Hay que castigar a Cuba', dijo un día. Nuestro país
nunca pronunció siquiera su nombre. Fue una ofensa absolutamente gratuita".
¿Por qué lanza ahora esa referencia desfavorable hacia Deng Xiaoping?
Más que un ajuste con el pasado es una advertencia al presente.
No es el único comentario desfavorable a China que ha aparecido en las
últimas reflexiones de Castro. El 9 de junio cita profusamente un
artículo de la BBC, que bajo el título ¿Se desinfla la economía de
China? presenta un escenario de posible crisis económica en el país
asiático. Al final, y en un único párrafo, Castro busca distanciarse del
análisis demoledor de la BBC: "Estoy lejos de compartir este siniestro
infundio yanqui sobre el destino de China". Pero entonces, ¿por qué lo
incluye en un texto que comienza tratando otro tema? Y lo que es más
importante: ¿por qué no lo analiza y critica? Sólo ese párrafo
oportunista, en que hasta parece arrepentirse de lo que acaba de
reproducir; que por cierto, no está tomado de la prensa "yanqui" sino de
la británica.
Nunca hasta ahora, desde que supuestamente renunció al poder, Fidel
Castro había hecho tantas referencias reiterativas en contra de un
pensamiento reformista, que éstas se manifiesten de forma indirecta no
les resta importancia, en un país donde es costumbre la lectura entre
líneas y la interpretación de gestos.
¿Evidencia todo esto un desacuerdo o disputa entre Fidel y Raúl Castro?
Cabe pensar todo lo contrario, que el hermano mayor está protegiendo al
más chiquito, para que no lo critiquen por no hacer algo para cambiar la
situación del país. Porque ninguno de los Castros es reformista. En Cuba
no ha surgido un Gorbachov –por favor, no me vengan con el cuento de
Ochoa– ni parece posible que aparezca pronto en el escenario. Cabe la
posibilidad de que primero surja un Putin.
http://www.elnuevoherald.com/2012/06/18/v-fullstory/1229628/alejandro-armengol-fidel-castro.html
No comments:
Post a Comment