Comentarista sin comentario
Viernes, Junio 15, 2012 | Por René Gómez Manzano
LA HABANA, Cuba, junio, www.cubanet.org -Dentro del desolador panorama
de la prensa televisiva del castrismo, se destacan los comentaristas de
temas nacionales. Su actividad se limita a un reportaje semanal (los
martes) de algunos minutos de duración, pero aún así su trabajo no es
fácil; no por gusto los altos jefes y ex jefes, incluyendo a Fidel
Castro en sus conocidas reflexiones, eluden abordar esas cuestiones tan
escabrosas.
El Máximo Líder puede dedicar extensos artículos a trazar —por ejemplo—
las grandes estrategias para librar a la Humanidad del flagelo del
hambre, pero tiene la astucia de soslayar los temas del
desabastecimiento y la escasez entronizados en nuestro archipiélago,
tropical y feraz, por el sistema que él dirigió durante medio siglo.
A los flamantes comentaristas de temas nacionales les está vedada esa
posibilidad. Ellos hacen recordar al protagonista de la novela Oficio de
Difuntos: aquel sacerdote forzado a ocupar la tribuna para hacer el
panegírico del odiado tirano muerto, mientras los otros cómplices de
éste se escondían entre la multitud anónima de espectadores,
Durante años, la ingrata tarea estuvo encomendada al señor Antonio
Resíllez. ¿Su estilo? Loas desenfrenadas, silencios ensordecedores y
justificaciones peregrinas a los problemas del país; todo ello en un
tono compungido y plañidero, que se exacerbaba cuando aludía al mandón
de turno.
Había que ver y oír al inefable colega cuando mentaba al "compañero
Fidel", mientras inclinaba la cabeza hacia un lado, entornaba los ojos y
empleaba un metal de voz particularmente gemebundo, como pidiendo perdón
por hipotéticas culpas ajenas: las de los ingratos (¡que jamás
mencionaba de modo expreso, por supuesto!) cuyos cerebros, pese a toda
la abnegación y el sacrificio del Máximo Líder, osaban cuestionar su
ejecutoria.
Al pasar la jefatura al hermano menor, se tomó la sensata decisión de
desaparecer de las pantallas a Resíllez, y sobrevino un largo
paréntesis. Al cabo del tiempo, esas funciones pasaron a Talía González.
Hay que reconocer que el cambio fue para mejorar. Y no sólo por su más
grata presencia mediática —algo obvio—, sino también por su enfoque
menos tendencioso de los problemas.
Por supuesto que no estoy hablando de cuestionamientos al régimen
imperante. Tal cosa es impensable para un comunicador oficialista
cubano, máxime en la televisión. Pero la colega, sin poner en dudas la
perfección del sistema ni de su liderazgo, no elude hurgar en el
sinnúmero de tragedias pequeñas y grandes que agobian al cubano de a pie.
Ejemplo de ello lo tuvimos el pasado martes 5, cuando Talía hizo un
reportaje en el que tocó el secretismo de las tiendas en divisas, en
varias de las cuales trató en vano de entrar para filmar con su equipo.
Tal posibilidad se la vedaron los empleados, quienes, para hacerlo,
invocaban "órdenes superiores" que, según alguno de ellos, se originaban
en el mismísimo Ministerio del Turismo.
La prohibición rige no sólo para los informadores oficiales, sino
también para simples particulares. A raíz de ser transmitido ese
reportaje, que suscitó gran interés en la ciudadanía, una amiga narraba
que, en una tienda, le prohibieron fotografiar las telas existentes, que
quería mostrar a su anciana madre para que ella eligiera.
¿Qué sentido tienen esas disposiciones que, en el caso de "la prensa
revolucionaria", contravienen el papel que le ha asignado a ésta nada
menos que el General Presidente! Mientras no me demuestren lo contrario,
pensaré que la interdicción obedece al propósito de los administradores
corruptos de borrar cualquier huella de sus delitos.
Me explico: Se conocen las trapacerías de muchos gerentes que —entre
otras cosas— venden productos de procedencia ilícita y adulteran los
precios establecidos. Por supuesto que cualquier foto o video
constituiría una prueba irrefutable de esas fullerías, mientras que la
mera denuncia de algún cliente, en su caso, admitiría siempre una
impugnación basada en la posibilidad de error o mala fe.
Cualquiera que sea el origen de esa prohibición arbitraria, el hecho
cierto es uno: los numerosos ciudadanos que este martes 10 aguardábamos
expectantes el reportaje de la colega González, nos quedamos con las
ganas. ¿Qué sucedió? ¿Predominaron los intereses de la poderosa
burocracia del turismo?
¿O es cierto lo que se ha especulado sobre que el General Presidente no
está en condiciones de ejercer a plenitud sus funciones, razón por la
cual hace semanas que no se le ve en público ni en la pequeña pantalla?
¿Será por ese motivo que no se tomó una decisión sobre lo planteado por
la periodista con nombre de musa?
En cualquier caso, el de la salud —o falta de ella— del Jefe de Estado
es un tema más que no abordará la prensa castrista, que imita en esto a
la de Hugo Chávez. En el ínterin, la actual Comentarista Nacional en
Jefa habrá dispuesto de algunos minutos menos —¡de los pocos con que
cuenta!— para tratar los problemas que más interesan a sus compatriotas
humildes.
http://www.cubanet.org/articulos/comentarista-sin-comentario/
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