Ojos que no ven
Lunes, Mayo 21, 2012 | Por Alejandro Tur Valladares
CIENFUEGOS, Cuba, mayo, Jagua Press/ www/cubanet.org -Cuando Mijaíl
Gorbachov asumió el timón de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas (URSS), en el año 1985, definió al proyecto político que
pretendía establecer por el tiempo que durase su autoridad en el Kremlin
como "Socialismo con rostro humano". Para lograrlo, introdujo dos
reformas fundamentales: la perestroika ('reestructuración') y la
glasnost ('transparencia').
Si bien la profundidad en los cambios estructurales encarnados en la
perestroika dejó sin aliento a los más dotados sovietólogos, pues
ninguno fue capaz de vaticinar que algo así acontecería, y sirvió para
ir desmontando aceleradamente la pesada armazón institucional comunista,
fue la glasnost la que se llevó las palmas y las simpatías del mundo
democrático occidental.
Tras la instauración de la glasnost, la cortina de hierro que mantenía
encapsulado al gigante euroasiático fue corriéndose y dejando escapar al
exterior los vapores viciados de la desinformación y la censura. Gracias
a esta corriente de libertad informativa, el mundo y el pueblo
soviético, conocieron verdaderamente por primera vez los crímenes de
Stalin, como la masacre consumada por el Ejército Rojo en Polonia,
durante la Segunda Guerra Mundial, en la que fueron asesinados miles de
oficiales del ejército e intelectuales del pueblo eslavo.
La imagen edulcorada que nos solían pintar de la URSS contribuyó a
formar la percepción entre mis coterráneos de que aquello era el
paraíso. En nuestra prensa nunca aparecían reflejados ninguno de los
problemas cotidianos que gravitaban sobre aquel extenso conjunto de
naciones. Nunca nos hablaron de los cerca de 30 millones de alcohólicos
que existían, de los funcionarios corruptos, de la represión policial,
de la confiscación de derechos a los ciudadanos.
Veintidós años después que los rusos regresaran a los brazos de una
imperfecta democracia, hoy identificada con la Rusia de Putin, en esta
isla del Caribe perdura la cortina de hierro que, por más de cinco
décadas, nos ha mantenido aislados del mundo, contribuyendo a fomentar
la imagen de tranquilidad idílica que el aparato propagandístico se
encarga de irradiar por el mundo e incluso dentro del país.
Con cuanta frecuencia escucho decir, aún a críticos acérrimos del
castrismo, que si bien es cierto que el país es un desastre en todos los
órdenes, al menos ha preservado la tranquilidad ciudadana.
Existe un proverbio que reza: "Ojos que no ven, corazón que no siente",
y es ese precisamente el precepto al que se han acogido los medios de
prensa nacionales, simplemente el de no informar para evitar romper el
equilibrio emocional de la sociedad cubana.
Por estas tierras insulares han pasado epidemias, de las que no nos
hemos enterados, al menos por los conductos oficiales. Nuestros medios
jamás han reflejado una sola estadística que nos muestre cuántos miles
de alcohólicos viven entre nosotros, cuál es el número de suicidios que
hay por año, cuál es la cifra de crímenes y de robos, cuál es el tamaño
de nuestra enorme población penal y el númeor de prisiones que existen.
Esta semana, en Cienfuegos, ciudad en la que resido, al centro sur de
Cuba, una cadena de crímenes violentos ha conmocionado a la comunidad,
pero de ello, apenas nos enteramos los locales. Más allá de nuestra
geografía provincial nadie conoce lo acontecido. Lo mismo nos ocurre a
nosotros con lo que acontece en otras partes del territorio nacional.
Casi nunca llegamos a enterarnos sobre lo que sucede en el oriente o en
el occidente del país.
El día que en Cuba se logre implantar la glasnost, quizás se desempolven
los archivos y podamos conocer la verdadera dimensión del mal que hemos
padecido.
http://www.cubanet.org/articulos/ojos-que-no-ven/
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