febrero 15, 2012
Irina Echarry
HAVANA TIMES, 15 feb — Le habían dicho que los trámites eran de muerte*.
Salir de Cuba de modo temporal o definitivo, cualquiera de las dos
versiones, no es el espacio de tiempo que más quiera recordar quien
decida dar este paso.
Sí, como las grandes decisiones en la vida, para salir a conocer otro
país o visitar amigos o familiares residentes más allá del mar que nos
rodea, hay que estar dispuesta a todo.
La Nena quiere salir a estar más de un mes con su novia. (Ya saben que
no es cubana y 1 mes es el tiempo que dura la visa de turista aquí).
Quieren convivir sin la premura de los 30 días sobre sus cabezas.
El primer paso es sacar un pasaporte.
Es sencillo. Solo debe haber ahorrado 55 cuc (60 usd), y dar el viaje
hasta la Delegación Territorial de Inmigración. La oficina que le
corresponde a la zona donde vive está situada en un reparto con un
bonito nombre: Mañana.
¿A quién podría no gustarle el nombre de "Mañana"?
Pero uno puede salir una mañana y llegar a la mañana siguiente al
reparto Mañana, si no se tiene un auto particular o dinero para alquilar
uno.
Allí solo entra una guagua que recorre unos pocos kilómetros. Hay que
caminar…y caminar…hasta encontrar la Delegación escondida al final de
una calle.
Alrededor pululan negocios privados, listos para asumir las necesidades
de los que hacen trámites con los oficiales de Inmigración. Alguien le
pregunta si desea comprar sellos, otro que si va a hacerse una foto y un
señor recostado a la cerca de la Oficina le propone el servicio de su taxi.
La Oficina es una casa de dos plantas, con un patio techado bajo el que
esperan sentadas y de pie alrededor de 100 personas.
Para solicitar el pasaporte debe llenar una planilla, pegarle una foto y
los dos sellos de 55cuc (1375 pesos en moneda nacional).
Como llenar planillas nunca ha resultado un arte fácil para ella, acude
a la primera de las casas que ofrecen escribir los datos con su máquina
de escribir. Una señora, con aspecto de maestra escolar, se sitúa detrás
de una de esas viejas máquinas rusas y va preguntando nombres, fecha de
nacimiento, organizaciones políticas a las que pertenece, si tiene
familiares residiendo fuera del país, filiación política de quienes
viven en su casa. Último centro de trabajo en el que laboró; a dónde
piensa viajar y por cuánto tiempo…entre otros detalles.
Unas semanas antes la Nena había dejado de trabajar para el Estado, con
la idea de sentarse a escribir otra novela (algo a lo que se he dedicado
casi toda la vida), declara que es escritora y fotógrafa free lance.
Pero como sabe lo que podría pensar un oficial uniformado de esta clase
de profesión (free lance o escritor independiente casi es sinónimo de
mercenario), agrega que es miembro de la Unión de Escritores y Artistas
de Cuba.
Paga los 20 pesos correspondientes a la señora detrás de la máquina,
quien le advierte que realizó una copia de los datos tomados en su
planilla, por si volvía en otra ocasión "tener eso adelantado."
No discute ese asunto con la señora mecanógrafa. Más bien está apurada
en entregarlo todo y recibir, ¡oh, milagro! su pasaporte en menos de una
semana.
Al menos el primer paso está dado. Ahora le toca el turno al Consulado.
¿Podrá la Nena vencer esa extraña aprensión que (según me cuenta) nos
envuelve cuando decidimos entrar a una Embajada o Consulado?
Continuará….
—–
(*) Si no eres cubano/a no puedes imaginar lo que implica intentar
visitar a alguien en otro país. Quizá desde cualquier país del tercer
mundo es legalmente complicado hacer un viaje a otro semejante o a un
país rico, pero apuesto que en el caso nuestro, desde esta isla, es el
doble de difícil. El siguiente relato, en varias partes, dará una idea
de lo que pasa cuando eres cubano/a.
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