Hay murallas, y murallas
Hay una muralla en EEUU hacia la Isla, pero la principal rodea a Cuba
también desde hace años. Esa se comenzó a erigir por los Castro cuando
en enero de 1959 por decreto se restringió el libre movimiento de los
cubanos
Ana Julia Faya, Cornwall, Canadá | 21/02/2012
El artículo de José Alejandro Rodríguez, "Al turismo del emigrado, abre
la muralla…", publicado inicialmente en Progreso Semanal y reproducido
en el blog de Silvio Rodríguez, Segunda Cita, me mueve a varias
consideraciones. Pero antes, quisiera referirme al autor.
José Alejandro (Pepe) es un periodista de Juventud Rebelde, a quien
conocí hace más de 30 años en un corte de caña en Cuba. Siempre he
tenido la impresión de que es una persona decente y un periodista que
quiere ejercer bien su profesión. Prueba de ello es una especie de "yo
acuso" que escribió en 2009 titulado, "Contra los demonios de la
información secuestrada", que fue rápidamente removido de la edición
online de JR, al parecer, por atrevido. Allí, Pepe denunciaba las
decisiones "excesivamente centralizadas" sobre la economía y la
sociedad, acordadas "desde arriba", que afectaban lo que se podía o no
informar en un periódico. En aquel artículo se atrevió contra el
programa de TV La Mesa Redonda y el Granma al calificar las
informaciones sesgadas en estos medios como "mesaredondización" y
"granmatitis". "Información es información" decía, y ampliaba su
andanada en una especie de catarsis autocontrolada.
Después de este episodio, he seguido con asiduidad su esquina en JR,
donde atiende cartas de lectores y les exige a dirigentes y
administradores respuestas que satisfagan las demandas y quejas de la
población que llegan al periódico. Intenta buen periodismo en eso. Trata
de llamar al "pan, pan y al vino, vino", y como lectores nos damos
cuenta de la pasión, y en ocasiones la cólera, que lo asiste al
descubrir absurdos, negligencias, abusos y lo que ahora se ha dado en
llamar "burocratismo", término que en la Cuba de hoy incluye todo lo
anterior, más, en ocasiones, corrupción. Es de admirar la labor de Pepe.
Sobre todo si se tiene en cuenta que Cuba es un país donde la prensa
está totalmente controlada, las censuras están a la orden del día, y no
son pocos los periodistas e intelectuales que una y otra vez han
reclamado infructuosamente más "flexibilidad" en los medios, incluido
Pepe. No quiero usar, aunque sería acertado, el término libertad porque
no creo que la "libertad de prensa" sea demanda pública de ningún
periodista oficial, todavía. De Pepe tampoco.
Quisiera adjudicarle al artículo sobre la muralla, los cubanos y el
turismo el beneficio de la duda y pensar que el autor estuvo obligado a
centrarse en una sola cara de la moneda, como parte de esas
restricciones sobre la prensa que el régimen impone, a las que él aludía
en el 2009. Pero en ese ejercicio, el artículo queda manco y resulta
poco respetuoso del derecho que como cubanos deben tener los emigrados.
Los cubanos que han anclado residencia en cualquier otro país, sea
Estados Unidos, España, Canadá, cualquiera, por las razones que sean, no
viajan a Cuba a visitar las Cuevas de Bellamar, sino a visitar la
familia que dejaron, o a reencontrarse con un país que conocen solo por
referencia de los padres o abuelos. Por lo general, no es un viaje
turístico. Se vive una situación de división familiar muy dolorosa que
data ya de medio siglo, de la cual el régimen cubano no debiera seguir
sacando lascas. Para eso bastan las abusivas tarifas telefónicas, los
pagos por concepto de pasaportes, permisos de salida y entrada, permisos
de residencia en el exterior, y un gran etcétera que ha sido denunciado
en múltiples ocasiones. Bastan los permisos de salida y los cuños que se
imprimen o no, a discreción de un funcionario, en los pasaportes de los
cubanos. Pepe no aborda este asunto, sino se limita a hacer una
descripción de las restricciones y sanciones de Estados Unidos con
relación a Cuba; que existen, pero constituyen solo una parte de las
limitaciones que gravitan sobre aquellos cubanos que emigran hacia ese país.
Es sabido que los cubanos residentes en el exterior que así lo deseen no
pueden invertir en la Isla, como sí se le permite a un extranjero. Ni
siquiera pueden viajar por la cantidad de tiempo que deseen. Ya no
invertir legalmente en los nuevos pequeños negocios privados, aunque las
remesas familiares que envían nutren esta actividad en cantidades
desconocidas. El propio José Alejandro reconoce en su artículo que "no
hay cifras oficiales, de cuánto entra a Cuba en remesas y en los
bolsillos de nuestros hijos, hermanos, tíos y primos". Pero lo que sí
conoce el cubano que las envía y el que la recibe es cuánto se
embolsilla el régimen con cada remesa, al tiempo que perciben cuánto
deja de invertirse en el desarrollo nacional. Sin más escrutinio a cargo
de instituciones financieras u otras entidades internacionales.
Si en Cuba, como sugiere el artículo de Pepe, se quiere explotar ahora
lo que especialistas llaman "turismo nostálgico", se deben también
implementar una serie reformas, entre ellas, una radical reforma
migratoria que incluya el levantamiento de restricciones al retorno para
aquellos cubanos que lo deseen. Un emigrado de Dominicana, México,
Vietnam o China, tiene la posibilidad de regresar y reasentarse en su
país de origen, si en el país receptor no le fue bien. En Cuba esto no
es posible, o al menos las leyes que lo dificultan no han sido
revocadas. En la actualidad, Cuba prescinde de inversiones financieras y
de capacidades adquiridas por sus emigrados. Véanse, en sentido
contrario, las experiencias positivas de los chinos de ultramar en la
transformación de ese país con sus asociaciones y foros de
emprendedores, las de los vietnamitas que van y vienen sin
restricciones, y las de tantos emigrados de este mundo, menos los
cubanos. No se necesitan dilatados estudios. No es con remiendos aquí y
parches allá con lo que se lanza una nueva política migratoria y hacia
la diáspora, el asunto requiere de elaboración abarcadora, seria y urgente.
Un reciente informe del Cuban Research Institute (CRI) de la Universidad
Internacional de la Florida, elaborado por un grupo de expertos cubanos
—La diáspora cubana en el siglo XXI—, aborda las varias vías que de
conjunto la diáspora cubana pudiera emprender para ayudar al desarrollo
de su país de origen, una vez que el Gobierno de la Isla levante las
sanciones que le impone. En ellas, el turismo nostálgico es solo una de
las muchas vías de un paquete, que requiere como imprescindible para su
implementación una reforma migratoria radical. "La actual legislación
promueve la emigración unidireccional permanente y obstruye el
transnacionalismo de la diáspora con la Isla", dice el Informe, y
argumenta la necesidad de revertir esa situación. A esto también se han
referido publicaciones como Espacio Laical y Palabra Nueva, con análisis
que José Alejandro no entra a considerar en su artículo, ni los
economistas participantes en el Seminario sobre Economía Cubana y
Gerencia Empresarial a los que hace alusión al parecer tampoco.
No es asunto, como dice Pepe, solo de la "reticente derecha miamense", o
de una administración norteamericana, es responsabilidad del régimen que
impera en Cuba frente a la nación. Las violaciones del derecho al
movimiento las impone ese régimen contra todos los cubanos, y sobre la
diáspora, se viva en EEUU, o en cualquier otro punto del globo terráqueo.
Hay una muralla en EEUU hacia la Isla, pero la principal rodea a Cuba
también desde hace años. Esa se comenzó a erigir por los Castro cuando
en enero de 1959 por decreto se restringió el libre movimiento de los
cubanos, se les llamó después "gusanos" a los opositores, "traidores" a
los que se iban, y cuando hace unos años un ministro del régimen intentó
definir quién era cubano y quién no según sus filiaciones políticas. Esa
muralla tiene hoy una sólida construcción. No hay que abrirle puertas,
Pepe, ni intentar remiendos a modo de reformas, hay que derribarla.
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/hay-murallas-y-murallas-274153
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