[17-02-2012]
Dania Virgen García
Periodista Independiente
(www.miscelaneasdecuba.net).- El pasado sábado 11 de febrero, cuando
visité la Feria del Libro de La Habana, que se desarrolla en el complejo
turístico Morro-Cabaña, pude apreciar la hipocresía con que oficialmente
se presenta dicho evento.
La mayoría de las personas que visitan la feria no pueden comprar los
libros debido a los precios tan altos en que son vendidos a un pueblo
que vive de salarios que apenas les alcanzan para comer malamente.
Después que pasa la feria, la mayoría de los libros se hallan puestos en
los estantes de las librerías, pero siguen sin venderse porque son muy
caros.
Muchos jóvenes hacen colas inmensas para poder recrearse entre los
libros, hojearlos y después devolverlos a sus anaqueles, para salir con
las manos vacías, y tristes por no poder comprar algún libro.
Numerosas madres con sus niños se aglomeran delante de los estantes de
los libros infantiles y escogen algunos, pero cuando llegan a la caja
registradora tienen que dejar la mayoría de los libros porque no les
alcanza el dinero para pagarlos.
Uno de los libros más demandados es la tercera edición del nuevo
diccionario para adolescentes, muy importante para su aprendizaje, pero
no todos pueden comprarlos.
En las cajas registradoras, como de costumbre, siempre hay trabajadores
que se dedican a estafar: una de las cajeras pagaba cada cuc a 20 pesos
en moneda nacional.
El 90 % de los cubanos que van a la Feria del Libro es para recrearse en
el parque de diversiones, sentarse a comer en los restaurantes
improvisados, e ingerir bebidas alcohólicas. Después comentan que fueron
a la Feria, aunque no hayan comprado un solo libro.
No puedo dejar de mencionar a la Policía Nacional Revolucionaria, que en
vez de cuidar el orden, con sus arbitrariedades, crea desórdenes
públicos en las colas de las guaguas y para entrar a la feria.
Permítanme comentar lo ocurrido con dos ciudadanos extranjeros, chinos
por más señas. Estos almorzaron en uno de los restaurantes improvisados
en la feria. Cada uno pidió dos raciones de arroz con pollo frito (¡qué
hambre!) y varias cervezas Cristal. Cuando terminaron de almorzar y el
dependiente les fue a cobrar, le manifestaron que ellos pensaban que la
comida era gratis "porque el gobierno cubano tenía que agradecerles
mucho a China". Explicaron que ellos llevaban tres años viviendo en Cuba
y "no pagaban en ningún lugar". Según comentó el dependiente, los chinos
le quedaron debiendo 4.00 cuc (unos 100 pesos).
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=35197
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