El pícaro cubano de hoy
José Prats Sariol
Miami 07-02-2012 - 11:37 am.
La mayor ruina de la Cuba actual es el ser humano.
Cafetería estatal 'El Paraíso', Holguín, enero de 2012. (REUTERS)
"¡Ahora sí mejoraremos!" —exclama con firmeza Guzmán (por el pícaro de
la novela Guzmán de Alfarache) tras la pasada Conferencia del Partido,
como si más de medio siglo en el Poder no hubiera servido para
descalificar a los ochentones. Exclama para que se sepa. Exclama no para
ir escapando o inventar… Exclama porque un cambio real lo dejaría
colgado de la brocha.
El pícaro cubano de hoy apuesta a una transición algodonosa. Y muy
lenta. Entre más despacio mejor. Aquellos antihéroes de la novela
picaresca española de los siglos XVI y XVII, de la hispanoamericana en
el siglo XIX, casi son honorables buscones ante las destrezas y
habilidades del Guzmán cubano de ahora mismo.
Una amiga que llegó de La Habana el pasado 2 de febrero —fue por dos
semanas, a ver a su padre, hermana y sobrinos— me cuenta tanto que aún
no llena mi curiosidad. Los guzmanes-catrines encabezan el panorama
humano, entre las conocidas ruinas.
Indagación del choteo (1928), el tan caracterizador ensayo de Jorge
Mañach; La isla en peso (1943), el poema de Virgilio Piñera que sí
desentraña Lo cubano en la poesía —entre otras referencias necesarias,
no solo cubanas— parecen escritos para el pícaro del 2012.
La mayor ruina de la Cuba de hoy es el ser humano. No la Constitución o
el aparato estatal. No la industria, el comercio, la agricultura… No las
ciudades ulceradas o las casas donde se hacinan tres generaciones con
los muebles de la abuela. Nada se asemeja a la ruina moral, mucho más
difícil de reconstruir que el sistema educacional o los servicios
médicos o las redes culturales y deportivas.
A esa desoladora conclusión hay que enfrentarse. Sin políticas de
avestruz. Crear una nueva sociedad civil debe partir de la familia, y
desde luego que dentro de ella de cada integrante, sobre todo de los
jóvenes. Lo demás huele a demagogia, otra politiquería.
Guzmán de Alfarache sonríe: otro teque quimérico, otro iluso más que
cree en la perfectibilidad de la especie, como quizás Mateo Alemán en
1599… Tal vez tenga razón. Sus burlas, sin embargo, no invalidan que los
pícaros proliferen en caldosas —no ajiacos— más propicias que otras. Y
la sociedad cubana actual es casi la perfecta para que las vilezas
engorden, sean tan habituales como la escasez de guaguas chinas o de un
CUC para un triángulo de pizza.
Mientras tanto él —según mi amiga y sus cuentos que aquí integro— casi
escribe en el respaldar de su cama aquella vieja máxima: "El vivo vive
del bobo, y el bobo de su trabajo". Y Guzmán es cualquier cosa menos
bobo. El cuchillo en la boca con la compra-venta de casas, arañando la
peseta hasta por el retrovisor del mini Fiat polaco que acaba de legalizar.
Y sus primos hermanos también. Hay un Guzmán policía de circunscripción.
Los boliteros del barrio son sus amigos, igual que la holguinera que
recoge cada día las apuntaciones por la charada china. Son 100 pesitos
diarios, aunque le da 20 al teniente. Más lo que cae de la hermana del
pescador que desde Batabanó trae langosta o bonito, siempre en el fondo
de un saco de yute, arriba relleno de malanga, boniato, yuca. Y ni
hablar de lo que suelta el rastrero cuando llega con los sacos de café,
directamente del Escambray.
Otro Guzmán, más arriba, tiene lo suyo en un hotel de La Habana vieja.
Ahí sí hay. Sobre todo con las muchachitas por teléfono y los cigarritos
de marihuana. Ni lo que saca del bar le interesa ya mucho, porque el
guarapo está en la doble contabilidad, en las habitaciones declaradas
vacías pero rentadas.
Mi amiga me contó de un tercer pariente de Guzmán, al doblar de su
antiguo edificio de apartamentos. Este sí vuela entre nubes de billetes.
Y hasta con menos riesgo. Trabaja en una empresa mixta, de una
corporación vinculada a los militares. Ya hasta tiene su cuentecita en
Panamá.
Los Guzmanes forman parte de la aguerrida militancia en el Partido, de
esos 800.000 y tantos que defienden "la obra de la revolución". En sus
casas hablan del hambre en Somalia o de los desempleados en España. Si
acaso. Lo normal es conversar de la serie de béisbol o de la telenovela.
A veces de que Raúl Castro tiene la mano pesada, pero con el índice en
las sienes, como si estuviera loco, fuera de la Isla, con una muela cariada.
Aunque los hay que han armado el tinglado con los de Miami, sin dejar de
aplaudir o callar, mirar para otro lado o aceptar que así es la vida. Se
adelantan a lo inexorable, pero con la misma falta de escrúpulos y el
mismo deseo de que la transición sea suavecita y lenta, con tiempo para
cuadrar la caja chica y la grande, pagando pero guardando el vuelto.
Pero mi amiga, como la mayoría de nosotros, no tuvo acceso a los
Guzmanes decisivos. La información está más compartimentada que en el
Departamento Técnico de Investigaciones de la policía. Sobre ese
minúsculo sector sólo caben especulaciones, comparaciones con los
millonarios "herederos" de la antigua Unión Soviética o juzgar por
algunos datos que han sido verificados.
Son los Guzmanes de la alta oficialidad del Ministerio de las Fuerzas
Armadas y del Ministerio del Interior. Son el Poder, junto a las escasas
familias de los "históricos". No los coroneles, comandantes o
capitanes, donde también hay cientos de Guzmanes de poca monta: playa,
gasolina, bonos de compra, salarios elevados…
Francisco de Quevedo y Villegas escribiría jugosos sonetos sobre esta
crápula, aunque la hipébole tendría que asentarse en el diccionario de
otra galaxia. No hay exageración posible. Lo tienen todo, manejan al
país como los señores feudales. Manipulan a partir del miedo y del
secretismo, dentro y fuera, dividiendo y aprovechando cualquier
ingenuidad o esperanza: visita del Papa o elecciones en los Estados
Unidos, chavismo o ayatollas, naciente imperialismo brasileño o nuevo
acceso del PRI en México…
Quizás —pensamiento desiderativo— en algún momento se presente entre
estos Guzmanes algún conflicto de intereses que desencadene el fin del
castrismo-leninismo. Una chispa por alguna concesión en el nuevo puerto
de Mariel o en la comercialización de la gasolina que se exporta desde
Cienfuegos… Tal vez algunos de ellos ya conspiran por una tajada mayor,
mientras esperan por la muerte de los "históricos".
Lo único seguro en el tenebroso juego de los pícaros cubanos de ahora
mismo no es que haya una doble moral. Es que no hay ninguna. Guzmán de
Alfarache ríe. Ríe y se enorgullece de estos tataranietos. Cuba otra vez
espera, con el mismo verso que Virgilio Piñera escribió en 1943: "Todo
un pueblo puede morir de luz como morir de peste".
No comments:
Post a Comment