Análisis: La controvertida gestión de Jaime Ortega
Agencias
La Habana 18-02-2012 - 12:46 pm.
Para unos, es el hombre que ha recuperado cierta influencia de la
Iglesia Católica en Cuba. Para otros, un cardenal que capitula ante los
Castro.
El cardenal Jaime Ortega delante de un grupo de fieles. La Habana, 10 de
noviembre de 2011. (AP)
Cuando un joven párroco llamado Jaime Ortega salió de la UMAP en la
primavera de 1967, en lo más álgido de la campaña del régimen de Fidel
Castro para aplastar la religión, su padre le entregó un boleto sin
retorno a España y le pidió que se fuese. Pero Ortega no lo hizo.
Cuarenta y cinco años después y ahora como cardenal, encabeza la Iglesia
Católica romana de la Isla, la cual ha salido de su aislamiento de
décadas y, según algunos observadores, ha pasado a ser la institución
independiente más influyente del país, indica un reporte de la agencia AP.
En años recientes, el clérigo, de 75 años, intercedió ante Raúl Castro
por la liberación de presos políticos y consiguió la publicación de
revistas eclesiásticas con artículos cada vez más francos sobre la
necesidad del cambio.
Después de que el papa Benedicto XVI visite la Isla en marzo, Ortega
habrá logrado que dos pontífices consecutivos pongan sus reflectores en
uno de los países más seculares de Latinoamérica.
"Mi impresión de Jaime Ortega es que simplemente ha sido el hombre justo
en el momento indicado todos estos años", opinó Tom Quigley, ex asesor
de política latinoamericana en la Conferencia de Obispos Católicos de
Estados Unidos, citado por la AP. "Me parece que los acontecimientos del
último par de años han demostrado que este calmado liderazgo ha sido muy
efectivo, y la iglesia está hoy en una mucho mejor posición de lo que ha
estado en cualquier otro momento desde la década de 1960".
Pero la gestión de Ortega no se ha salvado de la controversia.
Disidentes, diplomáticos estadounidenses e incluso algunos
representantes de la cúpula del Vaticano han criticado la cautela del
cardenal, diciendo que se le ve más preocupado por las renovaciones de
la iglesia que por los derechos políticos y humanos.
Hay quienes incluso lo ven como un apologista del Gobierno que una vez
lo encarceló.
"Tiene un trabajo muy difícil", dijo el arzobispo de Miami, Thomas G.
Wenski, quien apoya a Ortega y reconoce que muchos exiliados cubanos ven
con recelo al cardenal.
"Aquellos que lo critican desde una posición cómoda en Miami y no tienen
la experiencia de estar allí, les tomará más tiempo cambiar su opinión
sobre él", añadió.
Pocos espacios, más influencia
Ortega fue nombrado arzobispo de la capital cubana en 1981 y cardenal en
1994, justo cuando el Gobierno de Fidel Castro comenzó cierto alivio de
la presión sobre la religión.
Desde entonces, el régimen eliminó las últimas referencias al ateísmo en
sus leyes y regulaciones y levantó las prohibiciones de culto a los
integrantes del Partido Comunista.
Después de la histórica visita del papa Juan Pablo II en 1998, que
Ortega ayudó a organizar, Fidel Castro levantó la prohibición sobre la
celebración de la Navidad, establecida en los años sesenta.
Sin embargo, la Isla es el país menos católico de Latinoamérica y la
población practicante no llega al 10 por ciento.
A pesar de años de gestiones, la Iglesia Católica prácticamente no tiene
espacios en la radio o televisión estatales, no puede administrar
escuelas y tampoco es autorizada a construir nuevos lugares de culto.
Hay apenas 300 sacerdotes para los 11.2 millones de habitantes de la
Isla. En comparación, antes de 1959 había 700 presbíteros para una
población de 6 millones.
Por muchos años, Ortega raramente habló en contra del Gobierno u opinó
sobre política. Según la AP, en privado, confió a diplomáticos y otros
sobre su compleja relación con Fidel Castro, diciendo que a menudo no se
hablaban.
La relación con Raúl Castro parece ser mejor. Ortega ha dicho que se
reúne regularmente con él y a veces le da sus opiniones sobre las
reformas económicas que el general está impulsando. Y a pesar de que las
bancas de la iglesia no estén repletas, ese contacto al más alto nivel
le da un papel único en un país sin oposición legítima o prensa
independiente.
El cardenal ha exhortado públicamente a Castro a acelerar los cambios.
"Yo creo que esta opinión (la de producir cambios en la Isla) alcanza
una especie de consenso nacional y su aplazamiento produce impaciencia y
malestar en el pueblo", expresó Ortega en una entrevista realizada por
la revista católica Palabra Nueva.
Castro reconoció que la iglesia ayudó a que la liberación de los presos
políticos fuera "armoniosa" y dijo que Ortega no tiene temor de defender
sus principios.
Pero para muchos disidentes es censurable la tácita aceptación de Ortega
a la insistencia del Gobierno de que la mayoría de los prisioneros
políticos liberados se exiliaran.
Demasiado cauteloso con los Castro
"No creo que la Iglesia Católica fuera la parte fundamental o influyente
o determinante en nuestra liberación", dijo Julio César Gálvez, ex preso
político del Grupo de los 75 desterrado a España en julio del 2010. "La
Iglesia católica cubana, en nuestro caso, lo que hizo fue servir como
pantalla al régimen totalitario cubano".
No es la primera vez que Ortega es acusado de no hacer lo suficiente.
En 2007 el cardenal desmanteló la revista religiosa Vitral, que había
intensificando sus críticas al Gobierno. El asunto generó malestar
incluso en el Vaticano, de acuerdo con cables secretos de la diplomacia
estadounidense filtrados a WikiLeaks.
Un despacho del 14 de mayo de 2007, redactado por la misión de
Washington ante la Santa Sede, atribuye al jefe de personal del
secretario de Estado Vaticano, Tarcisio Bertone, haber dicho que el
Gobierno de Cuba debía estar feliz con Ortega porque "la iglesia hizo el
trabajo sucio" del régimen.
El cable agrega: "Las autoridades del Vaticano han insinuado en el
pasado que Ortega se ha vuelto demasiado blando con Castro".
"Desde el cardenal Ortega hasta las monjas en las provincias, la iglesia
en su mayor parte evita desafiar al GDC (gobierno de Cuba)", señala otro
cable, esta vez escrito por diplomáticos en La Habana en 2008.
"En temas grandes y pequeños, la estrategia de la iglesia católica es
capitular ante las posturas del GDC, de forma preventiva si es posible",
añade.
Desde que fueron escritos esos despachos, se supo del papel de Ortega en
la liberación de los disidentes. En algunas ocasiones, el cardenal ha
intercedido también para frenar la represión contra las Damas de Blanco,
aunque en este último caso no ha tenido demasiado éxito.
Un diplomático occidental dijo a AP que Ortega es visto positivamente,
pero debe utilizar el púlpito de forma más efectiva y ser menos cauteloso.
"Sospechamos que él tiene más poder del que cree y nos gustaría que lo
utilizara", dijo el diplomático, quien habló bajo la condición del
anonimato porque no estaba autorizado a tratar el tema públicamente.
Ortega se negó a ser entrevistado, pero las críticas deben ser como
aguijones para un hombre que capeó las tempestuosas mareas del régimen
de los Castro desde sus primeros días en la iglesia.
El segundo cardenal en la historia de Cuba
Es el segundo cardenal en la historia de Cuba, después de Manuel Arteaga
Betancourt, quien falleció en los primeros años de la revolución.
Nació en 1936 en la ciudad de Matanzas e ingresó al seminario cuando
tenía 19 años. Fue ordenado sacerdote en 1964.
Tras la llegada al poder de los Castro, muchos sacerdotes que se
opusieron al nuevo Gobierno fueron expulsados del país o quedaron marcados.
A los integrantes del Partido Comunista les fue quitada la libertad de
culto y las iglesias se fueron a pique.
Los hospitales y escuelas católicos, incluyendo la escuela jesuita en La
Habana donde estudió Fidel Castro, fueron nacionalizadas y secularizadas.
En 1963 el Gobierno aprobó una ley que pedía a todos los varones de
entre 17 y 45 años estar disponibles para el servicio militar,
incluyendo los sacerdotes.
Ortega fue convocado en el llamado de 1966, pero junto con otros
religiosos, el Gobierno lo consideró no confiable para unirse al
ejército y en su lugar lo envió a un campo de trabajo en Camagüey, una
de las llamadas Unidades Militares de Apoyo a la Producción, en las que
eran internados intelectuales, homosexuales, disidentes, clérigos y
otros que estaban en conflicto con las autoridades.
Aunque Ortega no ha hablado públicamente sobre sus ocho meses en el
campo militar, otros internos relatan que los levantaban a las cuatro de
la mañana, les gritaban, les daban agua sucia y una comida atroz, y
pasaban días doblados cortando caña de azúcar.
Muchos huyeron de Cuba en cuanto pudieron, uniéndose a la creciente
diáspora en el sur de Florida, España y otros lugares. Pero Ortega ha
dicho que irse no era una opción.
"Nunca deseé vivir fuera de Cuba. Cuando a los dos años de ser
sacerdote, fui llamado a campos de trabajo donde pasé ocho meses, no
soñé en ese tiempo con irme de Cuba. Cuando me dieron de baja y llegué a
mi casa, mi padre me esperaba con un viaje a España que él había
conseguido para que fuera a vivir allí", dijo Ortega durante un discurso
en 2011.
"Cuba para mí es mi patria, tan mía que la siento en los olores del
ambiente, en los cielos amenazantes de un ciclón, en las tardes dulces
de su falso invierno, en el hablar de su gente, en su música", agregó.
Los partidarios de Ortega señalan su pasado como evidencia de su valor y
dicen que su capacidad de trabajar con el Gobierno a pesar de su
sufrimiento personal es una señal de su profunda convicción religiosa.
http://www.diariodecuba.com/cuba/9675-analisis-la-controvertida-gestion-de-jaime-ortega
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