Martes, Octubre 4, 2011 | Por Reinaldo Emilio Cosano Alén
LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -A toda prisa tiran
bicicletas, cubos y carritos de mano sobre la arena, y se lanzan al mar
en loca carrera. Los asombrados bañistas no entienden la razón de la
estampida.
Algunos se lanzan tras ellos y los siguen dando fuertes brazadas para
llegar a tiempo. ¿A tiempo para qué? Aunque no ven embarcación alguna
en el horizonte, piensan que hay que actuar rápido para no ser
capturados por los guardacostas, porque suponen que los que nadan
delante con tanta rapidez van a abordar alguna lancha rápida que los
viene a recoger para huir del país. Ha sucedido muchas veces y no hay
porqué perder la oportunidad de ganar un lugar en la imaginaria lancha.
Los esperanzados que así piensan se equivocan: los nadadores son
pescadores tras el cardumen de sardinas. Quien llegue primero podrá
tirar su atarraya y capturar. No hay segunda oportunidad. La mancha de
sardinas huirá y habrá que esperar pacientemente desde la orilla otro
acomodo de la mancha, por eso tienen tanta prisa.
-Se juntan deporte y trabajo. Deporte con reglas no escritas pero de
gran movimiento, nadar, correr o caminar kilómetros por la arena,
moviéndonos al paso de la mancha. Usar astucia, nadar sin espantar las
sardinas. El atarrayero que lo avizora primero, oculta el descubrimiento
del cardumen. Se lanza cuando lo tiene a tiro, bracea para llegar
primero que los demás. Los que llegan después deberán conformarse con
las sardinas que escapan. Surgen rivalidades y discusiones entre los
pescadores, como en cualquier deporte, pero la sangre no llega al río,
digo, al mar", explica Edelmis Olano, un atarrayero de 29 años
residente en Guanabo.
-¿Siempre desde la orilla?
-Siempre. Cada vez tenemos que nadar más lejos, hondo, peligroso, tras
las sardinas. La pesca intensiva, y tantos bañistas chapoteando, las
ahuyentan. Los cardúmenes están distantes. Si tuviéramos cámaras
(neumáticos) llegaríamos más rápido, sin asustar las sardinas, pero los
guardafronteras nos prohíben usarlas porque piensan que podemos
emplearlas para huir del país. También afirman, sin pruebas, que las
cámaras son robadas. Si alguien la usa, el guardacosta suena el silbato,
obliga a regresar y con una bayoneta destroza el neumático.
-Una vez caminé varios kilómetros por la playa tras un cardumen, hasta
Tarará, un área donde hay un condominio estatal sólo para extranjeros.
Me detuvieron. Alegué que no vi custodio ni cartel de advertencia y que
las playas son públicas, según la Constitución. Ni caso me hicieron, me
pusieron una multa de doscientos pesos y la tuve que pagar, dice Olano.
Olano pasa a otro asunto.
-El problema mayor está con las redes. El estado no las vende y,
poquísimas veces venden hilos de nailon. Tampoco venden soga, plomos, ni
nada. Las plomadas las tenemos que hacer de baterías de auto desechadas.
El nailon se entresaca de correas en desuso de maquinarias, o lo tenemos
que comprar carísimo a revendedores. Solo dos personas en Campo Florido
se dedican a las atarrayas: mi tío, Castillo, que las fabrica, y Laco,
que las remienda.
-¿Qué hacen con la pesca?
-Vendemos la cubeta a cuatro dólares, para comer o como carnada. Si
caen peces grandes en la tarraya ganamos más.
El estado vende pequeñas cuotas de pescado racionado a las personas con
dieta médica. O demasiado caro en pescaderías dolarizadas. Los peces
criados en embalses no tienen demanda, por su sabor a tierra.
-¿Da para vivir la pesca de sardinas?
-Ayuda, pero hay que completar los ingresos con otras labores.
Antes de amanecer, con mar tranquila y pocos turistas que azoren las
sardinas están Edelmis, Pedro Luis, Castillo, Tabaco, Laco, Chichí y una
decena más, alrededor de un cocotero contándose anécdotas salpicadas de
mentiras mientras observan de reojo el posible cardumen para ser el
primero y el más veloz en lanzarse al agua.
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