El mito del antiexilio
Pedro Corzo
Este es el título de un ensayo del escritor Armando de Armas, es un
trabajo que los que acusan al exilio militante deberían leer, para que
aprecien que el denominado exilio duro es más solidario y comprometido
con el bienestar de los cubanos de la isla, que la generalidad de los
que se rasgan las vestiduras manifestando preocupación por los
perjuicios que el pueblo de la isla enfrentaría si se ponen en vigor las
restricciones que demandan los expatriados.
Primero. El exilio no es una identidad homogénea, conducida por un
liderazgo único o colegiado. La conducta de los exiliados puede ser
contradictoria y responder a las diferentes estrategias y tácticas que
interpreten el compromiso político o ideológico de los grupos que lo
integran.
No obstante, la mayoría de ese exilio ha expresado de manera constante
una solidaridad hacia sus compatriotas que difícilmente encuentra
paralelo en el mundo moderno.
El exilio no solo ha mantenido viva la causa política que lo llevó al
destierro y fortalecido el concepto de nación a través de nuestras
expresiones culturales, sino que la idea "familia" como pueblo y núcleo
social, ha sobrevivido los largos años de separación, la distancia, las
ideas políticas y hasta las ofensas e injurias que en no pocos casos
sufrieron muchos exiliados antes de irse del país.
En los años de gloria, cuando el castrato y sus acólitos se creían
poseedores del presente y del futuro, los funcionarios, militares y
hasta simples ciudadanos eran coaccionados a "olvidar al amigo o
pariente" que se marchaba. Cierto que muchos resistieron la presión y la
represión subliminal que contrariar tal mandato implicaba, pero no pocos
se prestaron gozosos para hacer público su repudio.
La dictadura penetró la casa. Dividió la familia, parte de ésta se
prestó al juego, y es justo aclarar que en aquellos tiempos el juego no
se practicaba para sobrevivir sino para vivir mejor.
No es difícil recordar a padres, hermanos y hasta hijos que proclamaban
que sus allegados eran unos traidores por el solo hecho de haber salido
de Cuba.
Eran tiempos en que comunicarse con un pariente en el extranjero no era
políticamente conveniente.
Es bueno no olvidar, no para incriminar, sino como experiencia, que
mientras unos envilecieron, otros hicieron del amor a la familia y a la
amistad una peligrosa virtud. Mientras unos intentaban destruir la
familia, otros atesoraban la raíz, allá y acá, sin importar tempestades,
hasta lograr su presente fortalecimiento.
Por suerte, el concepto familia sobrevivió, al igual que la
religiosidad. Los que nunca repudiaron el vínculo de sangre o la amistad
y los que siempre hicieron de su fe religiosa un soporte para su
existencia, han triunfado.
La solidaridad del exilio se ha expresado en estos 52 años en forma
diversa: casa de asistencia a cubanos en España, Estados Unidos,
Venezuela, etc. En la Florida funcionó por varios años un Hogar de
Tránsito en Cayo Hueso y la Casa del Balsero en Miami. Actuaron varias
agrupaciones de detección aérea, aunque la más conocida es Hermanos al
Rescate, que lamentablemente cuenta con cuatro mártires por la
información suministrada por agentes de la Red Avispa a la dictadura de
los Castro.
También funcionaron unidades de rescate naval. La ayuda económica y
refugio a cubanos en Venezuela, Santo Domingo, México, Jamaica y otros
países fue un éxito.
Pero hay otra más íntima y sentimental que es la ayuda a la familia en
la isla. Durante años, a pesar de saber que la dictadura explota sus
sentimientos, el exiliado ha enviado paquetes de ropa, alimentos,
medicinas, y dinero. Las restricciones las impone la dictadura con los
altos costos de los servicios de pasaje, remesas y envíos de paquetes.
Muchos de esos exiliados están conscientes que indirectamente ayudan al
régimen pero consideran que la familia es parte esencial de la Patria.
Tal vez en el futuro se cuestione la efectividad política de los
exiliados, es posible que cuando reposen los tiempos se vean mejor
nuestros errores en el proyecto de derrocar la dictadura y en otras
actividades, pero en algo sí podemos estar tranquilos, y es que nunca
hemos negado nuestras raíces y que la familia sigue siendo nuestra,
aunque estemos en tierra ajena.
Periodista de Radio Martí.
http://www.elnuevoherald.com/2011/09/22/1030339/pedro-corzo-el-mito-del-antiexilio.html
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