Chávez, Castro y 'La montaña mágica'
JORGE CASTAÑEDA 03/07/2011
Al imaginar la escena de un anciano Fidel Castro y un enfermo Hugo
Chávez charlando en un sanatorio de La Habana para convalecientes sobre
las fechorías del imperialismo y las virtudes eternas de Bolívar y
Martí, uno no puede más que recordar La montaña mágica, de Thomas Mann,
tal vez la mejor novela del siglo XX. Situada en el pueblo suizo alpino
de Davos, en vísperas de la I Guerra Mundial, gira en torno a la
enfermedad, la recuperación o la muerte de alrededor de una docena de
pacientes con tuberculosis, todos aislados en otro sanatorio, a los pies
del Zauberberg.
Aunque aparecen varios personajes notables en la novela -Madame Chauchat
y sus dos hijos, los dos pacientes mexicanos, y, por supuesto, la figura
central, Hans Castorp- el libro se centra en interminables
conversaciones sobre la guerra, la moral, la vida, la muerte y la
salvación del alma de Castorp entre dos extraordinarios pacientes,
Naphta y Settembrini, el jesuita cínico y el idealista italiano.
Castro y Chávez no son creaciones de Thomas Mann, por supuesto, y sus
charlas dudosamente incluyen las reflexiones filosóficas e históricas
del calibre de aquellas que debemos a la imaginación del novelista
alemán. Pero lo que es casi tan sobresaliente como la novela es la idea
de dos hombres inmensamente poderosos, uno de ellos un brutal dictador y
el otro un aspirante a autócrata, incapacitados por la edad o la salud,
y recluidos en el único lugar donde se puede mantener en secreto la
naturaleza de su estado, y donde pueden lidiar con las consecuencias de
la desaparición del uno o del otro, debido a su absoluta dependencia mutua.
En el caso de Castro, sabemos que ha estado enfermo durante casi cinco
años, que se ha recuperado en buena medida de su dolencia propiamente
tal, pero que tiene casi 85 años de edad y su lucidez va y viene (según
personas que han estado con él recientemente). Ya no gobierna en Cuba
día a día. No sabemos cuál es su pronóstico, ni la influencia que ejerce
sobre su hermano menor Raúl, que ahora tiene 80, y, en principio, está
comprometido con un cambio significativo en la destartalada economía de
la isla mientras conserva el poder absoluto de los hermanos.
En cuanto a Chávez, sabemos aún menos, y este es el tema central del
asunto. No era creíble la afirmación del caudillo venezolano de que
habrá pasado casi un mes en Cuba a causa de una operación de emergencia
en un simple absceso pélvico. El secreto es la única explicación
plausible para llevar a cabo su tratamiento médico, cualquiera que sea
la gravedad
del cáncer que padece, en otro país, que no es conocido precisamente por
su medicina de tercer nivel de cuidados ni por su alta tecnología
(sabremos más sobre la medicina social en Cuba y sus médicos descalzos
cuando sean posibles las comparaciones internacionales). El único otro
país del mundo donde la salud de un presidente es y sigue siendo un
secreto de Estado es Corea del Norte, algo alejado de Venezuela.
Si en realidad Chávez no padece un cáncer grave y cuyas secuelas solo
resulten en percances físicos embarazosos para un macho como él, el
sistema de salud de La Habana mantendrá el sigilo y el bolivariano
regresará triunfante a su país cuando mejor convenga, tanto a su estado
de salud como a su indudable intuición política. Pero si por el
contrario, se trata de un cáncer agresivo, su permanencia en Cuba le
permitirán a él y a los hermanos Castro planificar el futuro para
asegurar su propia fortuna y supervivencia, si no la de sus pueblos,
gracias a la continuidad en sus políticas y alianzas.
He aquí el meollo del asunto. Desde hace más de 50 años se han perdido
incontables apuestas proclamando que Cuba no podrá sobrevivir sin x, y o
z. Pero también es cierto que a pesar de todas las diferencias de
contexto, es posible que al terminarse el subsidio venezolano, el
intercambio de petróleo por médicos, instructores deportivos y personal
de seguridad cubanos, la viabilidad del régimen castrista pueda verse
seriamente amenazada. Del mismo modo, un chavismo sin Chávez puede ser
una utopía: Chávez no tiene un sucesor viable y ni siquiera todo el
aparato de la inteligencia cubana podrá rearmar el rompecabezas, ni en
la persona de su hermano mayor, Adán, ni en la de su boli-magnate
Diosdado Cabello, ni en la de su boli-gángster Jesse Chacón.
Si así sucediera, Caracas y La Habana afrontan un serio problema. Hugo
Chávez llegó al poder hace 12 años. Con la excepción de los Castro, es
el mandatario con más tiempo en el poder de toda América Latina. En
principio, las elecciones presidenciales en Venezuela se llevarán a cabo
en diciembre del 2012, pero en caso de que desapareciera el
teniente-coronel, Venezuela se verá forzada a adelantarlas, o a afrontar
un vacío de poder donde todo puede acontecer. Los cubanos tendrán poca
influencia sobre el resultado, pero su futuro dependerá del mismo.
No debe sorprendernos entonces que los Castro se empeñen en mantener
vivo y bajo su resguardo a Chávez, hasta que su salud mejore o hasta que
se les ocurra un plan B. Y los demás solo podemos imaginar los
malestares que padece, y lo que Naphta y Settembrini conversen al pie de
la montaña en la isla que ha perdido su magia.
Jorge Castañeda fue canciller mexicano y es profesor de la Universidad
de Nueva York y de la Universidad Nacional Autónoma de México. El autor
agradece a Gina Montaner el haber compartido con él la analogía de La
montaña mágica.
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