13-06-2011.
Alberto Medina Méndez
(www.miscelaneasdecuba.net).- La política cree, con convicción, que
maneja todos los hilos, que puede hacer lo que le plazca, y que su
impunidad no tiene límites. Y habrá que decir, que en algún punto, eso
tiene bastante asidero, pero no siempre esto es así. La comunidad posee
mecanismos que, al menos por un instante, le devuelven el poder.
Por eso, es importante que la política no se ensañe ni se pase de la
raya, que no se exceda y termine creyendo que es más de lo que es.
Muchos dirigentes políticos subestiman a la sociedad, pero no solo lo
piensan, sino que lo demuestran en hechos cotidianos. Aun existen
dirigentes que suponen en su fuero intimo que la gente les cree, los
respeta y los sigue.
Vaya simplificación, vaya error conceptual. Que los ciudadanos no
terminemos de reaccionar del modo adecuado, que tengamos una patológica
resignación, que no hayamos culminado el necesario proceso de maduración
cívica, no significa que aceptemos dócilmente el presente.
De hecho, de tanto en tanto reaccionamos, espasmódicamente por cierto,
en forma aislada a veces, cuando el hastío se apodera de nosotros y
precisa expresarse de forma contundente, aunque luego no podamos
sostener esa decisión por nuestra propia impericia, por la ausencia de
claridad conceptual, por no comprender los vericuetos de los fenómenos
sociales y la complejidad de la política.
Pero que aceptemos mansamente que muchos políticos sean corruptos, que
la discrecionalidad haga de las suyas, que lo privilegios sigan siendo
la regla, que el poder abuse de sus atributos para llevar adelante
indeseadas decisiones y prácticas que aborrecemos, no legitima a sus
actores.
El descreimiento de la política es elevadísimo. Y bien ganando que tiene
ese lugar. Ha hecho y sigue haciendo mucho de lo que avergonzarse. Los
manejos oscuros, la falta de transparencia, la manipulación publica, los
perversos mecanismos que hacen que el poder demuestre su fuerza en las
sombras, en lo pequeño y en lo enorme, hace que la gente tenga verdadera
repulsión por la actividad partidaria.
Es esa desconfianza social, la que impide, casi como si estuviéramos
girando dentro de un círculo vicioso, que los más capaces y preparados,
que los moralmente más aptos, hayan decidido no ser parte de esa
historia para cambiar el rumbo. Es un intríngulis del que resulta
difícil de salir sin alguna cuota de heroísmo, que alguna vez habrá que
intentar.
Y a no equivocarse, que los ciudadanos sigamos eligiendo de la manera
que lo hacemos no tiene que ver con falta de inteligencia, sino con la
abulia crónica que nos impide comprometernos para construir algo diferente.
El dilema de la sociedad es como priorizar sus objetivos individuales.
Los mas prefieren luchar por su subsistencia personal, por generar lazos
familiares y desarrollar una vida social. Probablemente, de modo
equivocado, se ha decidido ignorar a la política sin advertir que sin
una buena interpretación de la misma, es difícil que ella no termine
inmiscuyéndose más de la cuenta en su vida familiar, personal, económica
y en cuanta faceta desee desarrollar este ciudadano.
Y vale la pena insistir con que el problema de la sociedad no es su
falta de cultura, ni de educación, mucho menos aun su supuesta
inteligencia disminuida. La sociedad es más que astuta de lo que parece
y ya lo ha demostrado en situaciones límites. Solo que en su escala de
valores, sigue priorizando cuestiones que cree más importantes, sin
visualizar el daño que implica dejar el espacio de la política en manos
de los inescrupulosos, de los mas picaros, de los improvisados y mediocres.
Alguna vez dará vuelta la rueda, y la comunidad toda, comprenderá que no
involucrarse tiene un costo, demasiado elevado a veces, que termina
impactando negativamente en cada aspiración genuina, impidiendo la
búsqueda de la felicidad individual, en detrimento de sus libertades y
destruyendo las bases de la vida en comunidad.
Que los políticos sigan con sus andanzas no significa que ganen en
credibilidad, que las encuestas digan que tienen imagen positiva, que su
intención de voto es significativa, no dice mucho, cuando la gente
siente que solo opta y nunca realmente elige.
La política actual solo ofrece al electorado, decidir por aquella que
considera la alternativa menos mala, pero pocas veces goza de la
convicción ciudadana, esa que avala con adhesión real la presencia de
tal o cual dirigente.
Tal vez cuando la sociedad se sienta respetada, perciba que no
consideran al votante solo un simple elector mas, cuando no se sienta
como estúpida al escuchar discursos vacíos, plagados de falacias, con
verdades a medias que esconden otras intenciones, pueda recuperarse
parcialmente la credibilidad que SI necesita la política para
convertirse en una herramienta de cambio, en una oportunidad de hacer
algo positivo por la comunidad.
Si algún político, de esos que deambulan por allí repitiendo hasta el
cansancio que pretende hacer algo diferente, comprendiera la importancia
de no subestimar a la sociedad, de no utilizar a los votantes, como un
medio para sus propios fines, si realmente se concentrara en ofrecer
algo genuino, inclusive aquello que no suena políticamente correcto a la
luz de la tradición discursiva de siempre, tal vez tendría la
oportunidad de cambiar la perversa dinámica vigente para devolverle a la
sociedad esa cuota de esperanza que ha perdido hace mucho.
Los más, empezaron así, vinieron para ser distintos, pero terminaron
claudicando y cayendo en las trampas de la politiquería barata.
Seguramente seguiremos asistiendo al tragicómico escenario de los
discursos sin sentido, de la mentira como código natural de la
partidocracia, Pero sería bueno que esos dirigentes que creen ser
inteligentes, comprendan que solo están allí porque la sociedad no ha
despertado. Reciben ocasionalmente votos, solo porque el circunstancial
adversario es un poco peor, pero no porque la sociedad les crea, o esté
convencida de sus bondades.
Alguna vez la ciudadanía despertará de esta larga siesta, y cuando
reaccione como corresponde, comprometiéndose con el futuro propio y de
sus hijos, la perversa inercia del presente cambiara su rumbo. Mientras
tanto, tendremos que asistir a este patético espectáculo, el que nos
ofrece una política que solo sabe subestimar a la gente.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=32590
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