Monday, June 13, 2011 | Por José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) – Aquel antiguo refrán: "Cuando
el mal es del estómago, no valen guayabas verdes", ha sido adaptado a
nuestras circunstancias por un humorista popular que ahora está de moda
en La Habana. Y dice: "Cuando el mal es del estómago, hay que irse en
diarreas, porque las guayaban son demasiado caras".
Es verdad. Aunque no sólo las guayabas están caras, sino otras frutas,
cuyo cabalgante encarecimiento nos corta el resuello. No obstante,
tendríamos que darnos con un ladrillo en el pecho, ya que por vez
primera en decenios estamos viendo este año variedad de frutas criollas
en el mercado.
Sabido es, porque se ha repetido hasta la sofocación, que entre las
múltiples desgracias que debemos a este régimen de salvadores de la
patria (y ahora ecologistas por más señas), está la desaparición de las
frutas cubanas, mediante un acto de magia tan convincente que, a fuerza
de no verlas durante décadas, nuestras nuevas generaciones desconocen la
mayoría de sus variedades. En tanto, los viejos, luego de extrañar sin
consuelo la ausencia de sus aromas y sabores, han tenido que ir a
reencontrarlos al Palacio de los jugos de Miami.
Quizá el hecho de no haber visto nunca antes un melón es lo que anima a
los actuales vendedores del agro mercado a cobrar 20 pesos por una
mínima tajada. A lo mejor todo es tan simple como eso: que están
asumiendo la chirimoya, el mamey colorado, la piña, el canistel, el
níspero y el anón como productos exóticos.
Hace pocos días vi a uno de estos vendedores con plátanos manzanos en su
tarima. Luego de reponerme del asombro, le pregunté y me dijo que eran
plátanos vietnamitas. Compré unos pocos, a precio de Potosí, y, en
efecto, era lo que alguna vez había conocido como manzanos. Así que
ahora estoy muy confundido: ¿Será que aquellos platanitos manzanos de mi
niñez no eran manzanos sino vietnamitas? ¿Habrán logrado un injerto de
manzanos con alguna especie asiática? ¿O será simplemente que el plátano
manzano ha renacido en nuestras tierras como un producto exótico y con
nuevo nombre para la ocasión?
De cualquier forma, si no sirve como justificante, serviría tal vez como
pretexto para los vendedores alegar que están vendiendo hoy tan caras
las frutas criollas porque su desconocimiento los hace valorarlas como
cosas de otro mundo.
Pongamos que el pretexto sería aplicable en los casos de la guanábana,
el caimito, la ciruela, la lima, el marañón. Pero la guayaba, el mango y
la fruta bomba no dejaron nunca de darse silvestres en los patios de
cualquier casa de vecino. Alinean entre las muy escasas variedades que
los magos del régimen no lograron desaparecer completamente. Sin
embargo, la compra, digamos, de una fruta bomba, ocho o diez guayabas y
otro tanto de mangos puede dejar temblando el bolsillo de cualquier
obrero que acaba de cobrar su salario mensual.
¿Será que en los agromercados, como en aquellos circos donde uno paga
por ver a la mujer barbuda o al gigante de las dos cabezas, están
incluyendo el precio del espectáculo? Tal vez todo es tan sencillo como
eso. Que hoy nos toca pagar sólo por ser testigos del fenómeno de la
resurrección de las frutas cubanas.
http://www.cubanet.org/articulos/el-precio-de-la-resurreccion/
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