Aplausos y aprehensiones en un amargo desmontaje
A los participantes en el entuerto les cuesta trabajo reconocer el
enorme daño causado por Fidel Castro en la economía de la nación
Rafael del Pino, EEUU | 07/03/2011
No es nada fácil haber dedicado toda una vida a una utopía que terminó
hundiendo la nación y después de medio siglo anunciar que se debe
comenzar de nuevo a construir lo que se había destruido.
Y digo que no es nada fácil porque en ese largo trayecto ha sido inmenso
el sufrimiento de millones de personas. Es imposible borrar de la noche
a la mañana la persecución implacable, el acoso, los encarcelamientos y
las ejecuciones de quienes desde el mismo comienzo de la utopía impuesta
se negaron a respaldar o se opusieron a que el país fuera lanzado al
precipicio.
Raúl Castro ha reconocido abiertamente que la sociedad cubana está al
borde mismo del abismo, pero no tiene el coraje de hacerlo explicando
cuáles han sido las causas de esos fracasos y de identificar al
principal responsable de los mismos.
A los participantes en el entuerto les cuesta trabajo reconocer el
enorme daño causado por Fidel Castro en la economía de la nación con su
pensamiento idealista, sus ideas alocadas, su estilo anárquico de
dirección y los sacrificios extraordinarios que le impuso a todos los
cubanos por perseguir su quimera de la revolución mundial.
La dirigencia actual del país quiere tapar el sol con un dedo
proclamándolo un genio y el inspirador de la reforma económica
propuesta, cuando todos los que tengan un mínimo de raciocinio
comprenden en su fuero interno que es el máximo responsable del desastre
económico actual de la nación cubana, que siempre se comportó como un
elefante en una cristalería y que las reformas propuestas son totalmente
opuestas a todas las políticas que él preconizó.
No se le puede hablar a un pueblo educado como si fuera un rebaño de
ovejas analfabetas. Los cubanos que participan en las discusiones de los
Lineamientos presentados por el Partido Comunista de Cuba para su
próximo congreso de abril saben muy bien cómo, por qué y quiénes son los
causantes de la terrible crisis que viven.
¿Por qué se empeñan en tapar el sol con un dedo disfrazando el
desmontaje del manicomio que creó el Comandante utilizando rebuscados
eufemismos como el de "actualización del modelo socialista"? ¿Creen
acaso que así podrían disfrazar que en realidad intentan dar los pasos
iníciales hacia un capitalismo de Estado con una economía mixta, donde
el mercado juegue un mayor papel y la economía de la nación se dirija
indirectamente mediante estímulos financieros y fiscales?
Hace cuatro años en una carta abierta que escribí al gobernante Raúl
Castro publicada en El Nuevo Herald le sugería a la dirección del
Partido y del Gobierno cubano que la única forma de frenar el camino al
precipicio era rasgándose las vestiduras, reconocer los errores
cometidos e iniciar los cambios de rumbos que evitaran la catástrofe.
Mucho antes de ese escrito, a finales de 1992 el entonces coronel Álvaro
Prendes convocaba a la prensa extranjera radicada en Cuba y proponía que
el Gobierno cubano reconociera los errores e iniciara los cambios.
Desafortunadamente al coronel Prendes, estigmatizado y acosado,
confinado a su casa sitiada por las turbas gubernamentales durante
semanas no le quedó otra alternativa que salir al exilio donde
posteriormente murió.
A pesar de la tardanza, de las reticencias y vacilaciones que han tenido
los dirigentes de la Isla en comenzar los impostergables cambios y las
cortinas de humo que usan para esconder la dirección a la que se
dirigen, los cubanos, quienes en su inmensa mayoría han tenido que
soportar tantas penurias y sufrimientos, ven hoy un rayo de luz en medio
de todas sus aprehensiones. Son aprehensiones lógicas, que el propio
Gobierno alimenta por su ambigüedad e incoherencia.
Los cambios económicos propuestos son indudablemente positivos,
necesarios e impostergables para el país, pero para que tengan éxito
deben ir acompañados de medidas tales como el adecuado financiamiento y
abastecimiento del sector privado que se desea crear y la eliminación de
las trabas a su desarrollo, como los impuestos excesivos y el aumento de
la carga fiscal a la fuerza de trabajo que usarán los empresarios que
deseen contratar mayores cantidades de obreros desempleados.
Es evidente que tales medidas ni estimulan ni inspiran confianza al
sector privado incipiente que se desea volver a crear en Cuba. Será muy
difícil que ese sector privado, en que tiene puestas las esperanzas el
Gobierno cubano, se desarrolle si se reducen excesivamente sus ganancias
potenciales. Estas medidas impiden la recuperación de la confianza que
requiere toda gestión empresarial y en especial desestimulan la
participación de muchos cubanos de la diáspora que posiblemente estarían
interesados en asumir riesgos de inversión en la Isla en condiciones
adecuadas.
No alcanzarían las cuartillas de este artículo para enumerar todas las
arbitrariedades y obstáculos creados por la dirigencia cubana en este
medio siglo que permanecen vigentes y que deben ser eliminados para que
los cambios propuestos puedan tener un mínimo de éxito.
Además, ¡No puede haber perestroika sin glasnost! Para que las reformas
económicas sean exitosas tienen que venir acompañados de transparencia
sin medias tintas ni paños tibios. Actualmente hay demasiada
incongruencia, demasiadas interrogantes sin respuestas convincentes.
Muchas de las medidas que se proponen parecen diseñadas para preservar
el poder de la clase dominante, en lugar de estar creadas para facilitar
el éxito de las reformas deseadas.
Si ahora, para el desmantelamiento encubierto del socialismo, se
pretende que los nuevos capitalistas que surjan puedan impulsar la
naciente empresa privada para que asimile lo más que pueda los cientos
de miles de trabajadores que han sido y serán despedidos, tiene que
haber transparencia total, devolución irrestricta de todo tipo de
libertades y eliminación de todas las trabas para el desarrollo de ese
emergente sector empresarial y para todos los cubanos en general dentro
y fuera de Cuba.
Comencemos porque los dirigentes del Estado cubano deben rendir cuenta a
toda la población de cómo se usa la riqueza que ésta le proporciona
mediante impuestos. No puede continuar habiendo recursos manejados
secretamente por los altos dirigentes de la nación. Los que existan
deben volverse a colocar bajo la supervisión del Gobierno nacional.
Todas las divisas de la nación deben estar bajo el control del
Ministerio de Finanzas y del Banco Central de Cuba. Los gastos del
Gobierno deben ser controlados por un presupuesto que se apruebe por un
congreso elegido por el pueblo, y se debe ejecutar bajo la supervisión
de un Ministerio de Finanzas, para que se pueda evitar o al menos
reducir la malversación, la corrupción, el desvío de recursos y el
despilfarro. Además, el Gobierno cubano debe tener la obligación de
informarle exhaustivamente al pueblo de cómo utiliza los recursos
financieros que obtiene mediante los impuestos que el pueblo aporta. Sin
una utilización racional de las finanzas y una transparencia
administrativa que la garantice, no puede haber una reforma económica
exitosa.
Por último, hay que resolver el problema de las libertades políticas y
de la libre elección de los gobernantes del pueblo cubano. No puede
haber un proceso de desarrollo económico eficiente cuando una minoría
privilegiada poseedora de la "Verdad Divina" administra el país por
derecho propio per secula seculorum. Cuando los gobernantes de un país
no son elegidos por la voluntad popular, se eternizan en el poder y
gobiernan en su propio beneficio, no en el de sus compatriotas. Y eso
significa que los gobernados pierden el interés en producir y ser
eficientes. ¿Para qué esforzarse si no creen que van a recibir
beneficios de ello?
Ya en más de una asamblea se ha cuestionado qué objetivo tiene, a partir
de ahora, mantener la "Dictadura del Proletariado", cuando este
principio Leninista se basaba en la necesidad de implantar una dictadura
que pudiese construir el socialismo y el comunismo y eliminar todo
vestigio de una minoría privilegiada.
Si se reconoce que la construcción del socialismo y el comunismo no es
factible, y que se trataba de una utopía, ya que siempre sería necesario
cierto grado de desigualdad para que la población se interesase en
trabajar, ¿qué necesidad hay de un partido único y de una "Dictadura del
Proletariado"? ¿Qué sentido tendría continuar manteniendo una dictadura
si se acepta públicamente que esa igualdad idílica ya no sería alcanzable?
Por el contrario, tal dictadura beneficiaría únicamente a una minoría
privilegiada parasitaria que solo aspiraría a mantener para siempre un
alto grado de desigualdad entre sí y el resto de los cubanos. En esas
condiciones, como diría el Comandante, ¿dictadura para qué?
El pueblo cubano solo se interesará en participar en una reforma
económica genuina cuando se realice en beneficio propio y no de una
minoría explotadora privilegiada. Como es lógico, ésto solo se podría
lograr cuando el propio pueblo tenga la posibilidad de elegir
periódicamente y libremente a sus gobernantes para poderlos sustituir
por otros cada vez que demuestren ineptitud o comiencen a corromperse.
Si esto no se logra, la reforma económica, como tantas otras cosas que
el Gobierno cubano ha intentado anteriormente, perdería gradualmente el
impulso y eventualmente se paralizaría, pues el pueblo no estaría
estimulado.
El progreso y la felicidad de los cubanos depende en última instancia de
instaurar un sistema político que impida que ninguna clase se apodere
permanentemente del poder y pueda reprimir a todos competidores
potenciales que la amenacen con desplazarla del mismo.
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/aplausos-y-aprehensiones-en-un-amargo-desmontaje-257597
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