¿Por qué los bailarines cubanos siguen escapando?
Las últimas defecciones indican que el deshielo no ha parado la sangría:
según fuentes del exilio, en los últimos 18 meses han dejado la isla 83
artistas de ballet
ROGER SALAS
8 JUN 2016 - 19:47 CEST
Según algunas fuentes del exilio cubano de Miami, en los últimos 18
meses han dejado la isla 83 artistas de ballet entre miembros de Ballet
Nacional de Cuba, egresados de la Escuela Nacional de Ballet y miembros
de otros conjuntos estatales, como el Ballet de Camagüey. Y todo ello, a
pesar de la repercusión global del deshielo de las relaciones con los
Estados Unidos, de la visita al caribe del papa y otros gestos de alta
diplomacia. Desde algunos sectores de la ortodoxia castrista se pide
paciencia.
Pero a un artista de ballet no se le puede pedir paciencia aunque sea
parte de su disciplina; la ambición profesional de superación, cuando
hay talento, es la urgencia de cabecera; la ambición doma la paciencia
para que no se convierta en frustración. Para un bailarín o bailarina el
tiempo es oro. Las últimas y sonadas deserciones de una primera
bailarina del BNC, Amaya Rodríguez, y tres jóvenes solistas (que se
consideraban promesas seguras por su calidad y virtuosismo) que cruzaron
la frontera de Canadá tras un viaje oficial del conjunto cubano y entre
las que se encuentran Massiel Alonso y Mayrel Martínez, ponen otra vez
la atención sobre un goteo que nunca ha cesado y que ha poblado el
planeta de artistas de la danza cubanos, desde Holanda, Suecia, Noruega,
Italia, Reino Unido y España a varios países de Latinoamérica, con
Estados Unidos a la cabeza.
Amaya Rodríguez había salido legalmente a México con un permiso y cruzó
por su cuenta y riesgo la frontera con Estados Unidos, una espalda
mojada más en busca de su oportunidad. Pero estos jóvenes bailarines aún
en tierra norteamericana hablan con temor. La mayoría de ellos ha dejado
atrás a sus familias en la isla. Los que están en Europa, con menos
presión política, y mediática, eluden el compromiso declarado con la
oposición o cualquier actitud contestataria, algo que en la isla sigue
siendo delito.
La euforia turística, las remesas de dólares que envían los familiares
cubanos emigrados desde el extranjero, la promesa de la entrada de
grandes capitales occidentales para reindustrializar la isla y las
promesas de apertura en el terreno político no son capaces de tapar una
realidad ruinosa y amarga cuya mejor metáfora es, en el terreno de la
danza, el hecho de que las bailarinas se vean obligadas a remendar
imperturbables sus gastadas zapatillas de ballet.
El ballet ha servido recientemente, como lo fue el pimpón para las
relaciones entre China y Estados Unidos en tiempos de Nixon, para
desbloquear las conversaciones entre Cuba y los estadounidenses, y todo
empezó con una visita oficial del American Ballet Theatre [ABT] a La
Habana después de más de 50 años, de modo que se puede hablar con
propiedad en este caso de "diplomacia del ballet". El ABT fue a La
Habana con el plácet de Washington y así empezó esta parte de la
fiesta... o del drama, según se mire. Hay quien dice que ya no tiene
sentido emigrar o pedir asilo político al pisar suelo norteamericano.
Que se lo expliquen a los bailarines, ellos tienen una respuesta.
Pedro Pablo Peña, director del Cuban Classical Ballet of Miami y del
Miami Arts Center, como viene haciendo desde hace más de 30 años, ha
acogido a estos artistas y prepara para ellos una función especial el
próximo sábado 18 en el Miami Dade County Auditorium. Será un programa
enteramente clásico que terminará con el segundo acto de Giselle",
protagonizado por Amaya Rodríguez acompañada por otro cubano invitado,
Carlos Guerra, primer bailarín del Miami City Ballet y artista adorado
por el público de La Florida. También bailarán otros cubanos como Marifé
Fumero (Reina de las Willis) y Arionel Vargas (Hilarión), este último
exprimer bailarín del English National Ballet de Londres. Alonso y
Martínez harán también papeles solistas.
La diáspora de los artistas cubanos de ballet, desde los años sesenta
del siglo XX con la histórica deserción de los 10 de París en 1966, es
la más importante de la historia moderna junto a la de los rusos, que
empezó en los días de la revolución de octubre, se extendió todo el
estalinismo y terminó con la caída del muro de Berlín y la desaparición
del bloque socialista. Ambas historias tienen sus héroes, sus luces y
sus sombras y están por escribirse; los rusos quizás han tenido más
suerte y mejor fama pues los ayudaba su propia tradición. Los cubanos
siguen navegando en una tierra de nadie, luchando por su arte distintivo
y su briosa calidad característica.
Source: Ballet en Cuba: ¿Por qué los bailarines cubanos siguen
escapando? | Cultura | EL PAÍS -
http://cultura.elpais.com/cultura/2016/06/08/actualidad/1465380263_127033.html
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