Ni La Habana ni Miami aguantan más
JOSÉ HUGO FERNÁNDEZ | La Habana | 12 Ene 2016 - 8:46 am.
¿Celebran o lamentan los cubanos de Miami el hecho de que miles de
compatriotas emigrantes que se hallaban trabados en Centroamérica, estén
ya en vías de solucionar su drama y empiecen a llegar en oleadas a
Estados Unidos, sobre todo al sur de la Florida? ¿Hasta qué punto es
cierto que el arribo de tales emigrantes a predios miamenses afecta a
los ya establecidos en esta ciudad? ¿Optará el Gobierno Federal por
repartir a los recién llegados entre diferentes estados de la Unión,
incluidos aquellos que tienen familiares en Miami?
Interrogantes, más que respuestas concretas; actitudes apasionadas o
impulsivas, más que enfoques racionales; criterios parcializados desde
una y otra óptica, más que ecuánime comprometimiento ciudadano… Tales
dicotomías flotan hoy sobre los ambientes cubanos de Miami, mientras el
primer grupo procedente de Costa Rica está ya prácticamente en suelo
estadounidense.
El alcalde de la ciudad, Tomás Regalado, ha previsto el hecho como un
caos y aseguró en principio que su jurisdicción no está lista para
recibir esta nueva avalancha. La falta de una adecuada infraestructura
fue mencionada entre sus primeras preocupaciones, y también entre las de
otras autoridades de la Florida, quienes han estado insistiendo en
cuanto a la necesidad de que el Gobierno Federal tome cartas en el
asunto, no solo en lo que se refiere al apoyo económico, también con
respecto a la conveniencia de que otros Estados acepten repartir
equitativamente el grueso de los 9.000 cubanos que se esperan.
Hasta donde conocemos, el equipo del Presidente Obama no ha declarado
una conclusión explícita sobre el particular, aunque es seguro que
tendrá medidas entre manos. También es de esperar que éstas resulten
favorables para los emigrantes, ya que sus voceros reiteran con
frecuencia el propósito de no abolir la Ley de Ajuste Cubano, ni de
enmendarla siquiera, según comentarios de entretelones.
Por otra parte, hay más de un notable líder político que ha dejado ver
su desagrado ante la novedad. Marco Rubio, candidato a la presidencia
del país, no se mordió la lengua para anunciar que presentará un
proyecto destinado a restringir los beneficios que reciben los
inmigrantes cubanos. Y lo ha hecho justo en días de campaña electoral,
con el riesgo, ¿presunto o real?, de perder una muy sustanciosa cantidad
de simpatizantes. Diríamos que su proyección agrega nuevas interrogantes
o acaso alimenta algunas que ya existían.
¿Será que muchos cubanos residentes en Miami apoyan solo de la puerta
hacia afuera a sus paisanos que recién llegan, mientras que de la puerta
hacia adentro desean que sigan de largo para otros Estados? ¿Será que
Marco Rubio sopesó esta contingencia y es por ello que no le preocupa
echar leña al fuego?
Las dudas son proporcionales a la ausencia de aclaraciones precisas, la
expectativa aumenta y las preguntas sobran, pero, por lo que parece,
habrá que esperar por la llegada de los primeros grupos para ir
constatando in situ las respuestas.
En tanto, las opiniones de los cubano-miamenses tampoco aportan mucha
claridad, a pesar de que casi ninguno se queda sin airearla, sea en cada
reunión familiar o en cada charla entre amigos y conocidos.
De un lado, quienes consideran que no es necesario ni conveniente que
sean recibidos en Miami todos lo que elijan esta ciudad, que sin duda
será la gran mayoría. De otro, los que apuestan resueltamente por
ayudarlos a salir adelante, sean o no sus familiares, para que no
constituyan una carga demasiado pesada para las autoridades. Acá, los
que piensan que son los propios emigrantes quienes debieran elegir irse
a Estados más ricos y menos saturados demográficamente, tal y como lo
hicieron muchos de los que hoy viven en Miami. Allá, los que alegan que
es una obligación del Gobierno distribuirlos equitativamente entre las
ciudades, por el bien de ellos mismos y de los miamenses. Acullá, lo que
creen que la sola discusión del asunto denota falta de sensibilidad y de
solidaridad. De un lado, los que están centrados únicamente en sus
intereses personales y no se ocultan para exclamar que Miami no aguanta
más, añadiendo (sin molestarse en esgrimir argumentos sólidos, solo
porque es su parecer), que con el arribo de miles de nuevos inquilinos
podría aumentar el precio de las rentas y se reducirían los salarios y
las posibilidades de empleo. Del otro lado, los que opinan que sería una
vergüenza para la comunidad que uno solo de estos cubanos tuviera que
dormir en un parque.
También están los que cargan contra los compatriotas o sus descendientes
que son millonarios, alegando que estarían en el deber moral de
apadrinar a los emigrantes que vienen "al pecho", o sea, sin tener aquí
familia.
En fin, es lo dicho, ante tanta pasión disuelta en el aire, tantos
criterios encontrados, y ante la falta de preparación efectiva para
seguir asumiendo el fruto de los desmadres de la dictadura castrista, no
queda sino esperar, a ver qué pasa.
Source: Ni La Habana ni Miami aguantan más | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1452455288_19381.html
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