Wednesday, January 13, 2016

Miami me lo confirmó?

¿Miami me lo confirmó?
Es un error pretender resolver "el problema cubano" convirtiendo a la
Isla en una segunda Miami
Carlos Manuel Estefanía, Estocolmo | 12/01/2016 7:59 pm

Hay quien piensa que Miami es lo que la Habana hubiera sido sin Fidel
Castro. Si tal especulación llevara razón, podríamos invertirla para
decir que Miami es también la representación de la Cuba previa al
comunismo. Es lo que se siente caminando por sus calles, observando sus
negocios, particularmente los regentados por cubanos. Uno cree que, si
sigue unas cuadras un poco más allá, entrará en El Vedado, en Miramar o
alguna otra zona de La Habana eterna. Miami puede servirnos para algo
más: para comprender las razones por las qué llegó un Fidel al poder y
saber qué debemos hacer para que una figura similar jamás reaparezca.
Santificar en el Miami de hoy a la Cuba anterior al castrismo (o a la
que le suceda) es perder de vista los presupuestos sociales que
garantizaron el establecimiento de la dictadura más larga del
continente; un modo de gobierno que lejos de frenarse supo aprovecharse
de los índices económicos, sociales y culturales más o menos favorables
con los que contaba la nación cubana para el primero de enero de 1959,
si se le comparaba con la mayoría de los países de África, Asia, América
Latina y unos cuantos de Europa.
Para comenzar ya teníamos dictadura vieja antes de la llegada de la
nueva que, si bien dejó pequeña a la primera, difícilmente habría podido
estrenarse y mantenerse sin la sumatoria de vicios de gobiernos
anteriores que arraigaron en la población una "cultura" de caudillismo,
clientelismo y la prevaricación. Son estas columnas, levantadas en la
era colonial y dejadas intactas por nuestras luchas "revolucionarias",
sobre las que se sostendrá el autoritarismo en Cuba. A lo anterior
deberíamos sumar el enaltecimiento hecho por nuestros pensadores más
relevantes de las guerras "justas y necesarias", como aquella guerrita
civil entre batistianos y fidelistas que más que para derrocar un
gobierno, que se desmoronó por sí mismo con una soldadesca que se
entregaba en masa a un puñado de forajidos, sirvió para dar al traste
con los restos de institucionalidad que dejó intacto el batistato y lo
más terrible: demostrar el poco respeto que tenía el cubano por la vida
humana. Recordemos que aquellos que, en uno u otro bando, torturaron o
mataron a mansalva, con el aplauso de sus respectivos acólitos, no se
formaron en las academias de la KGB, sino en las escuelas y en muchos
casos universidades de la Cuba republicana. Ese fue el puntal adicional
del régimen por venir.
Luego tenemos la tradicional entrega de nuestra clase política a los
intereses de una potencia extrajera. El castrismo en su subordinación a
los soviéticos (con algún que otro pataleo) no fue muy diferente a lo
que ya habían practicado los políticos cubanos desde antes de la
independencia, algo que emulan buena parte del anticastrismo en relación
al Estado norteamericano, no importa si se identifica con el Partido
Demócrata o Republicano.
Lo más asombros son los paralelos que se observan entre la psicología y
actitudes de los cubanos de adentro y afuera, tras más de 50 años de
supuesta construcción de un hombre nuevo en la Isla, no importa que el
ideólogo de cada bando afirme que los suyos son los más puros
inteligentes y trabajadores, mientras que los otros serían los corruptos
vagos, ignorantes fanáticos o alienados, a cada lado encuentras el mismo
nivel de virtud o degradación. Es lo que notamos a simple vista, si no
nos dejamos guiar por la ideología o la falta de estudios comparativos,
serios y convincentes sobre el estado moral de la emigración cubana y la
población de la Isla.
Ante semejante cuadro resulta un craso error el de los que abogan por
pretender resolver "el problema cubano" convirtiendo a la Isla en una
segunda Miami. Que es el posicionamiento más recurrente en los medios
del exilio cubano.
Quienes deseen hacer de Miami el paradigma de la Cuba futura, tendrán
que comenzar la caridad por casa, "revolucionando" la ciudad floridana.
Así de paradójica suena la fórmula para dejar atrás la actual pesadilla
revolucionaria.
No tiene que ser la del exilio una revolución de balas y paredones, pero
sí una auténtica transformación ciudadana donde la creciente migración
cubana, con su experiencia inédita se convierta en la avanzada del
rescate de esos valores que tanto admira, sembrados en su mayoría por el
proceso que independizó las trece colonias, unos principios negados día
a día en la tierra que les vio nacer, aunque las películas de Hollywood
con sus finales felices intenten convencernos de lo contrario.
Se trata de que el cubano americano dejar de ser objeto para convertirse
en sujetos del medio que le rodea, que sea capaz de transformar el
sistema político que la ha recibido sobre la base de una inteligencia,
creatividad y experiencia únicas, buscando, por ejemplo, recetas para
que sea el voto del ciudadano y no el dinero del lobby quien determine
en la gestión del Gobierno.
Quienes desde el exilio deseen darle lecciones a los cubanos de la Isla,
no pueden repetir el error de aquellos comunistas que creían en una URSS
que solo existía en sus cabezas. Tienen que demostrar en la práctica que
son capaces de establecer un modelo social en el que no solo se respeten
los derechos y libertades naturales del individuo, como intentaron los
patriotas norteamericanos de finales del siglo XVIII, sino que,
afrontando los retos actuales, sea capaz de rescatar el sentido
tradicional de la familia —puesta en crisis por la sociedad moderna—,
salvaguardando al ciudadano de la ignorancia premeditada por los
sistemas de enseñanza, la desinformación y la manipulación mediática que
le coloca a expensas de los bancos, las farmacéuticas, las industrias de
comidas basuras, la droga, la delincuencia, los abusos de la policía y
por si fuera poco de un sistema de salud que cada vez mata más y cura menos.
Ese exiliado que tanto se enorgullece por la participación de nuestros
criollos en la toma de Pensacola durante la guerra independentista
norteamericana, bien podría hacer hoy lo suyo; ayudando, a su manera, a
culminar el proceso iniciado el 4 de julio de 1776, un proyecto cuyo
nuevo resto es dar al traste con algo más poderoso y terrible que
la monarquía inglesa de entonces: la imposición a nivel mundial de una
antropología maltusiana. Quien dude de lo impregnada que está dicha
filosofía en los funcionarios públicos miamenses solo tiene que observar
el pánico desatado entre los políticos locales y sus llamados de auxilio
al Gobierno federal, ante la probabilidad de que se levanten las
barreras que impiden a los migrantes cubanos varados en Centroamérica
llegar a Miami. Y eso que son unos pocos miles de compatriotas, nada en
comparación con otros éxodos, como el del Mariel por ejemplo.
En resumen, solamente podremos derrotar a los legitimadores del régimen
ya sea en Cuba o en el exterior cuando podamos contraponerles a su
propaganda plagada de medias verdades, algo más que un discurso similar
pero inverso: un resultado práctico en el que se refleje un proyecto de
país viable, sin fobia por motivos de clase o etnia, que materialice la
promesa incumplida de los comunistas de todos los tiempos, la de una
sociedad de realización personal, donde cada cual pueda recibir de
acuerdo a su capacidad de producir y sus auténticas necesidades
-determinadas por él mismo, no por los ingenieros sociales ni la
publicidad engañosa- sin verse frenado en la realización de sus
potencialidades humanas por las trabas del Estado, del monopolio privado
o la parte más brutal del mercado y donde nadie se sienta abandonado por
motivos de enfermedad edad o ser un recién llegado que busca su nicho en
un mercado laboral extraño.
Sólo entonces, cuando Miami se nos confirme como espejo de "gozadera"
democrática, de bienestar para todos y solidaridad humana, podremos
recetar su fórmula como solución a los males que aquejan a la Cuba a la
de ahora. Y será en tales condiciones que las idas y venidas de cubanos:
"avioneros", "balseros" y hasta los temidos "camineros" que ya vienen
llegando, harán el papel del vector natural que inocule en la isla el
"virus de libertad". Lo harán de manera natural, sin agitación y hasta
con la inocencia de los que hoy declaran que se van de Cuba por "razones
económicas y no políticas", llevando y difundiendo en la mayor parte de
su pueblo ese germen tan peligroso que no han podido inyectar, ni los
actos de beligerancia, ni los embargos, ni los dólares de la USAID a los
opositores de oficio, ni los viajes de turistas, y ni siquiera los
estrechones de manos entre mandatarios "democráticos", desde Palme a
Obama, y los hermanos Castro.


Source: ¿Miami me lo confirmó? - Artículos - Opinión - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/miami-me-lo-confirmo-324555

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