Thursday, January 14, 2016

Las pérdidas derivadas de la Revolución y sus ironías

Las pérdidas derivadas de la Revolución y sus ironías
JORGE A. SANGUINETTY | Miami | 14 Ene 2016 - 6:57 am.

Ahora que representantes del Gobierno de EEUU y de Raúl Castro se
comienzan a reunir para discutir sobre la compensación de las
propiedades americanas confiscadas en 1960, parece menos académico que
hace años hablar sobre tan complejo tema.

En efecto, desde la primera conferencia anual de la Asociación para el
Estudio de la Economía Cubana (ASCE por sus siglas en inglés) en 1991 en
Miami, varios investigadores han estado analizando los diversos aspectos
de este asunto. Pero ahora, en la práctica, tanto los que participan en
estas conferencias como los muchos observadores interesados pueden
vislumbrar y comenzar a entender no solo la naturaleza del nudo gordiano
a desatar, sino también las consecuencias de la transfiguración política
y económica de Cuba causada por el proceso revolucionario que empezó en
1959.

El tema puede enfocarse desde distintos ángulos. Por ejemplo, las
reclamaciones de ciudadanos norteamericanos propietarios de activos en
el momento de la expropiación se limitan al valor de los medios
expropiados, más los intereses acumulados en el tiempo transcurrido. La
pérdida total que así puede estimarse alcanza un orden de magnitud de
miles de millones de dólares, pero puede decirse que es solo una
fracción del valor total de las propiedades que el Gobierno
revolucionario confiscó en Cuba desde 1959 y que incluye las pérdidas
sufridas por los ciudadanos cubanos desde entonces. Sin embargo, tales
pérdidas no son parte de las reclamaciones del Gobierno de EEUU. Las
mismas tendrán que ser reclamadas individualmente por los dueños
afectados o sus herederos.

Cabe aquí hacer varias observaciones. La primera es que tales
reclamaciones involucran pérdidas materiales supuestamente compensables
con dinero o concesiones de valor equivalente. La segunda es que hay
infinidad de ex propietarios que por diversas razones, especialmente la
de haber tenido pequeñas propiedades, carecen de una base legal o
documental para hacer reclamaciones realistas. La tercera es que hay
muchas pérdidas teóricamente compensables en dinero que no tienen una
contrapartida en propiedades físicas, como construcciones, tierras o
maquinaria y equipo. Se trata de propiedades intelectuales, como
derechos de autor, patentes, o marcas; financieras, como depósitos
bancarios o bonos del estado; más pérdidas por ingresos dejados de
devengar, como salarios, pensiones, rentas, ganancias o intereses.

Cualquiera que sea el monto de las compensaciones que se reclaman por
las expropiaciones de dueños americanos, se puede suponer que el monto
de las pérdidas materiales de los ciudadanos cubanos cuando fueron
expropiados es un múltiplo muy elevado del primero.

Aquí aparecen varias ironías que vale la pena destacar.

La primera es la desigualdad en la distribución de oportunidades al
recibir compensaciones, si alguna vez esto llegara a ocurrir. Los
principales beneficiados serían los inversionistas que estén asociados
con las empresas americanas expropiadas. Después si acaso vendrían los
cubanos que no tienen la misma oportunidad de ser compensados que
parecen tener los inversionistas americanos, a menos que logren hacer
reclamaciones exitosas por cuenta propia. Es obvio que la historia y sus
turbulencias económicas y políticas han puesto a los cubanos en desventaja.

Pero otra ironía surge de la reclamación por parte de Raúl Castro de que
EEUU compense al Estado cubano por las pérdidas imputables al embargo.
En todo caso, esas pérdidas fueron sufridas por los ciudadanos cubanos,
no por el Estado. Lo extraordinario de esa demanda es que EEUU le pague
al Gobierno cubano por las pérdidas de los cubanos. ¡Es como querer
expropiarlos de nuevo!

¿Habrá alguna forma justa de compensación para esos cubanos? De esa
pregunta se desprende otra: ¿y por qué las compensaciones han de
limitarse a los que sufrieron pérdidas por expropiaciones? ¿Es que no
hay otros cubanos y extranjeros que sin haber tenido propiedades también
sufrieron pérdidas por las acciones revolucionarias?

Esta consideración expande la frontera de posibilidades de compensación
al máximo teóricamente posible y todavía no cubre todas las pérdidas
achacables a la revolución. Se queda fuera de esas posibilidades el
inmensurable costo humano provocado por la pérdida de vidas, años de
prisión, maltratos, exilio y todas las angustias que los cubanos han
sufrido en el Estado totalitario.

En estas condiciones la solución más justa al problema de las
compensaciones es que los cubanos puedan volver a ser dueños de su
economía, que se hagan cargo de la recuperación económica del país y que
puedan beneficiarse con los frutos de la reconstrucción. Pero el modo en
que los inversionistas extranjeros o cubanos están dispuestos a negociar
con el gobierno de Raúl Castro no es compatible con esa solución por
varias razones.

Primero porque el mismo Gobierno excluye la participación de los demás
cubanos en condiciones de igualdad con los extranjeros y unos pocos
cubanos favorecidos por las autoridades. Y segundo porque esos
inversionistas dependen de que el Gobierno cubano les dé el permiso para
invertir y operar. Esto hace a tales inversionistas privilegiados en los
beneficios que puedan derivarse de la normalización y usurpadores del
derecho de los demás cubanos a ser compensados por la vía de la
participación irrestricta en su propia economía. Lo cual plantea una
cuestión moral insoslayable: si la forma más justa posible de
compensación para los cubanos es participar directamente en los
beneficios de una recuperación económica ¿por qué otros que no sufrieron
pérdidas han de beneficiarse exclusivamente? ¿Cómo es posible hablar de
una normalización de relaciones excluyendo a tantos cubanos de su
derecho a ser compensados?

Lamentablemente estas consideraciones no están en la agenda del proceso
de normalización de relaciones entre EEUU y Cuba. Por diversas causas,
los cubanos se encuentran hoy de nuevo en una coyuntura donde fuerzas
ajenas a sus intereses determinan su destino. Hay que reconocer que los
intereses de la mayoría de los cubanos están indefensos. Creo que es
resultado de un fallo de acción colectiva que nos ha hecho incapaces de
unirnos y organizarnos en defensa de nuestros intereses comunes.
Lecciones de la historia que deben aprender las próximas generaciones si
quieren una Cuba libre.

Source: Las pérdidas derivadas de la Revolución y sus ironías | Diario
de Cuba - http://www.diariodecuba.com/cuba/1452751028_19368.html

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