La incógnita venezolana
Por Armando Soler Hernández/ HABLEMOS PRESS.
LA HABANA.- Luego del 6 de diciembre pasado en Venezuela, el chavismo
quedó relegado al poder ejecutivo. Con este retroceso del absoluto
control de los poderes del Estado, cambia sus perspectivas de
supervivencia como fuerza política dominante.
Mas es singular el resultado de este choque con la realidad que derivó
del acumulamiento de sus errores. El chavismo se vuelve furibundo y más
irracional que nunca. Y da claras muestra de que ya no le interesa la
constitucionalidad ni el orden democrático. No le sirven para nada
cuando se tornan disfuncionales con sus intereses. El triunfo arrollador
de la oposición en el poder legislativo les dejó coja la mesa del poder
absoluto. Y así no puede funcionar a pleno vapor energúmeno.
Y no es para menos este intento de querer curarse en salud. La nueva
Asamblea Nacional tiene como hoja de ruta el desmantelamiento de una
larga política fallida de catorce años, basada en el clientelismo y la
creciente dependencia del Estado, y todos a caballo de lo que parecía un
animal domesticado, el petróleo.
Pero la política interventora del Estado en busca de la tranquilizadora
fórmula cubana del poder cobra sus amargos frutos. Alejó la inversión
nacional y extranjera con una práctica de estatización irracional,
destruyendo la capacidad de diversificación productiva del país. Como
nefasto resultado, de una dependencia nacional de la exportación del
petróleo y derivados del 83% en el 2000, la economía de monopolio
estatista pasó al 97%. Y la inflación, de un 10% en 2001, ahora ronda
el 200%. Esa es la cosecha de la utopía, asesorada puntillosamente por
otro experimento mucho peor en las Antillas.
Para mayor empecinamiento del error, el bando perdedor en las elecciones
intenta desconocer los recientes resultados electorales. Y el poder
ejecutivo acude a cuanto subterfugio legalista encuentra que desconozca
la voluntad popular, pretendiendo obstaculizar o desconocer la
legitimidad del grupo mayoritario en el nuevo cuerpo legislativo.
No bastaron las claras señales que el ejército nacional diera una semana
antes de las elecciones a los promotores del chavismo. En caso de perder
en las urnas, no los apoyaría en un golpe de mano. Pero los chavistas
son lerdos. No concebían este tipo de giro inesperado. Y fue epatante la
revelación de no contar con unas fuerzas armadas que por años
sobornaron, mimaron y privilegiaron con regalías, precisamente para
contar con su total incondicionalidad.
A pesar de ello, y aun queriendo forzar el juego, recibieron prueba de
su error cuando el cuerpo armado impidió el agavillamiento de la
paramilitar Brigada Bolívar. Diosdado Cabello ex-capitoste de la
Asamblea, la estaba agrupando en la sede de la magna sala con
intenciones de meter una cañona electoral el mismo día de la votación.
Se suma a esta cosecha de errores el fracaso de la incosteable política
exterior venezolana, basada en la diplomacia petrolera. La caída
estrepitosa del precio del combustible en el mercado internacional fue
el canto de cisne. Y se fue a pique la falsa posición de potencia
mundial. Toda la frágil estructura de influencia política y económica
creada sobre esa base clientelista en la región comienza a hacer
grietas, amenazada con perder su sustento vital.
Nicolás Maduro y sus más fieles secuaces pretenden ignorar el
agotamiento que sufre la idea del Socialismo del Siglo XXI. Convocando
para legislar a un comodín constitucional, las Asambleas Comunales, no
es la mejor respuesta. Más aun cuando no cuenta con la legitimidad de la
Asamblea Nacional, reconocida como representación legal de los
resultados en las últimas elecciones legislativas. Mas no conforme con
esta torpeza, el presidente Maduro convoca a la rebelión del pueblo
contra la propia decisión popular de un cambio de rumbo en los destinos
del país.
La división política de Venezuela en dos grupos antagónicos
irreconciliables no es escenario propicio para hacer que la nación
reinicie el lento y escabroso rumbo hacia la normalidad. Pero parece ser
el escenario que el chavismo está buscando, incapaz de aceptar que ya no
representa a la vasta mayoría. Y no son tranquilizantes para el
necesario clima político las recientes beligerantes declaraciones de
Cabello, agrupando sus intenciones revanchistas en los cinco millones
del chavismo para anunciar un futuro revanchismo.
Esto no indica otra pretensión que la intentona de forzar un caos social
incontrolable y obligar a la determinante fuerza armada a pronunciarse
en su favor. De lograrlo, lanzarían al país a un imposible.
Probablemente, ya que no podrían volver recurrir a una apariencia
democrática repetir el modelo de gobierno monopartidista cubano, lo que
en teoría les da garante de no dejar abierta ninguna puerta que permita
su cuestionamiento o modificación.
Por lo que nos toca, sea cual sea el escenario, La Habana no puede estar
muy tranquila. El androide venezolano que pagaba sus cuentas se está
volviendo otra cosa, inasible y fatalmente cierto en soltar amarras con
el más vetusto régimen militar del hemisferio occidental. Las últimas
declaraciones del presidente-general Castro tampoco tranquilizan mucho.
Muestran total inmunidad a la realidad tanto interna como exterior.
Indican el reforzamiento de la tendencia avestruz con acomodo de patas
en el parapetamiento. Y resistir el futuro se vuelve la consigna que
pone pies en polvorosa a muchos cubanos.
Source: Boletín de noticias Hablemos Press - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/5696d8cc3a682e1798a7afee#.Vpe2AxUrLjY
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