El americano bueno
FRANCISCO ALMAGRO | Miami | 26 Ene 2016 - 9:12 am.
Después de haber enseñado sus músculos, la batalla real entre el
Legislativo y el Tribunal Supremo de Justicia venezolanos es cuestión de
días o semanas. Al negarle al Ejecutivo el decreto de emergencia
económica —que tal vez nada iba a resolver sino complicar más el
ambiente socio-político—, la oposición debe esperar del chavismo una
nueva maniobra leguleya para descalificarla. Solo que el telón de fondo
en el coliseo-asamblea nacional no es nada estimulante: con el barril de
petróleo a menos de 30 dólares, y bajando, la catástrofe puede arrastrar
a todos los actores políticos en caída libre al abismo.
Al escribir la palabra abismo se recuerda aquel discurso del presidente
Raúl Castro cuando, para describir la necesidad de alternativas al
inmovilismo cubano, dijo que hacía años estaban bordeando peligrosamente
el precipicio, y que de no rectificar ciertas políticas, caerían
perdiendo todo por lo que habían luchado generaciones. Se refería, sin
duda, al deterioro de toda la industria y el campo cubanos, y a la
imposibilidad de sobrevivir sin el petróleo venezolano, pues ni las
remesas, ni los servicios al exterior o el turismo serian paliativos a
una economía en bancarrota.
Por aquellos días ya la situación económica y política de Venezuela se
deterioraba, con el presumible acortamiento de la dádiva petrolera. Los
especialistas y la inteligencia cubana, para nada torpes o
desinformados, manejaban también otros datos: la probable entrada al
mercado petrolero de los norteamericanos; la buena marcha del acuerdo
con Irán, otro peso pesado en la producción de crudo; las próximas
negociaciones de la deuda cubana con el Club de París.
El acercamiento entre Estados Unidos y Cuba, que de forma subrepticia,
casi como un complot, desestimó a congresistas y a cientos de opositores
de ambos bandos… ¿fue una operación de inteligencia triangulada con el
mejor y más antiguo servicio de inteligencia, el Vaticano? ¿Fue un
acuerdo al más alto nivel que hace sospechar, una vez más, que los
enemigos nunca han sido tan hostiles tras bambalinas? ¿Fue un nuevo
pacto entre vecinos, a 53 años de la Crisis de los Misiles, que ahora
pudiera llamarse del Oro Negro?
Todo parece indicar que una vez más el castrismo ha confiado en el
americano "bueno" para sobrevivir y mantenerse en el poder. Hablo del
norteamericano medio, persona esencialmente confiada, bondadosa y en esa
misma medida, al principio parece fácil de confundir y persuadir. El
americano que de niño ha sido educado en una burbuja donde al amor al
país, a la bandera y la reverencia a los padres fundadores está más allá
de toda duda. El norteamericano entrenado desde pequeñito en base al
premio y al castigo sin excusas, y al pragmatismo, como su idioma,
simple, directo, sin adornos. El americanito para quien la luz roja es
sencillamente detenerse y esperar, aunque no vengan automóviles.
El joven americano medio de hoy ha crecido viendo a sus padres partirse
el lomo en dos y tres trabajos, y vivir en una casa decente, con la
posibilidad de tener automóvil propio; que nadie impida su libertad de
movimiento, de asociación, reunión y religión. Es el joven quien a
temprana edad puede trabajar, y con su dinero, darse gustos sin rendirle
cuentas a nadie, ni siquiera a los propios padres para los cuales hay un
tiempo en el cual los hijos deben abandonar el hogar para siempre.
El americano adulto es casi siempre sanote. Su domingo transcurre entre
la iglesia y el fútbol, y a veces, solo a veces, con un asado en el
patio, compartido con pocos amigos y casi ningún vecino. Es un hombre
simple, diríase con cultura primaria, muy local. Todo el mundo es para
él su entorno a pocas millas alrededor, y eso no le quita el sueño. Para
él, las grandes cadenas de televisión siempre dicen verdades como las
enseñadas en las escuelas, y siempre hay esperanza de mejorar pues salen
afortunados en la lotería, miserables premiados con viajes y
desconocidos, tocados por la fama en concursos pedestres.
Es a ese americano bueno a quien dos millones de cubanos debemos, como
diría el poeta, la sobrevida. Pero es también el americano a quien el
castrismo lleva manipulando medio siglo. Y no cabe decir que el Gobierno
y el pueblo son cosas distintas pues el pueblo sí vota por sus
representantes. Es a ese pueblo a quien le colaron Camarioca, Mariel,
Guantánamo y esta nueva "cosa" que nadie aún atina a definir. Es el
mismo americano a quien se pretendió convencer de que las Avispas eran
inocentes perros guardianes. El americano de las universidades, los
centros de investigaciones y las organizaciones gremiales donde se dice
bloqueo —acción de guerra— y no embargo —castigo menor. El norteño que
está comprando la idea de que el cubano es un emigrante económico como
cualquier hijo de vecino, y no un refugiado político. Y también le han
hecho creer a algunos congresistas y hombres de negocio, personas
serias, que el Gobierno cubano está cambiando, y que va a dar garantías
de inversión y pagar las deudas contraídas.
Ojalá sean muy serios —y buenos— los cubanos de la Isla que pretendan
esta vez hacer negocios con los americanos. No deben olvidar que lo
único que no se le puede tocar al norteño, por muy bueno que sea, es el
bolsillo. Lo podrán engañar —expropiar— una vez, pero no dos veces. No
podrán pedirle y no resarcirle pues aprende muy rápido; y no vuelve al
mismo error porque no lo han enseñado a perder.
Cuando a un norteamericano le tocas el billete, la cara se le agria, se
ven las monstruosas entrañas de que hablaba el Apóstol. Pero de cuan
malos pueden hacerse los americanos buenos cuando se les engaña o
traiciona no trata este artículo. De eso hemos leído bastante en la
prensa cubana hace medio siglo.
Source: El americano bueno | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1453742466_19727.html
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