Monday, December 14, 2015

Un año después de aquel 17 de diciembre

Un año después de aquel 17 de diciembre
"La única puerta que queda abierta es la de emigrar. Cómo y cuándo no
sé, pero ya estoy convencida que mientras gobiernen los mismos, hay que
largarse de Cuba".
REPORTE
IVÁN GARCÍA

ESPECIAL

En un sótano ennegrecido por la humedad y el hollín, junto a dos
trabajadores, Leonardo Santizo elabora galletas, dulces y turrones de
maní para vender.

Al fondo de la habitación, amontonados en sacos de nailon, hay cientos
de kilogramos de maní sin tostar, bidones de aceite vegetal y harina. Al
otro lado, sobre una mesa estropeada y sucia, hay un termo de café
recién hecho. Mientras trabajan, los laboriosos hombres fuman un
cigarrillo tras otro.

"Estamos en pie desde la 5 de la mañana y trabajamos hasta la 4 de la
tarde. En cada jornada elaboramos 600 pasteles, 100 paquetes de galletas
y 400 tabletas de maní molido. La ganancia promedio es de 400 pesos
diarios (unos 16 dólares al cambio). A veces un poco más. Vendemos las
galletas y dulces al por mayor a negocios privados minoristas", relató
Leonardo.

Como en todo negocio privado, aplican una doble contabilidad y compran
la materia prima en el mercado negro. "Hay un balance financiero amañado
para la ONAT (institución que gestiona el trabajo privado en Cuba) y
otro que lleva el dueño del negocio, con los gastos y beneficios reales.
Eso funciona así en todos los negocios particulares", añadió.

Más tarde recordó como el 17 de diciembre de 2014, los tres estaban
almorzando y escuchando música salsa en un radio de batería, cuando un
locutor anunció que Raúl Castro pronunciaría una importante alocución.

"Nos quedamos sin palabras. Después de tantos años con la matraca del
imperialismo yanqui, ambos presidentes cuadraban sus diferencias. Por la
tarde hicimos una colecta y compramos un litro de ron Havana Club Añejo
siete años, y nos pusimos a hacer planes. Pensábamos que las cosas
mejorarían y podríamos adquirir materias primas en el norte. Ha pasado
un año y las cosas siguen igual de jodidas", confesó Leonardo.

Luego de tomar un poco de café, continuó su descarga. "Y nosotros le
podemos dar gracias a Dios que en un día ganamos lo que un profesional
gana en un mes. No soy optimista. Estos tipos (el Gobierno) no tienen la
intención de que la gente viva mejor. Todos los negocios los quieren
administrar ellos".

El 17 de diciembre fue un parteaguas en la vida nacional. Es muy difícil
que las personas en Cuba no recuerden qué estaban haciendo, justo al
mediodía cuando estalló la bomba informativa.

Luis Carlos, taxista privado, estaba manejando uno de los miles
automóviles híbridos que circulan por La Habana, con chasis de coches
facturados en los talleres de Detroit en la década de 1940-50 y ahora
ruedan con motores y piezas de autos modernos.

"Como todo el mundo en Cuba, creí cosas. Me dije, coño, ya se acabó la
jodedera y el dime que te diré entre los yanquis y el Gobierno cubano.
Esa noche, ya en la casa, pensé que pronto llegarían los restaurantes de
comida rápida, bajarían los precios del billete aéreo a Miami y las
tiendas se desbordarían de alimentos y pacotillas de la Yuma. Un año
después, el juego de dominó sigue trancado", dijo Luis Carlos.

Si usted charla con los cubanos que desayunan solo café, más o menos ése
es el registro de opiniones. En doce meses se ha pasado de las
expectativas exageradas al peor de los pesimismos.

El balance tras un año de relaciones diplomáticas y la hoja de ruta del
presidente Obama para empoderar al pueblo cubano y extender el uso de
las nuevas tecnologías es magro.

Apenas contamos con cuatro decenas de plazas públicas, donde por dos
pesos convertibles la hora (el salario de dos jornadas de un
profesional), se puede acceder a internet de manera inalámbrica.

A esto sumamos, un contrato de la empresa de telecomunicaciones
estadounidense IDT con ETECSA y el aluvión de estadounidenses famosos
que han visitado Cuba, y poco más.

Del atasco porque en un año no haya habido un intercambio comercial más
amplio, el régimen verde olivo culpa al embargo económico, a la base
militar de Guantánamo, a Radio Martí y TV Martí, a la Ley de Ajuste
Cubano o cualquier otro comodín.

En estos 12 meses, la autocracia en la Isla solo ha sabido quejarse. O
escuchar solo propuestas de futuros negocios con agrupaciones estatales.
Casi todas en la órbita de empresas militares.

La génesis del plan Obama, de tender un puente con emprendedores
privados y los cubanos de a pie, ha sido dinamitado por el Gobierno de
Raúl Castro.

No es un secreto que el ejecutivo isleño no sienta simpatía por los
pequeños negocios familiares. En uno de los primeros acápites de la
biblia económica del régimen, los llamados Lineamientos Económicos, se
expresa que el Estado no admitiría concentración de capitales en manos
de particulares.

De ahí parte la estrategia de no permitir que los cubanos de la Isla
puedan invertir en su propio país o los trabajadores privados establecer
importaciones o negocios con empresas extranjeras.

Mientras los negocios privados sean percibidos como nidos de
delincuentes, las buenas intenciones tras el 17 de diciembre se quedan
solo en las buenas intenciones.

La mayoría de los cubanos se sienten preparados para una reforma
económica de calado, acceder al capitalismo moderno y la economía de
mercado.

La ingeniera Yohanna creció convencida de los beneficios del socialismo
marxista y creyó en las utopías del comunismo científico. La noche que
antecedió al 17D, caminaba de rodillas a la entrada del santuario de San
Lázaro, al sur de La Habana, para pagar una promesa a uno de los santos
más populares en Cuba.

"Le pedí al viejo (San Lázaro) que además de salud nos bendijera, pues
mi esposo y yo teníamos planes de marcharnos a Estados Unidos por vía
terrestre desde Ecuador. A la mañana siguiente, tras escuchar la noticia
del restablecimiento de relaciones, aplazamos los planes pensando que
las cosas mejorarían. Pero viendo el panorama actual, la única puerta
que queda abierta es la de emigrar. Cómo y cuándo no sé, pero ya estoy
convencida que mientras gobiernen los mismos, hay que largarse de Cuba".

Es evidente el divorcio entre el deseo popular y la narrativa oficial.
Mientras las optimistas noticias oficiales nos dicen que el país crece,
un segmento amplio de cubanos decepcionados se sienten atrapados en un
callejón sin salida.

La economía sigue haciendo agua, los salarios son un chiste y hacer dos
comidas calientes necesita un acto de prestidigitación. Y el Gobierno no
se entera.

Source: Un año después de aquel 17 de diciembre :: Diario las Americas
:: Cuba -
http://www.diariolasamericas.com/4847_cuba/3512017_despues-17-diciembre.html

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