Friday, December 18, 2015

La democracia en Cuba no corre prisa

La democracia en Cuba no corre prisa
El deshielo de relaciones con EE UU no se ha traducido en una mejora
política en la isla
JUAN JESÚS AZNAREZ 18 DIC 2015 - 11:50 CET

El primer aniversario de la distensión entre Estados Unidos y Cuba
satisface a los consorcios que se relamen soñando con facturaciones
millonarias y mayores facilidades legislativas porque de otra manera la
inversión internacional interesada en el país caribeño fluirá lentamente
o se inhibirá. La efeméride del 17 de diciembre es menospreciada por los
ciudadanos y observatorios con otra prioridad: la democracia, improbable
a medio plazo.

Raúl Castro continuará oficialmente al mando hasta 2018, cuando cumpla
87 años, y pilotará una transición en sentido contrario a la URSS:
primero la descentralización económica y, eventualmente, la política,
dependiendo de la evolución del deshielo con Washington, la
circunstancia doméstica y el encaje que pueda tener en el Caribe el
formato chino-vietnamita. Sugiriendo que el desbloqueo de candados es
posible, los laboratorios del régimen ponderan una ley de prensa y
generosidades en la ley que regula el acceso al Parlamento, copado por
la militancia.

Previsiblemente, se anunciarán otras iniciativas durante el VII congreso
del partido, en abril. No hay prisas con el cambio político porque los
compromisos de la distensión no establecieron ni plazos, ni
obligaciones. Salvo la invasión, Obama apenas cuenta con herramientas
para acelerar el ritmo reformista cubano en el capítulo de las
libertades políticas, que el partido demócrata necesita como baza en las
presidenciales de noviembre del 2016.

La convergencia de intereses permitió el histórico anuncio del año
pasado, secundado por una miríada de liberalizaciones, en Cuba y EE UU,
y aprovechadas por la ciudadanía con remesas familiares y socios para
abrir negocios, viajar, alquilar casas y frecuentar restaurantes.
También aplauden los soñadores de emprendimientos antes imposibles.
Ávidamente volcada sobre el consumo, el móvil y los puntos wifi, la
población con dólares, y la que boquea asalariada en pesos, no
manifiesta interés ni por la democracia, ni por el catecismo socialista.

El generalizado objetivo es el bienestar material. Salvo en los períodos
de exaltación nacionalista, siempre ha sido así. La disidencia,
estigmatizada como mercenaria y perseguida como tal, nada pinta en la
isla, ni la policía deja que pinte, y el deshielo acentúo su debilidad
al diluirse el amparo de la Casa Blanca tras el envite de diciembre. Su
dilema es sumarse a la jugada americana o arriesgarse por libre.

Durante medio siglo, Estados Unidos lo intentó todo para liquidar la
revolución argumentando que devino en hostil dictadura. De haber sido
amiga, otros hubieran sido los planteamientos. Sopesando beneficios
electorales y regionales, Obama ofreció a Cuba las ventajas contenidas
en la categoría de países en transición, el fin de las maniobras
encubiertas para fomentar subversión y ruina, y una atenuación del
embargo desde el poder ejecutivo si La Habana correspondía abriendo la mano.

Cuba aceptó porque sin los subsidios soviéticos se había venido abajo.
Volátiles las alianzas con terceros, y en vilo el petróleo chavista,
secunda cautelosamente la avenencia porque la considera inevitable en su
tortuoso tránsito hacia la autonomía nacional y la captación de los
capitales atemorizados por el veto de Washington.

Las negociaciones bilaterales seguirán progresando hasta que Obama
acentúe la condicionalidad en sus cesiones: el sine qua non. Hasta
ahora, las diferencias de fondo, sobre Guantánamo o los derechos
humanos, son abordadas casi de oficio, sin hacer sangre. Hace un año,
Obama escondió el garrote para bombardear Cuba con jamones y salchichas.
Lo hace calibrando objetivos, persuadido de que una sociedad robustecida
con información y medios acabará exigiendo libertades. Quizás, pero
salvo que el medio millón de autónomos detone inercias insospechadas, o
se subleve el ejército, ciencia ficción, quien determina las prioridades
y el calendario es Raúl Castro.

Source: La democracia en Cuba no corre prisa | Internacional | EL PAÍS -
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/12/16/actualidad/1450285737_907458.html

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