Sunday, November 22, 2015

Balada triste de la emigración cubana

Balada triste de la emigración cubana
Los hechos en Centroamérica demuestran que el castrismo sigue creyendo
que los cubanos son esclavos sin derechos ni dignidad
sábado, noviembre 21, 2015 | Carlos Alberto Montaner

MIAMI, Estados Unidos – Otra estampida de cubanos. Ocurre cada cierto
tiempo. Un editorial de "La Nación" de Costa Rica describe con firmeza
cómo reaccionó el gobierno de ese país: "primer deber, proteger a las
víctimas". Los ticos les otorgaron visas de tránsito y, como están
varados en la frontera, rápidamente han construido albergues
provisionales para alimentarlos y alojarlos.

¡Bravo! Eso es lo que hace una nación civilizada. No se trata de
animales. Son algo más de 1 700 personas. No son delincuentes, como los
motejó injustamente un diputado sandinista. Delincuentes son los
militares y policías que aporrean inmigrantes desarmados y pacíficos.
Son individuos y familias asustadas –niños, mujeres embarazadas–, casi
todos jóvenes, que tratan de llegar por tierra a la frontera
norteamericana tras recorrer miles de kilómetros desde Ecuador.

Tampoco van a quebrantar las normas del país al que marchan. En Estados
Unidos les aguarda una ley favorable, promulgada hace 60 años, en medio
de la Guerra Fría. Si llegan al territorio norteamericano los dotan de
un parole provisional y luego les permitirán regularizar su situación en
un año. Salieron de Cuba legalmente y vivirán en Estados Unidos
legalmente. ¿Qué sentido tiene impedírselo?

Incluso, esa medida que protege a los cubanos tiene una pedagógica
utilidad marginal. Sirve para demostrar que la mejor manera de
solucionar el problema de los indocumentados es arbitrar alguna fórmula
que les permita estudiar, pagar impuestos, ser productivos e integrarse
en la nación en la que viven. El notable éxito de los cubanos en Estados
Unidos se debe, en cierta forma, a que pueden rehacer sus vidas
rápidamente y luchar por conquistar el "sueño americano".

El mismo editorial, con enojo y asombro, les recrimina a las autoridades
cubanas que no protejan a sus ciudadanos. Si 1700 ticos, uruguayos,
chilenos, españoles, o de cualquier país normal en el que el Estado esté
al servicio del pueblo, se encuentran en la situación en que se hallan
estos cubanos, el gobierno en cuestión hubiera tratado de protegerlos,
el presidente habría mostrado públicamente su solidaridad, y la
cancillería hubiese asignado recursos para ayudarlos.

Cuba es diferente. La dictadura lleva 56 años humillando y maltratando a
toda persona dispuesta a emigrar. Quien se marcha es un enemigo.
Mientras en las naciones civilizadas hay instituciones dedicadas a
auxiliar a los emigrantes, sin preguntarles las razones que tienen para
ejercer el derecho a radicarse donde puedan y les plazca, en esa
desdichada Isla el gobierno los saquea, los insulta, y los trata como
traidores.

Así ha sido desde 1959, cuando en el aeropuerto les quitaban a los
adultos todo lo valioso que llevaban, incluidos los anillos de
compromiso, hasta hoy, que el gobierno cubano le pide al de Nicaragua
que utilice mano dura para detener el flujo de los cubanos. Nada ha
cambiado.

El uso del terror contra los emigrantes llegó al paroxismo en 1980,
cuando el llamado "Éxodo del Mariel", nombre del puerto por el que
embarcaban. La policía política organizó miles de "actos de repudio"
para castigar a los que deseaban marcharse. Les gritaban insultos, los
apaleaban. En un par de casos, llegaron a matarlos. Así murió un
profesor de inglés. Sus estudiantes, azuzados por los adultos del
partido comunista, lo asesinaron a patadas en la cabeza.

En esa época yo vivía en España y le di trabajo a un camarógrafo cubano
de origen canario que sobrevivió a estas infamias. Había llegado a
Madrid emocionalmente devastado. Cuando dijo que se iba del país sus
compañeros le colgaron un letrero en el cuello que decía "Soy un
traidor", lo lanzaron al piso y tuvo que caminar de rodillas entre dos
filas de personas que lo escupían y se mofaban de él.

El episodio del éxodo de Mariel (después hubo otros) se saldó con 130
000 nuevos exiliados, entre los que había un notable grupo de
homosexuales obligados a emigrar, muchos de ellos valiosísimos artistas
(como el excelente escritor Reinaldo Arenas), mezclados con locos,
delincuentes y asesinos sacados de las cárceles para contaminar al grupo
y "demostrar" que sólo las personas indeseables eran quienes no deseaban
vivir en el paraíso comunista. Para ese gobierno homófobo, un asesino y
un homosexual eran equivalentes.

Al margen de la tragedia humana por la que pasan estos emigrantes hoy
protegidos por los ticos, cuanto acontece en Centroamérica sirve para
entender por qué esa dictadura, pese a su intento de mostrar una cara
reformista, sigue creyendo que los cubanos son esclavos sin derechos ni
dignidad. Pura escoria, como suelen llamar a quienes, pese a todo, están
dispuestos a cualquier sacrificio para no vivir en ese desaforado
manicomio. Nada sustancial ha cambiado

Source: Balada triste de la emigración cubana | Cubanet -
https://www.cubanet.org/colaboradores/balada-triste-de-la-emigracion-cubana/

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