Thursday, September 17, 2015

De un cubano a Francisco

De un cubano a Francisco
ANDRÉS REYNALDO | Miami | 17 Sep 2015 - 10:42 am.

'La Iglesia cubana no puede actuar en el extranjero como una rama del
Ministerio de Relaciones Exteriores y en la Isla como una rama del
Ministerio de Interior.'


Santo Padre:

Hace 17 años, San Juan Pablo II visitó Cuba. Para todos los cubanos de
buena voluntad y, en particular, los católicos, fue una fiesta de
apertura espiritual y renovación de la esperanza. El Papa polaco,
testigo inmediato y doliente de los horrores del nazismo y el comunismo,
clamó desde la Plaza de la Revolución: "¡No tengáis miedo!"

Ya Fidel Castro estaba a punto de cumplir 40 años en el poder. Nadie,
desde 1959, había podido decir, de cara a nuestra nación, una frase tan
simple: "¡No tengáis miedo!" Por un instante, más de un millón de
cubanos reunidos en la plaza guardaron un sobrecogido silencio. Como si
cada uno tuviera que pensar dos veces si el Papa había dicho lo dicho en
el centro simbólico y político de la más larga, represiva y
anticristiana dictadura de las Américas. Luego, la plaza estalló en un
arrasador rugido. Bajo el manto de la autoridad moral del Vicario de
Cristo, el pueblo aflojaba el brutal nudo que todavía estrangula su
alma. Provocadora, se levantó la brisa. El Espíritu Santo, dijo el Papa,
soplaba en La Habana.

No era un clamor de júbilo. Era un grito donde la voz quería hacerse
piedra, fuego, tempestad. El grito de los crucificados. El grito de la
perplejidad en el abandono. Entonces, cuando ya parecía que no quedaba
aliento en los pechos, cuando ya los policías, los agentes de la
Seguridad del Estado, los funcionarios, las turbas de matones
gubernamentales apostadas para sofocar cualquier protesta y hasta los
mismos obispos comenzaban a sentirse fuera de lugar, la gente empezó a
gritar: "¡Libertad, libertad!"

Miedo. Libertad. Santo Padre, en estos días se habla mucho de Cuba. Se
habla de apertura, reencuentro, reconciliación, sociedad civil,
capitalismo. (¡Qué fácil es hablar hoy en Cuba de capitalismo!) Sin
embargo, muy pocos hablan del miedo y la libertad. Los trágicos polos de
la realidad cubana. La tensión entre el miedo y la libertad ha separado
a los hermanos, ha expulsado del país a muchas de sus mejores
inteligencias (también diría de sus mejores almas), ha destruido la obra
de un pueblo emprendedor y alegre, y ha convertido a la Iglesia cubana
en valedora de la última gran jugada castrista: la transmisión dinástica
del poder político y económico bajo un nuevo modelo de opresión.

Santo Padre, ¿vendrá usted a hablarnos del miedo y la libertad?
Probablemente no. Algunos dirán que eso sería darle a su visita una
connotación política. Por el bien de Cuba, piensan algunos, la Iglesia
debe sostener el diálogo con la dictadura. A toda costa. Ahora bien,
¿cómo podría tener su visita una profunda connotación pastoral sin
hablar del miedo y la libertad? Ese es el nudo que ata cualquier diálogo
con los Castro. Ellos eligen las palabras con que deben hablarle sus
interlocutores. De manera que si alguien quiere dialogar con ellos no
puede mencionar el miedo y la libertad. Ha de convertirse en un
interlocutor de cartón piedra, que ofrezca la legitimidad del diálogo a
un monólogo a dos voces.

¿De qué, pues, vendrá usted a hablarnos? ¿Vendrá a decirnos que el
ejemplo de Cristo obliga a vencer el miedo? ¿Vendrá a decirnos que
Cristo obliga a buscar la libertad? Santo Padre, Cuba no necesita una
pastoral del acomodo con la dictadura sino una pastoral de la
resurrección. La Iglesia cubana no puede actuar en el extranjero como
una rama del Ministerio de Relaciones Exteriores y en la Isla como una
rama del Ministerio de Interior. Si la Iglesia no enseña a perder el
miedo, si la Iglesia no habla de libertad, si el cardenal Ortega, los
obispos, los curas, los intelectuales católicos y vuestra misma Santidad
no expresan un abierto y sufriente compromiso con los oprimidos, ¿cómo
podrá ese pueblo volver a vivir en la verdad y la razón de Cristo?

Santo Padre, no le hable a los cubanos con las palabras elegidas por la
dictadura. Las palabras del cardenal Ortega y sus obispos de cartón
piedra. Hable del miedo y la libertad. Desate de una vez por todas el
nudo que ata a nuestra Iglesia al oprobioso carruaje de los Castro.
Hable con la palabra en llamas del Espíritu Santo. Sea usted, como
Cristo, escándalo de los opresores. Tal como están las cosas en Cuba, es
imposible que su visita sea sustancialmente católica sin ser
subversivamente política.

Source: De un cubano a Francisco | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1442418339_16952.html

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