Thursday, September 10, 2015

Cuba, el Estado que cambió de Iglesia

Cuba, el Estado que cambió de Iglesia
Peligran las denominaciones que no se alineen al oficialismo
jueves, septiembre 10, 2015 | José Hugo Fernández

MIAMI, Estados Unidos – Hace poco, el blog Religión en Revolución
denunciaba que más de 100 iglesias bautistas del oriente de Cuba han
debido funcionar este año bajo amenazas de confiscación o demolición por
parte del régimen, aun cuando muchas de ellas disponen de registros
legales. La cifra es sorprendente, habida cuenta la cacareada
eliminación de restricciones para las prácticas religiosas que acompañan
hoy las reformas raulistas. Aunque sorprende menos por tratarse de
templos pertenecientes al protestantismo, entre cuyos pastores se
aprecia un creciente aumento de actitudes críticas o francamente
opuestas al poder político.

Se da incluso el fenómeno, sui géneris, de que tanto al lanzar sus
dardos antigubernamentales como a la hora de enfrentar las
consecuencias, estos pastores están obligados a proceder a título
individual, pues no son debidamente representados por el Consejo de
Iglesias Cubanas, su organización directriz, cuya alta jerarquía
mantiene una conducta cómplice ante el régimen.

Es sabido que el protestantismo –al igual que todas las demás
expresiones religiosas– estuvo a punto de extinguirse en Cuba, aplastado
por el Estado revolucionario, constitucionalmente ateo. Sin embargo, una
vez disuelto el campo socialista de Europa, con la consecuente
bancarrota para nuestro régimen, éste se vio ante el imperativo de
valerse de la religión como instrumento de auxilio para el consuelo y la
reconducción anímica del pueblo, que había quedado física y
espiritualmente a la intemperie.

Comenzó así la subasta del alma en Cuba. Y es de suponer que a nuestros
caciques no les haya resultado difícil escoger al aliado idóneo entre
las tres principales expresiones religiosas del país. La Iglesia
Católica contaba con muy pocos sacerdotes, sus templos que lograron
permanecer en pie estaban vacíos; además, había sido su enemiga
histórica, y era impensable una reconciliación a corto plazo. La
santería no era una congregación formalmente monolítica, por más que
tampoco el régimen iba a considerarla una aliada confiable. Quedaba
entonces el protestantismo, también opuesto históricamente al Estado
ateo, pero cuya jerarquía, por alguna razón que sólo el diablo y Fidel
Castro conocen, abrió fácil cobertura para las estrategias del poder, al
punto que, en un abrir y cerrar de ojos, ya éste había sitiado la plaza
y estaba tomándola por asalto.

En 1992 fueron eliminadas de la Constitución las referencias al
materialismo científico o al ateísmo. En 1998 se emitieron permisos para
que los evangélicos celebraran encuentros abiertos, lo cual posibilitó
la captación de prosélitos de puerta en puerta. Según Teo A. Babun,
estudioso del tema, en 2004 asistía a las misas protestantes de fin de
semana casi un 20 por ciento de la población cubana a pesar de que unos
pocos años antes, en 1984, esa cifra apenas rozaba el 1 por ciento.

En el 2000 se inició un proceso de renovación del Consejo de Iglesias
Cubanas, mediante el cual el régimen pudo mover fichas a su antojo,
situando en la dirección a varias figuras que le serían incondicionales.
En 2008, cuatro líderes de esa Iglesia fueron nombrados diputados de la
Asamblea Nacional. El protestantismo pasaba a formar parte –nominal al
menos– del aparato político que domina al país.

Hoy se calcula que existen unas 30 mil casas de culto protestante en la
Isla y que cada una de ellas debe contar con una feligresía de 30 a 200
miembros. Y es justo aquí donde entra en juego un factor que al parecer
no fue previsto por el régimen. Excepciones al margen, una buena parte
de los pastores de esos templos son cubanos de a pie que fueron
capacitados para oficiantes con el apuro que exigían las circunstancias,
tanto en lo relativo a su selección como a su formación. Así que, como
ciudadanos corrientes, ellos han sufrido junto a sus feligreses las
consecuencias del fidelismo emprobecedor y represivo.

Era de esperar entonces que tarde o temprano terminaran vulnerando la
hoja de ruta de sus superiores, quienes practican la sumisión acrítica
al régimen y, algo tal vez aún peor para ellos, la contaminación
política de sus doctrinas y de su labor proselitista.

Es sin duda el motivo por el que frecuentemente trascienden los casos de
nuevos pastores protestantes que le plantan cara al gobierno y que deben
enfrentar por ello medidas represivas, siempre ante la secuaz
impasibilidad del Consejo de Iglesias Cubanas.

Y tal vez por trastadas del azar histórico, la cadena de reacciones no
planificadas con la que estos pastores han estado contrariando al
régimen, coincide en fecha con las medidas cada vez más notables que
éste adopta para reconciliarse con la Iglesia católica. De forma muy
parecida a lo que antes ocurriera con la alta jerarquía del
protestantismo, tiene lugar últimamente una sospechosa comunión entre el
poder político y la máxima representación del catolicismo en Cuba.

El alma vuelve a estar en subasta entre nosotros. Y la atmósfera huele a
golpe bajo, que no por merecido sería menos artero, pues al mismo tiempo
en que el régimen se muestra resuelto a favorecer los planes de
reconquista de la Iglesia católica, frena, acosa, reprende y ningunea a
los pastores del protestantismo, cuya plana mayor echó a un lado sus
sacrosantos principios con tal de ayudarle a controlar el rebaño en el
interior del país y a extender hacia el exterior su propaganda política
y su radio de influencias.

Nota de la redacción: El periodista independiente José Hugo Fernández
reside en Cuba y se encuentra de visita en Estados Unidos

Source: Cuba, el Estado que cambió de Iglesia | Cubanet -
https://www.cubanet.org/destacados/cuba-el-estado-que-cambio-de-iglesia/

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