La nueva Cuba está en la Habana Vieja
Las reformas de Raúl Castro empiezan a transformar la fisionomía de Cuba
Hay más negocios privados y el Estado se apoya en los particulares para
la restauración
MAURICIO VICENT La Habana 12 JUN 2015 - 03:29 CEST
La Habana Vieja es la Habana nueva. Y bastan seis meses para darse
cuenta de ello. En este breve espacio de tiempo -el transcurrido desde
un último viaje-, decenas de nuevos negocios privados han abierto sus
puertas en el casco histórico de la ciudad, un cuidado espacio urbano de
dos kilómetros de extensión donde habitan 55.000 personas y más de 200
edificios de alto valor patrimonial han sido rehabilitados. En este
lugar privilegiado, por donde pasa el 90% del turismo que visita la
isla, florecen hoy estudios de tatuaje como 'La Marca', donde uno puede
tatuarse un Che Guevara o un dragón rockero, hay bares de copas con
encanto donde tocan jazz en una escalera o tiendas de diseño como
Clandestinas, cuya dueña, Idania del Río, antes solo veía como horizonte
"marcharse de Cuba" si quería progresar. "Hoy, por primera vez, percibo
que tengo futuro en mi país", asegura.
Idania (33 años) estudio en el Instituto Superior de Diseño de La
Habana. Después de varios años e intentos infructuosos "por emprender
algo propio", el año pasado -aprovechando la reforma de Raúl Castro que
permitió la compraventa de casas- adquirió una vivienda semiderruida en
la calle Villegas y con su socia española Leire Fernández pasó meses
rehabilitándola. El pasado 11 de febrero el local fue inaugurado "con
vocación alternativa" y colecciones irreverentes, como la de fundas de
almohadas 'Remedio para el insomnio', que en sus telas llevan estampadas
billetes de 100 pesos convertibles o pasaportes, un guiño a las cosas
que le quitan el sueño a los cubanos.
'Vamos a la zafra' es una colección de juguetes infantiles hechos a
partir de cochecitos de plástico reciclado, tipo ruso, y notable éxito
han tenido también las camisetas con el logo de Clandestinas y una serie
de bolsas de tela de saco industrial intervenidas con diseños rompedores
y el logo "99% diseñó cubano". "Las cosas en Cuba van lentas, puedes
tardar dos meses en que te autoricen a poner un cartel en la puerta,
pero los cambios se notan", coinciden las dueñas del negocio. "Este es
un momento realmente estimulante", añade Idania. "Hay gente que se fue
de Cuba hace años y ahora está regresando. Algunos, como yo, sienten que
pueden probar suerte, que ahora sí hay una oportunidad aquí de salir
adelante".
La dueña de la tienda de diseño Clandestinas, Idania del Río, antes solo
veía como horizonte "marcharse" de Cuba. "Hoy, por primera vez, percibo
que tengo futuro en mi país", asegura.
Cuba tiene 11 millones de habitantes y su población activa es 5.200.000
personas, de las cuales, hasta hace poco, prácticamente el 100%
trabajaba para el Estado. Tras la crisis del Periodo Especial y las
reformas económicas para paliar sus efectos, el Estado anunció que
sobraban más de un millón de puestos estatales y, ante esta realidad,
abrió definitivamente la mano al trabajo por cuenta propia (hoy son más
de 470.000 los cuentapropistas en toda la isla), además de permitir la
compraventa de casas y autorizar diversos tipos de cooperativas, como
las que trabajan en la construcción y en el sector textil.
Cerca de Clandestinas, en la majestuosa Plaza Vieja de la Habana, es
quizás donde más se aprecia el cambio. Comenzada a construir en 1584
como alternativa a la Plaza de Armas, esta antigua plaza comercial es
símbolo del nuevo empuje de la iniciativa privada y de cómo esta puede
contribuir a mejorar la vida a la ciudad. Hace un año en la cuadrícula
de la Plaza Vieja todo eran negocios del Estado.
Primero abrió el Café Bohemio y luego un salón de masajes a su lado. El
pasado noviembre una pareja hispano-cubana inauguró Azúcar, un moderno
bar restaurante con vistas privilegiadas a la plaza que no tiene que
envidiarle al mejor sitio de Cartagena de Indias. A un costado, otro
cuentapropista y su amigo ruso abrieron días después otro local de
vistas espectaculares -desde donde se puede observar enfrente a un grupo
de niños dando clase en un colegio público-, mientras que en la esquina
de Muralla y San Ignacio, en diciembre abrió La Vitrola, un
establecimiento de comida criolla donde un menú de ropa vieja, frijoles,
ensalada, cerveza, postre y café no supera los 10 euros –un precio
prohibitivo para la inmensa mayoría de los cubanos, pero asequible para
un sector creciente de la población-. El lugar está ambientado con
viejas neveras de coca-cola y anuncios de los años cincuenta, y al
entrar allí uno siente que se transporta a otra época.
"Nunca pensé que vería así de viva la Plaza Vieja", dice Juan Agustín
Plasencia, antiguo trabajador "gastronómico" del Estado y hoy gerente de
La Vitrola, que atesora una maravillosa 'juke box' americana con música
de Arsenio Rodríguez, Benny Moré y Celia Cruz. Dice Plasencia que este
'paladar', como el resto de los negocios privados del casco histórico,
ha contado con el respaldo y apoyo institucional de la Oficina del
Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, y de él en persona. "Nos ha
visitado en varias ocasiones para animarnos contribuir a difundir la
labor de la restauración y a ser protagonistas de la rehabilitación de
la zona".
La obra de Eusebio Leal en la Habana Vieja es conocida. Además de su
apoyo a la iniciativa privada en la zona, gracias a su gestión y a sus
iniciativas el valioso patrimonio arquitectónico del casco histórico se
ha salvado. En los años ochenta La Habana se caía. El ritmo de la
restauración era de cinco obras por año. "En las últimas dos décadas el
30% del territorio ha sido rehabilitado y se han restaurado más de 200
edificios de alto valor patrimonial," dice en su despacho Patricia
Rodríguez, directora del Plan Maestro para la Rehabilitación Integral de
La Habana Vieja
Ahora mismo la Oficina acomete la restauración del Capitolio, que fue
sede del Congreso y el Senado en la etapa republicana, y que de a fines
de año volverá a albergar en sus instalaciones el Parlamento nacional.
Todo un símbolo de los nuevos tiempos. En 20 años se ha hecho mucho.
"Pero no podemos esperar otros 20 años para ver resultados", señala
Rodríguez. Si antes el Estado asumía solo la restauración, ahora anima a
los privados a que pongan su esfuerzo en ello y les apoya, un cambio
notable de mentalidad.
"En este momento hay un boom de la iniciativa privada en la zona, y es
bueno que así sea", dice la directora del Plan Maestro para la
Rehabilitación Integral de La Habana Vieja, que piensa que la Oficina
debe ocuparse de "bien dirigir el proceso de rehabilitación del sector
privado".
Rodríguez pone como ejemplo el caso del peluquero Gilberto Valladares,
conocido por todo el mundo como Papito. En poco tiempo Papito ha
convertido su peluquería en un verdadero proyecto cultural comunitario,
en el que participan decenas de personas en una manzana de la calle
Aguiar. "La Oficina ha arreglado la calle y ha cedido locales y espacios
públicos, donde hoy funcionan bares, tiendas, galerías de arte, una
escuela de peluquería y otros proyectos comunitarios, todo de gestión
privada", explica Papito. "No es sólo un asunto de generar beneficios
económicos; se trata de generar riqueza a través de la cultura y que
esto revierta en beneficio de los vecinos", señala el peluquero, que es
un líder local. Una anécdota: en el año 2007, harto de las trabas
burocráticas, Valladares se se marchó a vivir a México. Regresó en 2009.
"Y hasta ahora…", dice, antes de que le llame uno de sus colaboradores.
Le espera un grupo de gerentes del Estado a quienes va a asesorar sobre
cómo ser más eficiente en este tipo de trabajos comunitarios. Algo
impensable hasta hace solo un par de años.
El reto de la desigualdad
La apertura económica de Raúl Castro, obviamente, ha incrementado las
desigualdades en un país que durante casi medio siglo tuvo como pilar el
igualitarismo. Hoy en Cuba hay gente con mucho dinero. Algunos dueños de
paladares, campesinos privados, artistas y diversos profesionales de
sectores emergentes hoy pueden gastarse 200 euros en una cena sin ningún
problema (el salario medio en Cuba ronda los 20 dólares mensuales), pero
este sector privilegiado es minoritario. Puede decirse que más del 90%
de los cubanos siguen viviendo (y sufriendo) en moneda nacional.
Si una comida de 10 euros en La Vitrola equivale a un tercio del salario
mensual de un médico, el reto al que se enfrenta hoy Cuba está claro:
¿qué políticas hay que implementar para proteger a los más
desfavorecidos y redistribuir la riqueza?
Eusebio Leal lo tiene claro. Paseando con él por la Habana Vieja se
puede visitar el antiguo convento Belén, hoy un Centro de Día de Adultos
mayores, donde se atiende gratuitamente todos los días a 800 personas.
Es sólo uno de los muchos proyectos sociales en la zona, financiados en
parte con los impuestos que se le cobra a los cuentapropistas.
Sobre los que le critican dentro, por ir demasiado deprisa, y fuera, por
ir demasiado lento, dice lo mismo: "Que hablen lo que quieran, yo soy
hijo de mi tiempo". A esa hora, en el rehabilitado Sloppie Joe´s, las
batidoras de daiquiri no dejan de rugir. Un camarero nos trae unas
croquetas de aperitivo, y los palillos llevan enganchados una doble
bandera: la de Cuba y la de Estados Unidos.
Source: La nueva Cuba está en la Habana Vieja | Internacional | EL PAÍS
-
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/06/11/actualidad/1434032842_142369.html
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