«Mi presencia virtual en Cuba es un hecho»
DDC | Hollywood | 28 Mayo 2015 - 6:53 am.
A Néstor Díaz de Villegas le impidieron viajar a La Habana y suprimieron
un texto suyo de un catálogo de la Bienal de Artes Plásticas.
Invitado a escribir las palabras de catálogo de la retrospectiva de
Gustavo Pérez Monzón en la XII Bienal de Artes Plásticas de La Habana,
el crítico y poeta Néstor Díaz de Villegas se proponía regresar a Cuba
para la exposición. Al final, no pudo ser así, y tampoco su texto estuvo
en la presentación.
La Cisneros-Fontanals Art Foundation (CIFO), organizadora de la
exposición, adujo haber devuelto los catálogos por errores de impresión
y lo sustituyó por un plegable impreso en los talleres de Granma.
Durante la inauguración en el Museo Nacional de Bellas Artes, Ella
Fontanals Cisneros agradeció "a Corina Matamoros y a Néstor Díaz de
Villegas por sus valiosos textos". Sin embargo, el texto de este último
no aparecía en el plegable.
Con él hablamos acerca de estos pormenores.
¿Qué te llevó a escribir un ensayo sobre la obra de Gustavo Pérez Monzón
para su exposición en la Bienal de Artes Plásticas de La Habana?
Gustavo Pérez Monzón y yo entramos a la Escuela Provincial de Arte de
Las Villas en 1967, a los 11 años de edad. Allí estudiaban entonces
Zaida del Río, Flavio Garciandía y Leandro Soto, entre otras futuras
estrellas de la plástica cubana. Es una etapa poco conocida, la
prehistoria de nuestro arte contemporáneo. Nada se había escrito sobre
la EPA, sobre sus métodos de enseñanza, sobre los planes para la
formación masiva de artistas.
Yo estuve allí, conozco la génesis, y también soy una especie de pintor
frustrado, con todas las connotaciones políticas y estéticas que ese
hecho acarrea. Hace años que quería escribir un ensayo donde dilucidara
el famoso "abandono" en la obra de Gustavo Pérez Monzón, cómo renunció a
seguir pintando y por qué. Cuando llegó el momento de organizar la
muestra se barajaron varios nombres para el ensayo principal del
catálogo. La elección recayó en mí por una cuestión de afinidad
generacional con el artista y de complicidad intelectual con los nuevos
curadores del Museo Nacional de Bellas Artes, para quienes nuestra
experiencia sigue siendo un misterio. Terminé ocupándome de darle nombre
a toda la exposición —Tramas— y a varias de las piezas que permanecían
sin titular.
¿Cuándo saliste de Cuba y qué problemas políticos te llevaron a emigrar?
En 1974 fui arrestado en el preuniversitario Jorge Luis Estrada, en
Cienfuegos, y acusado de diversionismo ideológico. Mis acusadores fueron
dos compañeros de clase y el director de la escuela. Pasé poco más de
cuatro años en la prisión de Ariza y salí de Cuba en mayo de 1979, con
un contingente de presos políticos.
¿Has sido publicado dentro de Cuba?
Que yo sepa, las únicas menciones de mi nombre en Cuba se deben al
comisario Pedro de la Hoz, en un libro mediocre sobre la
contrarrevolución villareña, y a la generosidad de mi amigo Omar Pérez,
que me dedicó un poema en la revista Casa.
Pero no creo que a estas alturas sea importante para un autor del exilio
"ser publicado en Cuba". Mi blog N.D.D.V. se lee en la Isla, mis
artículos circulan por las redes sociales, en correos electrónicos y
memorias flash.
El catálogo de la exposición de Pérez Monzón no apareció tal como fuera
planeado. Publicaron las palabras de la curadora Corina Matamoros, pero
no las tuyas. ¿Fuiste avisado de ello por Gustavo Pérez Monzón o por
alguien de CIFO? ¿Qué crees de lo ocurrido?
Es lamentable que el catálogo no estuviera listo para el día de la
apertura. Tendré que aceptar la versión de las imágenes oscuras hasta
que pueda obtener información sobre lo sucedido. Aunque no puedo evitar
la sospecha de que el verdadero problema haya sido mi imagen oscura.
El catálogo de Tramas requirió una labor enorme de organización por
parte de CIFO, del Museo de Bellas Artes, y de varios de los
colaboradores que vivimos fuera de Cuba, entre ellos el traductor Carl
Good, que realmente hizo un trabajo extraordinario con las versiones al
inglés. ¿Se echó por la borda todo ese enorme esfuerzo debido a
presiones de la Seguridad del Estado? Es posible.
Tuve la ilusión, falsa quizás, de que era posible dialogar, de que mi
interpretación del arte de los 80 había sido, si no aceptada, al menos
tolerada en Bellas Artes. No me explico por qué Eugenio Valdés, el nuevo
director de CIFO, o el curador, René Francisco Rodríguez permitieron que
el plegable que substituyó el catálogo apareciera sin mi texto. Por lo
menos mis palabras debieron estar disponibles, por una cuestión de
elemental cortesía. Nadie me avisó de lo sucedido.
¿Crees que vaya a publicarse alguna vez, y circule dentro de Cuba, el
catálogo con tus palabras?
Está programado que la exposición viaje a otros museos de Europa y los
Estados Unidos, y espero que para entonces el problema de las imágenes
oscuras se haya resuelto. Probablemente, el catálogo esté circulando ya
dentro de Cuba de manera clandestina.
Gustavo Pérez Monzón no ha tenido hasta ahora reconocimiento suficiente
dentro de Cuba. ¿Esta exhibición hará justicia a su obra?
CIFO ha adquirido casi toda la obra de Gustavo, por lo que puede
afirmarse que ahora está en buenas manos.
La obra de Gustavo Pérez Monzón pudo haber terminado en el despacho de
Raúl Castro, o en algún recinto del Comité Central, como pasó con la de
Servando Cabrera, la de Tomás Sánchez y la de Kcho, y se le hubiera
hecho justicia igualmente. Quiero decir, que coexisten en Cuba hoy dos
tipos de reconocimiento artístico: el del mecenazgo cultural castrista y
el de los curadores y comisionados.
Los curadores de Bellas Artes son especialistas con ojo exquisito, van
de compras con dinero de CIFO, y si adquieren la obra de Pérez Monzón,
¡pues mejor! Creo que lo mismo debería pasar con las obras de Tomás
Esson, Ramón Alejandro y Julio Pichón. Eventualmente, cualquier obra
terminará en el Centro Asturiano o en el Museo Nacional de Bellas Artes,
que son las dos alas de El Escorial de los Castro.
El crítico uruguayo Luis Camnitzer, uno de los especialistas del arte
cubano de los 80, ha vuelto a La Habana para la Bienal. ¿Qué opinión
tienes de la interpretación que da la crítica extranjera del arte cubano
contemporáneo?
El problema del arte contemporáneo cubano es, básicamente, un asunto de
déficit crítico. En 1989 teníamos a Luis Camnitzer realizando el trabajo
de renormalización de la cultura oficialista, y eso, debido a que ningún
cubano estuvo a la altura de las circunstancias. ¡Solo un crítico
extranjero podía equivocarse tan absolutamente!
No hay una historia cubana, sino uruguaya, francesa o americana, de esos
eventos. ¿Por qué? Porque un cubano hubiera tenido que decir, de
entrada, que se trataba de un movimiento artístico
contrarrevolucionario, algo que ninguno de nuestros conocedores estaba
dispuesto a admitir. De manera que el arte de los 80 ha sido un poco la
lata que los críticos patearon calle abajo a ver dónde llegaba.
Camnitzer toma ese momento de ruptura, el inicio de un movimiento
contestatario fraguado en las escuelas de arte, y lo falsea. ¡Hasta pone
hablar a Arturo Cuenca como todo un revolucionario! Camnitzer
tergiversa la significación política del arte de los 80, la crisis de
donde arranca el proceso, la época en que aparece Gustavo Pérez Monzón,
y con él, el decadentismo.
Y ahora, 25 años más tarde, encontramos de nuevo a Luis Camnitzer en la
Bienal de La Habana. Imagino que el ministro de Cultura pague por su
estadía en Cuba ("Luis Camnitzer regresa a Casa", dice el titular de
Granma) solo para que le salga al paso a cualquier desviación teórica.
Ahora enfrenta a la Tania Bruguera de El susurro de Tatlin con la de Los
orígenes del totalitarismo y dice que la primera es "superficial,
declarativa y demagógica".
Hay que tener en cuenta que se trata del mismo experto que en los años
70 estudió las acciones violentas de Tupamaros y Montoneros como
ejemplos de performance. Entonces, cuando Camnitzer afirma en su página
de Facebook que la segunda Tania "pone al represor en posición similar a
la de un index eclesiástico medieval", cabría preguntarse quién es ese
"represor". Bueno, para empezar, es el mismo que lo invita a Casa, el
que enseñó el arte de la performance a los Tupamaros.
Tú te proponías viajar a La Habana para la apertura de esa exposición.
¿Qué te lo ha impedido?
Mi esposa y yo creímos que era el momento de regresar a Cuba. La
exposición en Bellas Artes parecía ser el evento perfecto, y sucede que
el museo está en mi barrio, donde pasé algunos años de mi adolescencia.
Es un lugar muy querido. Recuerdo la tarde en que un custodio me señaló
a un anciano elegante, de traje y corbata, que se paseaba por la
colección de arte griego, y me dijo: "¡Ese el Conde de Lagunillas!"
Pero entrar a Cuba significa, para el exiliado, pagar un tributo por un
pasaporte falso y la llamada "habilitación", una especie de "limpieza de
sangre", una práctica medieval, y después un boleto costosísimo por
media hora de vuelo, y entonces la entrada a tu propio país se convierte
en un asunto policíaco. Entras como súbdito, no como ciudadano.
En mi caso, la habilitación policial nunca llegó, a pesar de que mis
nuevos amigos del Museo Nacional de Bellas Artes me esperaban, y también
mis viejos amigos del Teatro de los Elementos, en Cumanayagua. Tal vez
regrese en ferry, que es el medio batistiano de transporte entre Cayo
Hueso y La Habana, mucho más eficiente, y probablemente más económico.
Pero no me doy por vencido. Mi viaje de regreso está en veremos, pero mi
presencia virtual en Cuba es un hecho.
Source: «Mi presencia virtual en Cuba es un hecho» | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cultura/1432745906_14825.html
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