Saturday, December 27, 2014

La luz al final del túnel

La luz al final del túnel
Se viene abajo el chavismo y con él el los petrodólares del subsidio. Al
régimen no le queda otra que abrirse al "enemigo". Y a la población,
empujar, con todas sus fuerzas, para echar abajo las ataduras
miércoles, diciembre 24, 2014 | Dr. Darsi Ferrer Ramírez

MIAMI, Florida. — El modelo impuesto en Cuba por los Castro no es otra
cosa que una trasnochada, rígida e improductiva dictadura castrense de
corte familiar. Similar a la también arruinada y arcaica dinastía
familiar de los Kim en Corea del Norte. Se basa en un control absoluto
del poder montado sobre un concepto medieval de producción de riqueza,
que consiste en someter como siervo a todo el que esté o les caiga bajo
sus botas. A esta camarilla explotadora e insensible lo único que les
importa son sus privilegios de clase, ni el país ni el pueblo son su
prioridad. Han podido persistir por más de medio siglo tras las
alambradas del aislamiento, justificados con el manido argumento de la
plaza sitiada o la lucha contra el enemigo externo. Además, contando con
el cheque externo que ha pagado sus facturas, primero salido del
bolsillo de la desaparecida URSS y en los últimos años con el sello made
in Venezuela. El resultado para la nación es una estela de destrucción
que está tocando fondo.

El descalabro imparable de los benefactores chavistas, cuya incapacidad
los ha llevado a la miseria nacional y los actuales precios del petróleo
no les dejan posibilidad de sobrevivencia, llevó a los mafiosos cubanos
a saltar del barco ideológico como las ratas cuando huelen el peligro y
consiguieron caer en brazos del "imperio malvado". En ese nuevo
escenario, se sabe que harán hasta lo imposible por resistirse a
cualquier cambio que ponga en peligro su existencia, y tratarán de
capitalizar la normalización de relaciones con EEUU en función del vital
acceso a sus dólares y créditos, sin soltar un ápice en el espectro
político.

Sus macabras intenciones, que se entienden por la naturaleza de tal
pandilla, se sostendrán en el tiempo lo mismo que un merengue en la
puerta de un colegio. No tienen la más mínima oportunidad de salirse con
la suya. Como dice el refrán: "…una cosa quiere el tigre y otra bien
distinta el cazador". Lo peor para ellos es que la normalización de las
relaciones entre ambos gobiernos no se limita a lo único que deseaban, o
sea, devolución de sus espías y, sobre todo, levantamiento de las
sanciones económicas y libre flujo hacia la isla de la moneda
capitalista. Las nuevas dinámicas van más allá e incluyen el
desmoronamiento del argumento ideológico con el que justificaban todos
sus fracasos y atropellos contra el pueblo.

Aunque las apariencias dibujan el espejismo de que en esta nueva
realidad política solo cuentan los intereses de EEUU por un lado y la
dictadura cubana por el otro, por suerte para el pueblo cubano no es
así. Se conoce las intenciones de los Castro, y se intuye que las de
Obama están relacionadas con una prioridad que no puede ignorarse en el
juego geoestratégico; la seguridad nacional. Y esta variable se
concatena de la siguiente manera: las circunstancias indican que muy
pronto se viene abajo el quebrado régimen chavista y con él desaparece
el subsidio del que se sirve la dictadura para pagar sus biles. Esta
situación irreversible trae consigo la turbulencia de provocar un
estallido social en la isla. El desplome de los Castro daría paso a un
vacío de poder con la consecuente inestabilidad en el país. Sobra
entonces dilucidar las consecuencias directas de esa deriva, entre ellas
el éxodo masivo hacia EEUU, y el peligro de que en Cuba se establezca el
narcotráfico y el terrorismo internacional por su atractiva cercanía a
los vecinos del Norte. En fin, la inestabilidad en la islita con forma
de caimán se convierte automáticamente en una amenaza para la seguridad
nacional de EEUU y obliga a ese país a asumir una respuesta militar
mediante una invasión con sus marines en busca de imponer el
innegociable control. Nada más aterrador para el Pentágono y la Casa
Blanca en el actual contexto por el enorme costo político a nivel
internacional de encontrarse obligados a una acción de esa envergadura.

Hay otro factor del que no se está hablando y menos tomando en cuenta, y
son los intereses y aspiraciones del vilipendiado pueblo cubano. El
régimen de La Habana intenta dirigir el júbilo popular despertado por la
implementación de las radicales medidas de acercamiento al regreso de
los espías, calificados por ellos de héroes. Sin embargo, la reacción en
los cubanos de a pie responde a otras motivaciones, está conectada a un
despertar de sus esperanzas. Después de medio siglo de inmovilismo y de
andar sin rumbo ni solución a sus problemas, asocian que algo debe
empezar a salir en su beneficio cuando el principal obstáculo que les
esgrimían de pronto ya no está y pasa a ser el amigo del que, nada más y
nada menos, Raúl Castro pretende vivir en lo adelante.

La llegada en algún momento de mayores posibilidades de conexión a
Internet y la información ilimitada y sin censura que esta distribuye,
la interrelación con el mundo que está fuera de las murallas del
calabozo nacional, las facilidades de viajes al exterior, el contacto
directo con los "yumas" cargados de billetes, las oportunidades de
negocios legales o no, el resquicio que permita de alguna manera una
menor dependencia del régimen, en resumen, la sensación de por primer
vez poder andar y hasta comparar en la concreta lo que se tiene como
vida y lo negado por el grupito en el poder, inexorablemente se
convertirá en un boomerang que siempre va a tender al caos que
sobreviene cuando se estimula el apetito de la codicia y de las
aspiraciones personales. En todo momento hay que recordar que a pesar
del medio siglo de descalabro por la ruta de la incivilidad, el pueblo
cubano está arraigado a la cultura Occidental y muy apegado a los
conceptos y valores de la modernidad.

A estos efectos sociológicos se suma el hecho de que para la dictadura
las buenas relaciones con su antiguo enemigo significan tener que
moverse a partir de ahora en un marco internacional donde será
calificado por sus acciones y tendrá la responsabilidad de responder a
los cuestionamientos de las distintas instituciones y gobiernos. Por lo
menos, no podrá justificarse en el hecho de estar fuera y sin
obligaciones de las estructuras políticas donde confluye el concierto de
naciones normales y existen mecanismos que regulan el comportamiento
civilizado, acorde a los estándares de la época que vive la Humanidad, y
en donde exhibirse como una mera dictadura tendría cualquier cosa menos
legitimidad y aprobación.

Una dosis de lección de la historia reciente muestra la abrumadora
ansiedad, el descontrol o salida de las manos y las transformaciones
impensables que provoca en las sociedades cerradas o sometidas cualquier
atisbo de libertad devenido de cambios inesperados por mínimos que estos
sean.

Un ejemplo válido lo constituye el Acuerdo de Helsinski. Este se adoptó
en la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa, en el año 1975,
para mejorar las relaciones entre los gobiernos comunistas y los países
occidentales, y así rebajar los peligros y tensiones de la Guerra Fría.
Entre otras cosas, el Pacto sirvió para legitimar las fronteras como
estaban trazadas después del reparto de la Segunda Guerra Mundial, pero
también incluía el compromiso de promover la defensa de los derechos
humanos, además del respeto a la ley internacional y la coexistencia
pacífica. Los regímenes totalitarios firmaron ese documento histórico
convencidos de estar en capacidad de burlar sus compromisos, sin
embargo, bajo la sombrilla de esos acuerdos se cobijó el movimiento
opositor que fue determinante en el derrumbe del imperio soviético y sus
satélites. Y estas fueron unas consecuencias jamás percibidas ni
esperadas por los malhechores que contaban con todo el poder para
creerse inamovibles.

El caso de Polonia también resulta ilustrativo. La situación de
empeoramiento de la crisis económica, en 1988, condujo a la huelga de
los trabajadores en varios astilleros y minas del país. El presidente de
aquel entonces, el comunista Wojciech Jaruzelski, se vio sin el apoyo
represivo de los tanques soviéticos y decidió entrar en una negociación
con los líderes de la oposición, encabezada por el Sindicato
Solidaridad, en la cual supuestamente tenía todo controlado y era cosa
de conceder algunas limosnas para desarticular la amenaza del malestar y
reclamo popular. De la mesa de negociación se fue a unas elecciones
donde los opositores solo podían disputar algunos escaños previamente
acordados, y los sin poder terminaron barriendo del poder a los que
supuestamente no había manera de desplazar.

La experiencia de la Unión Soviética fue algo parecida. Cuando el batón
de la presidencia cayó en manos de Mijaíl Gorbachov, la situación
económica que atravesaba ese país era desastrosa. El líder del Kremlin
de Moscú optó por introducir determinadas reformas estructurales, con el
propósito de hacer viable el sistema y contando con todo el andamiaje
represivo de la KGB que por más de 70 años había mantenido sometida a la
población. Comenzó con la Perestroika, que consistía en la
implementación de aperturas económicas, y al llegar a la Glasnost,
permitiendo cierta libertad de expresión, el resultado fue catastrófico
para sus intenciones. Una vez que se abrió la hendidura los soviéticos
se empeñaron de modo decidido y no pararon hasta derribar los muros de
la opresión. Unos pequeños cambios despertaron de golpe las ansias de
libertad del pueblo sometido y apático, y en ese momento se invirtió la
ecuación y quien tenía el control término siendo removido.

Se puede concluir que Raúl Castro no está dotado con cualidades
especiales que lo hagan diferente a otros dictadores que las
circunstancias los han obligado a salir del atrincheramiento para tener
que lidiar con nuevas dinámicas políticas, en un escenario movedizo
donde no tienen todas las de ganar. Al menos es signo de debilidad y
desesperación caer en brazos de quien por diseño debería ser el perenne
enemigo. Más, si ese acercamiento con el "Coco" se materializa
sacrificando y dejando abandonado al principal aliado, por demás quien
hasta hoy lo mantiene con sus petrodólares. A la oposición cubana le ha
ciado el reto por carambola de unirse en un gran bloque por primera vez
y salir a reclamar el ser tomado en cuenta, o quedará de simple
espectadora reaccionando con quejas pero fuera de la mesa en la que se
planifica el destino de la nación. El pueblo de la isla tiene ahora la
oportunidad de identificar todo lo que constituya una hendidura, para
por ahí empujar con todas sus fuerzas y tratar de echar abajo las
barrederas. Se ha abierto una etapa definitoria, por mucho que lo
quieran ocultar hay destellos de luz al final del túnel.

Source: La luz al final del túnel | Cubanet -
http://www.cubanet.org/colaboradores/la-luz-al-final-del-tunel/

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