Saturday, December 13, 2014

Coreografía de un interrogatorio

Coreografía de un interrogatorio
VÍCTOR ARIEL GONZÁLEZ, La Habana | Diciembre 12, 2014

—¡Siéntate bien! –ordenó "Número Uno".

—Estoy cómodo así, gracias –respondí.

—¡Pero tú no viniste aquí a estar cómodo! –remató, y por una vez
estuvimos de acuerdo en algo Uno y yo: no estaba cómodo. Era el Día de
los Derechos Humanos, que en Cuba es una fecha luctuosa, y una turba de
agentes vestidos de civil me había detenido junto a otros periodistas,
al igual que a decenas de activistas independientes.

Fui sacado por la fuerza del ómnibus en el que regresaba a la redacción
luego de tomar fotografías en pleno Vedado, y también despojado de mi
teléfono móvil, al que además le borrarían la información. Me metieron
en un patrullero que estacionó en la esquina de 21 y L, donde me
trasladaron a otro ómnibus lleno de policías de uniforme en el parque de
21 y H. De ahí, otra vez acompañado por agentes de civil que me llevaron
en un carro particular, fui a parar a la estación de Aguilera, un viejo
cuartel de los tiempos de la policía batistiana.

Obvio que nadie se siente cómodo si lo vapulean así. Durante todo mi
viaje hasta los calabozos de Aguilera me mantenían sin esposar, quizá
esperando de mí alguna reacción violenta para entonces caerme a golpes
ahí mismo o para luego insinuar que soy uno de ellos y por eso "me
estaban tratando bien". Así funcionan estos segurosos, que además
hablaron de los "accidentes" que han ocurrido por no esposar a los
detenidos. "Esto que estoy cometiendo yo es una violación del
procedimiento", dijo el hombre al lado mío, en el asiento trasero del
Geely. Cierto: es una violación que unos desconocidos secuestren a un
ciudadano libre.

Volviendo a la escena del interrogatorio, ahí estoy ya junto al par de
sicarios que compartieron conmigo ese 10 de diciembre. Los describo:
"Número Uno" es más viejo y se hace llamar Javier. Su supuesto cargo de
teniente coronel lo dejó caer "Número Dos", quien antes se había
identificado como "Capitán Ricardo" y es bastante más joven.

Cuando me subieron a la sala de interrogatorios, Dos me estaba esperando
y comenzó muy mal su intervención. Me llamó "niñito malcriado" e
"ingeniero frustrado". Uno llegó después, autoritario y aún más
desagradable, su cabeza pulida por un esplendoroso rapado natural.
"¡Siéntate bien!" habían sido casi sus primeras palabas dirigidas a mí,
pues la fase inicial de la coreografía del interrogatorio fue la
intimidación o el intento por delimitar autoridades.

En vistas de que sólo se me permitiría hablar cuando ellos quisieran,
intenté permanecer callado la mayor parte del tiempo. Deseaba que
terminaran su diatriba lo antes posible. Uno me dijo, entre otras cosas,
que aprendiera "a escuchar" y dejara la "tezudez" –quiso decir "tozudez"
–. Dos insistía con que "tienes problemas, tienes problemas, tienes
problemas". La coreografía estaba en su fase dos: la informativa-educativa.

En esa parte del baile Uno salió de la habitación, luego entró para
interrumpir a Dos, y luego salió otra vez. El acto tercero fue cuando
Uno interrumpió de nuevo a su subordinado, del cual no recuerdo mucho su
discurso, y dijo desde la puerta abierta en un tono paternal y severo:
"Tu hermano...vino a buscarte", concluyendo con que "pronto te vamos a
liberar".

Antes de describir el cuarto acto de la coreografía, el de la amenaza,
se me hace imperioso aclararle algo a estos tipos: es bueno que sepan
que no me tienen que "liberar", sencillamente porque ya yo soy libre. La
libertad, más que deambular por una isla esclava y una ciudad ruinosa
que individuos como mis interrogadores vigilan y aterrorizan, es un
estado de gracia.

Ellos son menos libres que yo porque obedecen órdenes, y porque sienten
la necesidad de detener a quien piensa diferente para tratar de
demostrar que son más fuertes. Pero es fácil ver que están muertos de
miedo, pues cuando despliegan su pequeño poder prestado –en este país
los poderosos de verdad no son ellos, sino sus jefes–, sólo demuestran
lo mucho que les asusta que un diminuto grupo de gente pacífica como yo
piense y se exprese diferente.

Cuidado con el miedo, oficiales, que tiene doble filo. El acto de la
amenaza en su interrogatorio sirvió para reafirmar mi convencimiento de
que ya no habrá vuelta atrás. Podrán amenazarme a mí y a mi familia, que
yo continuaré escribiendo mientras tenga con qué.

Realmente no me han dejado otra opción. Sólo espero que para la próxima
coreografía hayan ensayado su danza macabra un poco más y se hayan
estudiado mejor el libreto.

Source: Coreografía de un interrogatorio -
http://www.14ymedio.com/opinion/Coreografia-interrogatorio_0_1687031281.html

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