Comparsa y derechos
YOANI SÁNCHEZ, La Habana | 10/12/2014
El carnaval estaba planificado desde hace días, meses. La música de
fondo serían las consignas y la falsa alegría. El escenario elegido, la
misma esquina habanera en que las Damas de Blanco convocaban a recordar
el Día Internacional de los derechos humanos. Mientras, el "cuerpo de
baile" estaría integrado por trabajadores y escolares –sacados de sus
centros laborales y docentes- para ocupar el sitio elegido por las
activistas. Los kioscos con comida no podían faltar y en algunos pueblos
de provincia agregaron enormes camiones de cerveza dispensada, porque en
el caso nuestro en vez de pan y circo, la fórmula es alcohol y represión.
Llegó entonces la hora de la comparsa. Alrededor de la heladería
Coppelia un raro tumulto de gente vestida de civil, llamó la atención de
algunos ingenuos transeúntes que no sabían si era la fila para comprar
un extinto producto o se trataba de apasionados cinéfilos que aguardaban
porque abriera el cine Yara. Algo, sin embargo, los delataba. Movían la
cabeza de un lado a otro, como quien espera a una presa, vestían esas
ropas que todos reconocemos como el atuendo de la Seguridad del Estado
cuando quiere pasar encubierta y mostraban un estado físico demasiado
corpulento en comparación con el cubano medio. No danzaban, como en los
carnavales, sino que se movían hacia las mujeres que venían vestidas de
blanco e intentaban tapar con sus cuerpos el acto de meterlas a la
fuerza en el carro policial. Un macabro cuerpo de "baile" representaba
así su coreografía de la reprimenda.
Y entonces sonó la corneta, perdón... el claxon de un auto. Una señora
menuda había logrado llegar hasta la aurícula izquierda del corazón del
Vedado. Decenas de rostros se voltearon y le hablaron a un diminuto
cable de audífono que les colgaba del oído. Un agente, infiltrado por
años en las filas del periodismo independiente y destapado sin penas ni
glorias, dirigía la orquesta. Los altoparlantes bramaban con frases
grabadas previamente, para que no hubiera ni sorpresas ni espontaneidad.
La mujer desapareció en un segundo. Los niños tomaban refresco y La
Habana vivía uno de los días más fríos de este años. Por horas continuó
el espectáculo.
¿Cuántas veces de niña fui parte de un carnaval de la represión sin
saberlo? ¿Cuáles ingenuas fiestas de las que participé en realidad eran
una tapadera del horror? ¿Habrán sido aquellos bailes y festivales
callejeros también una operación policial? Después de esto, me va a
costar mucho trabajo volver a disfrutar de una comparsa
Source: Comparsa y derechos -
http://www.14ymedio.com/blogs/generacion_y/Comparsa-derechos_7_1685901394.html
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