¡Ay "Mamá Iné"!... ¿también se acabó el café?
MIRIAM CELAYA, La Habana | Septiembre 05, 2014
Este miércoles 3 de septiembre la prensa oficial trajo a los cubanos
otro sombrío anuncio: la cosecha cafetalera, recién iniciada en la
provincia de Guantánamo, al extremo oriental del país, será "pequeña,
con un decrecimiento del 33% respecto a la precedente", escribió Granma.
La noticia se suma a lo que parece ser la nueva estrategia informativa
(¿"transparencia" raulista?), consistente en ofrecer, tanto en
noticieros de radio y televisión como en la prensa plana, un goteo de
notas, artículos y reportajes que muestran algunas cifras negativas
sobre la economía cubana, intercaladas convenientemente con otras de
habitual aliento triunfalista. Como denominador común, tales reportes
traen también las propuestas de soluciones típicas: llamados a la
eficiencia y a las "acciones sistemáticas" que garanticen mayor
productividad, como compensación a la debacle económica que continúa
precipitándose.
Así, esta cosecha producirá 342 toneladas menos de café pese a la
instalación de "otras siete despulpadoras ecológicas" que aumentarán el
rendimiento industrial para "alcanzar 4,02 libras por lata beneficiada",
cifra superior a la recogida en la cosecha cafetalera anterior. Y aunque
no han ocurrido fenómenos climáticos severos que justifiquen una baja
producción, ni se detallan otras causas de la disminución de la cosecha,
todo preludia que el café –como antes el azúcar– es otro renglón
económico de larga tradición en Cuba condenado a la desaparición.
Nacimiento de una cultura
El café es un componente esencial de la cultura nacional fuertemente
enraizado en el consumo y las costumbres tradicionales, tanto a nivel
familiar como social, desde su introducción en Cuba a finales del siglo
XVIII por hacendados franceses que huían de la rebelión de sus esclavos
en la vecina isla de Haití.
A principios del siglo XIX florecían prósperos los cafetales cubanos, en
especial en la zona suroriental, contribuyendo desde entonces a la
riqueza económica y al desarrollo de otra forma de tecnología agrícola
en el país que se consolidó definitivamente en el siglo XX, cuando la
producción cafetalera alcanzó sus mayores estándares de calidad y cantidad.
Un reconocimiento a la importancia de esta rama agrícola en la historia
e identidad cultural del país fue la inscripción del Paisaje
arqueológico de los primeros cafetales en el sureste de Cuba como
Patrimonio de la Humanidad, en el año 2000, basada en las
particularidades de una tradición cuyas primeras huellas materiales, que
aún se conservan, constituyen "una muestra única de una forma pionera de
agricultura" e "iluminan considerablemente la historia tecnológica,
económica y social de la región del Caribe e Iberoamérica" (Actas de
Patrimonio de la UNESCO).
Con el boom cafetalero, y al abaratarse el precio del producto, se
extendió el consumo de la aromática infusión entre la población cubana,
incluyendo los estratos más humildes de ésta, suplantando al chocolate
en el consumo popular.
Pero el café cubano imprimió su huella no solo en elementos tangibles
como la producción y el consumo, sino que también marcó y enriqueció la
vida espiritual nacional desde las más diversas aristas. Así, los verdes
cafetales pasaron a formar parte integrante de los paisajes rurales
cubanos, mientras en los espacios urbanos proliferaban las cafeterías y
no existía un comercio de barrio sin el típico perfume que le imprimían
los molinillos de café. También la poesía, la pintura y hasta la música
se inspiraron en el café para dedicarle algunas de las obras más
conocidas del arte cubano. Baste recordar la antológica canción que
popularizara en la primera mitad del siglo pasado la inolvidable Rita
Montaner, con aquel estribillo que quedó perpetuado en el cancionero
popular: "¡Ay Mamá Iné, ay Mamá Iné; todo lo' negro tomamo' café!";
negando de plano aquel principio tan racista como falaz que alguna vez
denominó a la infusión como "el néctar negro de los dioses blancos".
El café cubano hoy
En las últimas décadas, el café, como todos los productos nacionales, ha
estado signado por el acelerado declive económico y la decadencia que
afecta a toda la economía cubana. Las causas son las mismas que
arruinaron la industria azucarera y el resto de la vida socioeconómica
nacional: el voluntarismo político y la centralización extrema de un
sistema totalmente improductivo e ineficiente.
El descalabro ha sido gradual, pero imparable, reflejándose también en
las prácticas del consumo y en la contaminación del producto con
añadidos para hacerlo más extensible y cubrir al menos la raquítica
asignación de 115 gramos (4 onzas) como cuota mensual, de una mezcla al
50% de café de la peor calidad con chícharos. El paladar de millones de
cubanos se ha corrompido con el brebaje resultante, hasta tal punto que
muchos desconocen o han olvidado el sabor y aroma verdaderos del oloroso
grano.
En la actualidad, el café ha comenzado a escasear incluso en los
estantes de los comercios que operan en "pesos convertibles" (CUC), pese
a las importaciones de grano comercializado por empresas francesas o
españolas y por Vietnam, que se convirtió en productor de café con la
asesoría de expertos cubanos.
Hoy la tradición agrícola cafetalera agoniza en la Isla. Quizás es una
suerte que la UNESCO haya inscrito las ruinas de nuestros cafetales
decimonónicos en la lista de sitios Patrimonio de la Humanidad.
Probablemente, después del paso de la plaga verde olivo, sea la única
huella que se conserve de la que fuera una de las más exquisitas
tradiciones cubanas.
Source: ¡Ay "Mamá Iné"!... ¿también se acabó el café? -
http://www.14ymedio.com/nacional/opinion-cafe_0_1628237169.html
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