Publicado el domingo, 08.17.14
Balsero cubano cuenta su historia: El tiempo duele y nos hace sabios
PEDRO FOURNIER
ESPECIAL PARA EL NUEVO HERALD
En Cuba, todos los ciudadanos pasan muchos sacrificios y privaciones, es
un sistema que controla la vida del hombre, blandiendo la mentira de una
sociedad idílica. Un día comencé a cuestionarme la idea de salir del
país. Con mi diploma de cibernético matemático, me vi limpiando el piso
de un hotel para extranjeros, fue suficiente para decidir que ese no
sería el lugar de mi futuro; ya había intentado por todas las vías
cambiar mi situación, pero mi rebeldía sólo trajo dificultades y
problemas con las autoridades. Fui obligado a renunciar al hotel por no
ser confiable, y no tuve otra alternativa que decidirme a partir. Corría
el año 1994, y el país se agitaba entre salidas ilegales, protestas,
mítines de repudio… y ante la actitud permisiva oficial de que todo el
que deseara irse del país podría hacerlo, un grupo de familiares y
amigos reunimos recursos, construimos una balsa y nos fuimos.
El 30 de agosto de 1994 salimos del campismo ubicado en la playa Brisas
del Mar, un lugar al este de la ciudad de La Habana, en una travesía de
más de 24 horas. Eramos 11 personas, incluidos dos niños. La situación
llegó a ponerse muy difícil por las turbulencias de la corriente del
golfo, la contaminación del agua potable, la pérdida del espejo de
señales, y sobre todo, por el agotamiento de largas horas remando. En el
peor momento fuimos salvados por un barco escampavías y luego de algunos
días navegando alrededor de la isla en la recogida de nuevos balseros,
arribamos por fin a la Base Naval de Guantánamo.
Reubicar a 35,000 personas aproximadamente, dentro de ellos gran
cantidad de mujeres, niños y ancianos, en un espacio reducido, fue un
trabajo titánico para las autoridades norteamericanas. Tal vez sin
esperar que la avalancha fuera de tan enormes dimensiones, los oficiales
crearon un mínimo de condiciones que no eran suficientes y hacían la
vida muy difícil. Las temperaturas eran superiores a los 40°C, en un
clima semidesértico, donde escaseaba el agua, y una gruesa capa de polvo
cubría todo. Se improvisaron cientos de tiendas de campaña, y nos
alimentamos con las cajas de comida que utilizaba el ejército
norteamericano, las famosas MRE —Meat Ready to Eat—, muy diferente a
nuestros hábitos alimenticios. Estábamos rodeados de cercas.
Para empeorar la situación un grupo de agitadores —en mi opinión
infiltrados por el gobierno cubano— destruyeron cuanto pudieron en
nombre de la libertad, y gritando que tomarían una nave en el puerto
para irse a Miami, hicieron que reinara el caos, y se acrecentara
nuestro malestar. Sentimos por primera vez que no existíamos en el
mundo, nos embargaba la preocupación de que los familiares no conocían
nuestro destino; pero afortunadamente la revuelta duró pocos días, y las
autoridades pudieron restablecer el orden, bajo estrictas medidas de
seguridad que tomaron a partir de entonces. Las difíciles condiciones
persistían, y un par de meses después surgió la oportunidad de ser
trasladados voluntariamente a otros campamentos que había creado el
ejército norteamericano en la zona del Canal de Panamá.
Panamá brindó otras posibilidades, se hizo un concurso de comida cubana
entre los mejores restaurantes de la capital panameña, para que los
ganadores confeccionaran un menú que sería servido en los campamentos, y
a pesar de que las cabañas también eran de lona, tenían piso de cemento,
había agua corriente 24 horas, y otra serie de facilidades, como la
televisión, estaciones de radio y la posibilidad de tener contacto con
la prensa de manera más libre, visitas de familiares etc. Con el paso
del tiempo y aprovechando los contactos que se podía establecer en los
campamentos, también llegó la mano larga de la inteligencia cubana, y se
provocaron grandes conflictos, de ellos hay memoria en la prensa de esos
años. Como se había dilatado tanto nuestra estancia allí, el gobierno
panameño puso condiciones al gobierno norteamericano, marcando el final
de nuestra estancia, por lo cual fuimos regresados a Guantánamo.
En la base naval se crearon cabañas nuevas para recibirnos, prepararon
condiciones para que pudiéramos elaborar los alimentos, se dieron
algunas oportunidades de trabajo, y se continuaron los planes de
adiestramiento y enseñanza del idioma inglés para todo el que lo
deseara. A propuesta de los propios balseros, se estableció un sistema
de visitas entre campamentos, y se lograron muchas mejoras en las
condiciones de vida; recibíamos la prensa de Miami, y así estábamos al
tanto de las gestiones que se hacían para la tramitación de nuestros
problemas. Las presiones de los exilados cubanos y la imposición de
cambios ya que era imposible mantener esa situación indefinidamente,
lograron —previo acuerdo con el gobierno cubano— que se creara un
sistema de lotería para nuestra entrada gradual a los Estados Unidos.
Había concluido con ello una más de las crisis migratorias que
cíclicamente han envuelto a Cuba y Estados Unidos desde 1959.
Después de 20 años, y haciendo un balance de todo lo sucedido, sólo me
queda estar agradecido profundamente a los Estados Unidos de América, mi
nuevo hogar, por las oportunidades que me ha dado, y aún por las que no
he sabido aprovechar, por enseñarme a vivir en entera libertad con la
posibilidad hasta de equivocarme; pero sin dejar de ser yo mismo. No me
arrepiento del paso que di, pero sí desearía que no fuera la fuga la
única opción para resolver nuestros problemas. Creo que sería más
efectivo emplear toda nuestra fuerza, nuestro talento e inventiva, para
crear en cada uno de nuestros pueblos las condiciones que nos permitan
vivir y crecer, pudiendo disfrutar del éxito que tenemos o que podemos
alcanzar en ese país sin necesidad de tanto sufrimiento.
El tiempo duele y nos hace sabios, tenemos derecho a ser felices junto a
nuestra familia y nuestros amigos, en la tierra que nos vio nacer y de
la que nunca deberíamos haber partido.
CUENTENOS SU HISTORIA
El proyecto HistoryMiami les invita a contar sus historias de Miami.
Cómo participar: Envíe su historia y foto(s) a www.HistoryMiami.org . Su
historia podrá ser publicada en el Nuevo Herald, el portal
MiamiHerald.com/miamistories, y la edición del domingo de Neighbors del
Miami Herald.
Historias de Miami: Este proyecto surge de la colaboración entre
HistoryMiami, Miami Herald Media Company, WLRN y Michael Weiser,
presidente de National Conference on Citizenship.
Source: Balsero cubano cuenta su historia: El tiempo duele y nos hace
sabios - Cuba - ElNuevoHerald.com -
http://www.elnuevoherald.com/2014/08/16/1821522/el-tiempo-duele-y-nos-hace-sabios.html
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