El maestro que no aprendió la lección
No sé si su víctima, aquel estudiante malcriado, habrá sacado algún
provecho del reglazo, pero lo que es el maestro, queda claro que no
aprendió absolutamente nada...
Miriam Celaya
julio 12, 2014
Un texto publicado recientemente en Cubanet, aborda el trillado tema del
pésimo estado de la educación en Cuba, el fraude y la mala preparación
de maestros y estudiantes, entre otros aspectos relacionados, desde una
perspectiva un tanto anecdótica, a partir de un diálogo del reportero
con dos individuos que realizaban trabajos comunales como barrenderos,
uno de los cuales resultó ser un maestro que cumple una sanción de cinco
años –tres de ellos con internamiento en la cárcel– , por el delito de
"abuso escolar", debido a que un día "perdió los estribos" con un
estudiante suyo "y le propinó un par de reglazos".
Dejando a un lado lo discutible del testimonio del supuesto "maestro",
tan desmedidamente sancionado por una falta leve, si se compara con
otras más graves y lesivas a la moral que se reportan casi a diario en
los centros de enseñanza y que se diluyen en la más absoluta impunidad;
el texto resulta un botón de muestra del daño sufrido por la educación
pública cubana y la manera en que éste se transfiere inconscientemente a
la población. De hecho, en su contenido y en el enfoque en que se aborda
el caso diríase que justifica el maltrato físico de un maestro contra un
alumno, "el más indisciplinado y bruto del aula", so pretexto de querer
"enderezarlo, para que fuera alguien en el futuro". En vano, porque "el
muchacho resultó un caso perdido".
Se trataría, en cambio, de un caso evidente del adulto que descarga su
frustración, su impotencia y sus complejos reprimidos, contra el
elemento más débil: un menor. Falta más condenable por cuanto se trata
del sujeto al que se le ha confiado la custodia y educación de ese menor
durante largas horas del día a lo largo de diez meses del año. ¿Cómo
podríamos solidarizarnos con esto? Con maestros así los torturadores del
régimen corren el peligro de quedar cesantes. Definitivamente, hemos
retrocedido al medioevo.
Sin embargo, el propio reportero parece sentir empatía por el presunto
("buen") maestro y hasta rememora con cierta añoranza sus años de alumno
de primaria, en los que –según declara– "las maestras tenían una gran
regla junto al pizarrón y era normal el castigo de los reglazos en la
palma de la mano, cuando algún alumno se portaba mal". No sé dónde habrá
estudiado el colega Correa ni puedo imaginar lo traumático que debe
haber sido cursar estudios bajo la amenaza permanente de una regla
presidiendo el aula, puesto que esa no fue jamás mi experiencia, pero es
obvio que le quedaron secuelas. En todo caso, resulta alarmante
solidarizarse con cualquier tipo de violencia, en especial cuando ésta
se ejerce sobre los niños y desde la autoridad del educador, que se
supone debe ser ejemplo, o, como dijo en su momento aquel excelso
pedagogo cubano, José de la Luz y Caballero, "evangelio vivo".
Lo digo sin reservas, como estudiante que tuvo mayoritariamente muy
buenos maestros –un raro lujo en la actualidad–, como madre que no
hubiera aceptado un exabrupto de violencia ni modo alguno de
intimidación por parte de los maestros de mis hijos, pero en especial
como profesora que nunca tuvo necesidad de apelar a los castigos
corporales ni morales para hacerse respetar por los alumnos, pese a que
por entonces yo era apenas tres o cuatro años mayor que mis educandos.
El respeto por los estudiantes es principio esencial entre los mejores
maestros, sin duda alguna, y garantiza una base sólida en las relaciones
maestro-alumno-familia.
Es, cuando menos, lamentable que la violencia generalizada en nuestra
sociedad haga posible que se vea como un hecho normal, e incluso como un
derecho del maestro, la intimidación y el abuso físico contra los
estudiantes. No se me ocurre nada más retrógrado. Por otra parte,
establecer como si fuera una regularidad que "la familia (cubana) no
coopera en la educación de los niños" y que, al contrario, "los mal
educa", es distorsionar la realidad y aplicar tabla rasa, proyectando la
falsa imagen de una nación completamente marginal y cavernícola, como si
en Cuba no existieran hogares decentes y familias que se preocupan por
inculcar valores a sus hijos.
Ciertamente, medio siglo de igualitarismo ramplón y adoctrinamiento han
dado al traste con una tradición pedagógica que sentó sus raíces desde
los tiempos de la colonia, pero, a juzgar por el trabajo de referencia,
el daño tiene mayor calado de lo que cabría suponer si desde un reporte
se pretende recabar apoyo a la falta de ética profesional de un
educador, aduciendo que el gran villano es la familia de los educandos.
No creo que apuntalando falsedades o aupando la violencia se puedan
rescatar las virtudes de la educación cubana y superar los daños
maestro", diría que quizás los tribunales fueron incluso generosos con
él, porque si tras una supuesta condena de cinco años por usar la
violencia contra un niño, todo lo que pretende dicho individuo es enviar
un mensaje al ministro de educación para decirle que "fueron poco los
reglazos que le dio al chico, comparado con lo que merecía",
probablemente debería haber recibido cadena perpetua. No sé si su
víctima, aquel estudiante malcriado, habrá sacado algún provecho de la
experiencia, pero lo que es el maestro, queda claro que no aprendió
absolutamente nada.
Artículo publicado en Cubanet el viernes 11 de julio
Source: El maestro que no aprendió la lección -
http://www.martinoticias.com/content/el-maestro-que-no-aprendio-la-leccion-opinion-cuba/38472.html
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