Monday, June 16, 2014

No olviden al Hurón Azul

No olviden al Hurón Azul
Juan Carlos, su dueño, había demostrado al Estado socialista que sólo
bajo la libertad económica, un país puede lograr calidad de vida
lunes, junio 16, 2014 | Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba -Para aquellos que no lo saben, los cuentapropistas o
pequeños comerciantes y los artesanos independientes cubanos, llamados
éstos merolicos, han sido aceptados por etapas en este medio siglo de
desbarajuste económico y de forma ¨legal¨, cuando al régimen castrista
le ha llegado el agua al cuello. Luego, cuando los creen innecesarios,
desaparecen como por arte de magia.

Los 455 mil cuentapropistas registrados en los primeros meses del año
actual, deben mirarse al espejo del restaurante ¨Hurón Azul, ya
desaparecido, situado en Humboldt 153, ente O y P, en el Vedado
habanero, a partir de 1997 hasta 2008.

Recién fundado, mientras disfrutaba de la excelente comida que se
elaboraba en ese restaurante, conversé con su joven propietario, Juan
Carlos Fernández. Le pregunté lo que él pensaba sobre esa manera del
gobierno de llamar cuentapropistas a los nuevos pequeños comerciantes.
Coincidimos ambos en que se trataba de una forma despectiva, que servía
para diferenciarlos de los comerciantes estatales, considerados como los
verdaderos, aunque de pésimo servicio.

–Fíjese que llaman ¨paladares¨ a los restaurantes privados, porque para
ellos no son restaurantes en realidad, me dijo Juan Carlos.

El Restaurant ¨Hurón Azul¨ fue un ejemplo de lo que puede lograr la
libertad económica en una sociedad, por muy subdesarrollada que esta
sea. Lo vi en Japón en 1972 y no puedo olvidarlo. Ese país, a los pocos
años de haber salido devastado de una terrible guerra, se convirtió en
una potencia mundial capitalista.

El ¨Hurón Azul¨ fue uno de los pequeños restaurantes más concurridos de
aquellos años. Rodeado de hoteles para turistas, tanto compitió con
ellos, que cada día se veían a esos turistas haciendo cola a lo largo de
su acera, sólo para descubrir las maravillas que hacía Juan Carlos con
el pescado, el pollo, los mariscos, la carne de res, o simplemente con
recetas tradicionales de Italia.

Pero en 2008, y a pesar de que a este pequeño restaurant se le hacía
inspecciones hasta tres veces al mes durante más de una década, no
detectándosele nunca violaciones de ningún tipo, Juan Carlos Fernández
sufrió una situación apocalíptica, propia de regímenes totalitarios: Lo
perdió todo y fue a prisión por largos años. Había cometido el delito de
triunfar como comerciante, de demostrarle al Estado socialista que sólo
bajo la libertad económica, un país puede lograr calidad de vida a la
población.

Hasta se le criticó ante los tribunales que lo condenaron, que hubiera
tenido amistad con los mejores pintores del momento, que comprara una
casa a su mamá, que viajara fuera de Cuba, como no lo pudo hacer cuando
era un cubano de a pie. Había logrado, es cierto, por medio de su
trabajo, una vida mucho mejor.

Hoy, no sé por dónde anda este joven comerciante, con quien conversé
sólo una vez y que no olvido, porque mientras hablábamos, lo recuerdo
bien, me di cuenta de que por muy inteligente que fuera en su negocio,
todavía no había descubierto que de la noche a la mañana, las piedras
del camino se podían transformar en brasas de candela y que en Cuba, que
sigue siendo "de Fidel", los cubanos no pueden soñar con tener una vida
mucho mejor.

Source: No olviden al Hurón Azul | Cubanet -
http://www.cubanet.org/destacados/no-olviden-al-huron-azul/

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